Sobre la predisposición genética a padecer enfermedades (II)
En un artículo anterior hablábamos de cómo se descubren las variantes genéticas (los polimorfismos de un solo nucleótido ‒SNPs‒, ¿recuerdas?) que podemos relacionar estadísticamente con diversas enfermedades o trastornos mediante estudios de asociación del genoma completo (GWAS, Genome-wide association study). Es importante dejar claro que estas asociaciones nos señalan algunos cambios en el ADN que aumentan la probabilidad de que padezcamos una patología, sin que ello signifique que la vayamos a sufrir necesariamente.
Entonces ya apuntábamos a un problema de estas correlaciones SNP-patología: salvo excepciones, no indican de forma clara la causa concreta de la enfermedad. Sabemos que un nucleótido concreto en una posición específica del genoma aumenta la predisposición a padecer un trastorno determinado, pero poco conocemos sobre los mecanismos celulares y rutas metabólicas que llevan de una variación concreta del ADN a la enfermedad. Y esto es importante si queremos investigar tratamientos efectivos.
En algunos casos sí que podemos deducir las causas: si hay un cambio en la secuencia de un gen, este cambio puede afectar a la estructura de la proteína resultante y, según las funciones de esta, podemos tratar de inferir los mecanismos que llevan a sufrir el trastorno. Pero esto sólo ocurre en un 5-10% de los SNPs estudiados y asociados a patologías: el resto de variantes genéticas relacionadas con enfermedades a través de GWAS se encuentran en zonas del genoma que no codifican proteínas (en el mal denominado ADN basura).
¿Qué ocurre en el resto de casos? ¿Cómo puede afectar una variante genética, un pequeño cambio en la secuencia de ADN, al funcionamiento de la célula si no se encuentra directamente implicada en la construcción de proteínas? Pues a través de otros mecanismos, principalmente mediante la regulación de la expresión génica.
Expresión génica
Aunque la secuencia de ADN de todas nuestras células es la misma (salvo mutaciones puntuales), resulta evidente que existen muchos tipos distintos de células: las células que forman los músculos son distintas a las del hígado o el páncreas, a las epiteliales o a las neuronas. Esto se debe a que no se «activan» los mismos genes ni con la misma intensidad en las distintas células.
Recordemos que los genes son secuencias de ADN que contienen la información para fabricar una proteína. Para ello, previamente se transcriben a ARN mediante la acción de la enzima ARN polimerasa, se eliminan fragmentos no codificantes de su interior (los denominados intrones) y las secuencias resultantes (denominadas ARNm) se traducen a proteínas. Un cambio en la secuencia de ADN que define un gen puede conllevar que la proteína se fabrique mal y que aparezca una enfermedad grave.
Así pues, un gen contiene la información necesaria para fabricar una proteína, pero no sobre cuándo empezar este proceso, cuánta cantidad de proteína es necesaria y en qué tipo de células se debe llevar a cabo. De esta regulación de la expresión génica, se encargan factores externos, diversos actores en el interior de la célula y, en particular, otras secuencias cromosómicas. Un ejemplo sería la propia secuencia que marca el inicio de transcripción donde se une la enzima ARN polimerasa (promotor). Otros fragmentos de ADN van a actuar como potenciadores de la transcripción o represores. A grandes rasgos, estos fragmentos (que no tienen por qué encontrarse cerca del gen que controlan) regulan el plegamiento de la cadena de ADN como lugares de unión de otros complejos enzimáticos, permitiendo un mejor o peor acceso de la ARN polimerasa al inicio de la transcripción. Una variación en estas secuencias no influye en cómo se construye la proteína, sino en qué condiciones se va a fabricar y en qué magnitud.
Podemos medir la expresión de un gen en un tejido concreto estimando qué cantidad de ARNm se ha fabricado, lo que se conoce como transcriptoma. Avances recientes en secuenciación genética han permitido obtener transcriptomas con una eficacia elevada.
Expression quantitative trait loci
Así pues, resumiendo, podemos utilizar técnicas avanzadas de secuenciación masiva para obtener tanto el genoma de un conjunto de individuos como su transcriptoma. De hecho, empezamos a disponer de grandes bases de datos con ambos datos asociados a patologías y rasgos concretos de los donantes de muestras. Analizando estas bases de datos con potentes herramientas computacionales y estadísticas podemos relacionar variaciones concretas del genoma (en particular, SNPs) en regiones no codificantes, con cambios en la expresión génica. A estas regiones del ADN cuyos cambios afectan a la expresión génica de uno o más genes se les denomina eQTLs (expression quantitative trait loci). Vamos a utilizar esta definición con frecuencia a lo largo de este artículo, así que vamos a explicar con más detalle qué significa.
Un eQTL es una posición concreta del genoma que, en función del nucleótido que se encuentre en ella, va a influir en la predisponibilidad a poseer algún rasgo o padecer enfermedad concreta. Pero no lo va a hacer modificando la estructura de la proteína codificada por un gen, sino alterando la expresión génica. Es decir, las personas que presenten en su genoma un eQTL determinado van a fabricar proteínas de forma correcta, pero en una cantidad distinta de la adecuada para el funcionamiento adecuado de la célula, pudiendo dar lugar a algún trastorno determinado o rasgo específico.
En la figura anterior, un factor de transcripción se une a los promotores de los genes A y B, dando como resultado una cierta cantidad de proteína (A). Si hay una variación en el promotor del gen A (indicada con un triángulo negro en la figura) la cantidad de proteína fabricada disminuye.
¿Cómo se localizan eQTLs en el genoma? Primero, se obtienen los SNPs de cada uno de los participantes en el experimento como se explicó en el anterior artículo. En la siguiente figura se toman como ejemplo dos polimorfismos de los cromosomas 4 y 14, marcados como SNP1 y SNP2. Recuerda que un SNP varía de individuo a individuo, aunque en este ejemplo sólo consideraremos dos variantes posibles.
A continuación se obtiene una muestra del tejido de interés (recuerda que la expresión génica depende del tipo concreto de células) y se mide la cantidad de ARNm fabricado de distintos genes (con técnicas como RNA-seq). Podemos representar para cada variante de un SNP la cantidad de ARNm expresada de un gen concreto (en la figura, los puntos negros de las gráficas). Se observa que en el primer SNP no hay apenas variación en el nivel de expresión según se posea una variante u otra (fíjate en las formas de las distribuciones de puntos, destacadas en fondo azul), mientras que en el segundo hay una mayor expresión en la variante 2. Por lo tanto, diríamos que el SNP2 tiene asociados cambios destacables de expresión génica según la variante implicada, por lo que sería un eQTL.
Con este tipo de estudios se han podido localizar un gran número de eQTLs en nuestro genoma. Muchas de estas zonas influyen en la expresión génica por encontrarse cerca del lugar donde se inicia la transcripción del gen: se conocen como cis-eQTL. Hay que tener en cuenta que «cerca» puede significar hasta un millón de nucleótidos de distancia entre el SNP y el inicio del gen. Otras variaciones, sin embargo, son capaces de modificar la expresión de un gen situado a mucha distancia del SNP implicado, e incluso en un cromosoma distinto: son los denominados trans-eQTL.
Empezábamos este artículo comentando que conocer que una variante genética esté asociada a una enfermedad no implica que podamos entender cuál es el mecanismo subyacente, lo cual no nos da pistas de cómo tratar el problema. Si descubrimos que esta variante afecta a la expresión de un gen determinado, y conocemos su función celular, sí que podemos investigar nuevos tratamientos.
Pongamos un ejemplo concreto. Recientemente se descubrió un SNP asociado a un menor riesgo de padecer un infarto de miocardio. Se comprobó que la variante menos común de este SNP (la T destacada en azul en la siguiente figura) promueve la expresión de un gen en el hígado que produce sortilina. Estudios posteriores con ratones demostraron que esta proteína disminuye los niveles de colesterol LDL, asociado a riesgo cardíaco.
Otros ejemplos de eQTLs recientemente descubiertos han contribuido a explicar la asociaciones de variantes genéticas con enfermedades como el asma infantil, la enfermedad de Crohn o el lupus.
Este post ha sido realizado por Guillermo Peris (@Waltzing_piglet) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Referencias- Gene expression. Scitable (Nature Education).
- The role of regulatory variation in complex traits and disease. Albert, F.A. and Kruglyak, L. (2015) Nature Reviews Genetics 16, 197–212. doi:10.1038/nrg3891
- Expression quantitative trait loci: present and future. Nica A.C. and Dermitzakis E.T. (2013). Philos Trans R Soc Lond B Biol Sci.;368: 20120362
doi: 10.1098/rstb.2012.0362 - The study of eQTL variations by RNA-seq: from SNPs to phenotypes. Majewski, J. and Pastinen, T. (2011) Trends in Genetics 27 (2) , 72-79. doi: 10.1016/j.tig.2010.10.006.
El artículo Sobre la predisposición genética a padecer enfermedades (II) se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Pena de muerte contra el fraude científico
Una de las grandes tendencias en el mundo científico durante las últimas décadas ha sido el imparable avance de China. Decidido a ser una potencia de alcance mundial el gobierno chino ha ejecutado una deliberada estrategia de desarrollo de la ciencia y la tecnología que comenzó hace muchos años, cuando de repente los laboratorios del mundo en múltiples especialidades se llenaron de estudiantes doctorales y postdoctorales provenientes de aquel país con especial hincapié en determinados campos que se consideraron estratégicos. Estos estudiantes regresaron a China, donde montaron laboratorios y centros de investigación conectados a la comunidad científica internacional; miles, centenares de miles de nuevos puestos de trabajo se crearon en estos campos, y se comenzó a desarrollar una verdadera invasión de publicaciones de equipos chinos que después se transformó en un diluvio de nuevas revistas especializadas creadas específicamente para este mercado. El país ha ejecutado un salto científico enorme desde finales del siglo XX como parte de una clara estrategia política: el gobierno ha decidido que la ciencia es clave para el estátus de potencia mundial de China.
El problema es que inevitablemente el fomento por parte de un estado de cualquier cosa provoca el desarrollo paralelo de un fenómeno de picaresca: los espabilados de turno se aferran a la tradicional corta visión de las burocracias para aprovecharse de los incentivos (económicos, profesionales, sociales) que se usan para desarrollar un campo, en este caso la ciencia. Y surge el fraude, en múltiples formas y variedades. La ciencia trucha en China se ha convertido en un auténtico problema, y no sólo para el gobierno local y su despilfarro de recursos en resultados falsos: el volumen de publicación es tal que se corre un riesgo real de que acabe contaminando el avance científico en todo el mundo. Para dar una idea según algunas estimaciones de científicos chinos del área de biomedicina hasta el 40% de todas las publicaciones locales de su sector podrían contener algún tipo de fraude. Esto supone un problema colosal, dado el enorme número de publicaciones que salen hoy de aquel país.
Las instituciones chinas han tomado cartas en el asunto, castigando ejemplarmente los casos que han salido a la luz con penas que incluyen la devolución del dinero concedido en forma de proyectos de investigación. Los departamentos encargados de supervisar el sistema de investigación están preocupados por la reputación internacional de China tras escándalos como la reciente retracción en masa de 107 artículos que se habían publicado en una revista (Tumor Biology) tras pasar una falsa revisión por pares en la que los presuntos revisores no existían. El Ministerio chino de Ciencia y Tecnología ha anunciado una política de ‘tolerancia cero’ con las falsificaciones y los fraudes. Una política que en algunos casos puede acabar con duras penas de prisión para los investigadores responsables de malas conductas científicas, y hasta potencialmente en la pena de muerte.
Sí: en el caso de que se pueda demostrar que una falsificación de datos científicos haya dañado a personas, por ejemplo en pruebas clínicas de medicamentos, el castigo podría llegar hasta la ejecución de los culpables. Según sentencias emitidas por algunos tribunales chinos no hay diferencia entre la falsificación de datos científicos y la falsificación de moneda, por lo que las penas de cárcel están garantizadas; pero en caso de que se perjudique a terceros se podría llegar en principio a la pena de muerte. Cosa que en China no es ninguna tontería: se trata del país con mayor entusiasmo con esta institución penal abolida en muchas partes del mundo, pero que allí se sigue practicando. Se calcula que el país ejecuta a más de 2.o00 prisioneros al año por diversos delitos que incluyen casos graves de soborno o corrupción, aunque las cifras exactas no son conocidas.
El fraude científico es, en esencia, una forma de crimen especialmente poco inteligente, ya que la naturaleza no hace trampas y las posibilidades de que las falsificaciones e invenciones no se descubran (tarde o temprano) es cero. La ciencia como cuerpo de conocimiento a la larga no sale dañado porque los datos espurios son eliminados por posteriores investigaciones: cualquier falsificación sobre el comportamiento del universo acaba por colisionar con la realidad y es eliminada. Para la ciencia es una pérdida de tiempo y una molestia que detrae recursos de los investigadores serios y retrasa el avance. Para las burocracias que financian la actividad científica, sin embargo, se trata de una estafa, pura y simple: el robo de unos recursos obtenidos con premisas falsas y un insulto a la autoridad que concede esos recursos. Por el bien de la ciencia como actividad y como conocimiento es necesario luchar contra el fraude, que supone un desperdicio y una pérdida de tiempo y dinero, y en ese sentido la postura de las autoridades chinas es encomiable. Aunque es obvio que la pena de muerte supone un castigo un tanto excesivo para el fraude científico, y rechazable en cualquier caso.
Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y da clases de periodismo digital.
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Entradas relacionadas:¿Y si el Sol estuviese cambiando de forma fundamental?
Un estudio del Sol usando ondas sonoras utilizando sugiere que la capa en la que se produce la actividad magnética significativa se ha vuelto más fina en los últimos años. La persistencia de este cambio podría indicar que el Sol habría entrado en una fase de transición hacia no se sabe muy bien qué, todavía. Los resultados de este estudio fueron presentados ayer martes 4 de julio por Yvonne Elsworth, profesora de la Universidad de Birmingham, en un congreso que se está celebrando en la Universidad de Hull.
El Sol es muy parecido a un instrumento musical, excepto en que sus notas típicas están a una frecuencia muy baja – unas 100.000 veces menor que el do central. El estudio de estas ondas de sonido utilizando una técnica llamada heliosismología, nos permite descubrir lo que está pasando en el interior del Sol .
El Sol actúa como una cavidad natural que atrapa el sonido, sonido que se genera por la turbulencia existente en unos pocos cientos de kilómetros más exteriores de la zona de convección. La Universidad de Birmingham es uno de los centros pioneros a nivel mundial en el campo de la heliosismología y los investigadores han estado utilizando la Red Birmingham de Oscilaciones Solares (BISON, por sus siglas en inglés) para estudiar el Sol a través de las ondas sonoras desde 1985. Este período abarca tres ciclos de 11 años de actividad del Sol. En estos ciclos se producen fluctuaciones en el ritmo al que se crean partículas energéticas por la interacción entre el campo magnético del Sol y sus capas exteriores calientes y altamente cargadas.
Los investigadores del equipo de Elsworth han encontrado que el interior del Sol ha cambiado en los últimos años, y que estos cambios persisten en el ciclo actual. Estas observaciones, combinadas con modelos teóricos, sugieren que la distribución del campo magnético en las capas más externas podría haberse vuelto algo más delgada. Otros datos seismológicos apuntan a que la velocidad de rotación del Sol también habría sufrido algunos cambios en lo que se refiere a la forma en la que el material del sol rota a distintas latitudes.
Según Elsworth:
“[…] esto no es lo que solía ser, y la velocidad de rotación ha disminuido un poco en las latitudes alrededor de unos 60 grados. No estamos muy seguros de cuáles serán las consecuencias de esto pero está claro qué nos encontramos en tiempos inusuales. ”
Estos resultados hacen que la idea de que la dinamo del Sol esté en proceso de cambiar fundamentalmente sea menos especulativa de lo que era hace unos años.
Referencia:
R. Howe, G. R. Davies, W. J. Chaplin, Y. Elsworth, S. Basu, S. J. Hale, W. H. Ball, R. W. Komm (2017) The Sun in transition? Persistence of near-surface structural changes through Cycle 24 Mon Not R Astron Soc stx1318. DOI: 10.1093/mnras/stx1318
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Este texto es una colaboración del Cuaderno de Cultura Científica con Next
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Entradas relacionadas:La máquina calculadora de Nicholas Saunderson
En la entrada Haciendo matemáticas en la oscuridad citábamos al británico Nicholas Saunderson (1682-1739) entre los matemáticos ciegos que, a pesar de su defecto visual, fueron capaces de realizar importantes aportaciones en su disciplina.
Saunderson perdió la vista al enfermar de viruela con tan solo un año de edad. Su ceguera le permitió adquirir unos excepcionales sentidos del oído y del tacto, y una increíble agilidad mental para los cálculos matemáticos.
Tras muchas negativas, gracias al apoyo del matemático William Whiston y a petición de personajes destacados de la Universidad de Cambridge, la Reina Ana I concedió a Saunderson el cargo de profesor Lucasiano en 1911 –fue el cuarto, tras Isaac Barrow, Isaac Newton y el propio William Whiston–.
Ocupando aquella cátedra, Saunderson enseñó matemáticas con un éxito asombroso; escribió los libros Elements of Algebra (1740, basado en el ábaco del que hableremos más adelante) y The Method of Fluxions (publicado en 1756 por su hijo). Sorprendentemente, dio además clases de óptica, sobre la naturaleza de la luz y de los colores, y acerca de otras materias relativas a la visión y a su órgano.
En 1718, fue admitido en la Royal Society, donde compartió amistad con matemáticos de gran relevancia como Isaac Newton, Edmund Halley, Abraham de Moivre o Roger Cotes.
El filósofo y enciclopedista Denis Diderot le citó en varios fragmentos de su ensayo Lettre sur les aveugles, à l’usage de ceux qui voyent (Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, 1749). Al igual que el filósofo William Molyneux (ver [1]), Diderot opinaba que un ciego que empieza a ver de repente –por ejemplo tras una operación– no puede comprender inmediatamente lo que observa, y debería costarle un tiempo hacer el vínculo entre su experiencia con las formas y distancias adquiridas mediantes el tacto, y las imágenes percibidas a través de sus ojos.
Saunderson ideó una especie de ábaco con una serie de agujeros en los que podía introducir clavijas para facilitar su utilización a personas ciegas. Para describirlo, vamos a utilizar las palabras de Diderot extraídas de [4, página 26 y siguientes]:
Es mucho más rápido usar símbolos ya inventados que inventarlos uno mismo, como se está forzado, cuando nos cogen desprevenidos. ¡Cuánto mejor hubiera sido para Saunderson haber encontrado una aritmética palpable, ya preparada, cuando tenía cinco años, en vez de tener que imaginársela a los veinticinco! […] Cuentan de él prodigios y no hay ninguno que sus progresos en las bellas letras y su habilidad en las ciencias matemáticas no puedan hacer creíble.
Una misma máquina le servía para los cálculos algebraicos y para la descripción de las figuras rectilíneas. […] Imaginad un cuadrado como el que veis en la Plancha II, dividido en cuatro partes iguales por líneas perpendiculares a los lados, de suerte que os ofrezca los nueve puntos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9. Suponed este cuadrado perforado por nueve agujeros capaces de recibir alfileres de dos clases, todos de la misma longitud y del mismo grosor, pero unos con la cabeza algo más gruesa que otros. Los alfileres de cabeza gruesa sólo se colocan en el centro del cuadrado; los de cabeza fina, sólo en los lados, excepto en un caso, el del cero. El cero se marca por un alfiler de cabeza gruesa, colocado en el centro del cuadrado pequeño, sin ningún otro alfiler a los lados. La cifra 1 estará representada por un alfiler de cabeza fina, colocado en el centro del cuadrado, sin ningún otro alfiler a los lados. La cifra 2, por un alfiler de cabeza gruesa colocado en el centro del cuadrado y un alfiler de cabeza fina colocado a uno de los lados, en el punto 1. La cifra 3, por un alfiler de cabeza gruesa colocado en el centro del cuadrado y un alfiler de cabeza fina colocado a uno de los lados, en el punto 2. La cifra 4, por un alfiler de cabeza gruesa colocada en el centro del cuadrado y un alfiler de cabeza fina colocado a uno de los lados, en el punto 3. La cifra 5, por un alfiler de cabeza gruesa colocado en el centro del cuadrado y un alfiler de cabeza fina colocado a uno de los lados, en el punto 4. La cifra 6, por un alfiler de cabeza gruesa colocado en el centro del cuadrado y un alfiler de cabeza fina colocado a uno de los lados, en el punto 5. La cifra 7, por un alfiler de cabeza gruesa colocado en el centro del cuadrado y un alfiler de cabeza fina colocado a uno de los lados, en el punto 6. La cifra 8, por un alfiler de cabeza gruesa colocado en el centro del cuadrado y un alfiler de cabeza fina colocado a uno de los lados, en el punto 7. La cifra 9, por un alfiler de cabeza gruesa colocado en el centro del cuadrado y un alfiler de cabeza fina colocado a uno de los lados del cuadrado, en el punto 8.
Estas son diez expresiones diferentes para el tacto, cada una de las cuales responde a uno de nuestros diez caracteres aritméticos. Imaginad ahora una tabla tan grande como queráis, dividida en pequeños cuadrados colocados horizontalmente y separados unos de otros a la misma distancia, como podéis verlo en la Plancha III, y tendréis la máquina de Saunderson.
Podréis ver fácilmente que no existen números que no puedan escribirse sobre esa tabla y, por consiguiente, ninguna operación aritmética que no pueda ejecutarse.
Diderot continúa dando un ejemplo de utilización de esta máquina para ilustrar su descripción.
No es el único momento en el que Diderot alude a Saunderson en su ensayo; por ejemplo, para exponer su visión materialista desarrolla un pasaje con una serie de argumentos que atribuye a Saunderson mientras con un sacerdote que intenta demostrar la existencia de Dios a través del espectáculo de la naturaleza (que no puede ver) y posteriormente por la perfección de los órganos humanos.
Referencias
[1] Marta Macho Stadler, Haciendo matemáticas en la oscuridad, Cuaderno de cultura científica, 14 de mayo de 2015
[2] Marta Macho Stadler, Nicholas Saunderson, extraordinario calculador, ZTFNews, 19 de abril de 2014
[3] Lettre sur les aveugles, à l’usage de ceux qui voyent, Gallica
[4] Julia Escobar, Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, Fundación ONCE y Editorial Pre-Textos, 2002
Sobre la autora: Marta Macho Stadler es profesora de Topología en el Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU, y colaboradora asidua en ZTFNews, el blog de la Facultad de Ciencia y Tecnología de esta universidad.
El artículo La máquina calculadora de Nicholas Saunderson se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Evolución de los sistemas nerviosos: el sistema periférico de vertebrados
Como decíamos en la entrega anterior de esta serie, en los sistemas nerviosos diferenciamos el subsistema central y el periférico. Desde un punto de vista funcional, en el sistema periférico se distinguen dos grandes divisiones: la aferente y la eferente. La división aferente es la formada por los nervios que transportan información hacia el sistema nervioso central. En la división eferente la información viaja del sistema central a los órganos efectores, tanto musculares como de otro tipo. Dentro de la división eferente se diferencian, a su vez, dos sistemas, el somático y el visceral o autónomo.
El sistema somático conduce las señales que dan lugar a movimientos corporales y a acciones hacia el exterior del organismo. Está formado por las fibras de las motoneuronas que inervan los músculos esqueléticos; sus cuerpos celulares se encuentran en la médula espinal y un único axón alcanza las fibras musculares que inerva. La acción de estas motoneuronas consiste siempre en la excitación y contracción de los músculos, aunque la actividad muscular puede ser inhibida mediante sinapsis inhibitorias a cargo de neuronas del sistema central. De hecho, la actividad de las motoneuronas puede ser controlada mediante señales presinápticas, tanto excitatorias como inhibitorias. Esas señales pueden proceder de receptores sensoriales periféricos (reflejos espinales) o de diferentes enclaves encefálicos.
El sistema visceral está formado por las fibras que inervan la musculatura lisa, el corazón, las glándulas y otros órganos o tejidos no motores, como la grasa parda. Controla funciones que están sobre todo relacionadas con el mantenimiento de las condiciones del medio interno y también ciertas respuestas de carácter automático a estímulos exteriores. Regula actividades viscerales tales como la circulación, digestión, termorregulación, entre otras. En peces teleosteos, anfibios, aves y mamíferos, el sistema autónomo se subdivide, a su vez en dos divisiones, la simpática y la parasimpática. La mayor parte de los órganos viscerales están inervados tanto por fibras de la división simpática como de la parasimpática. En esos casos suelen ejercer efectos opuestos. Normalmente ambas divisiones mantienen una cierta actividad, pero dependiendo de las circunstancias, se eleva la de uno de los dos a la vez que se reduce la del otro. De esa forma se eleva o se reduce la actividad del órgano en cuestión. Con carácter general se puede decir que la activación de la división simpática prepara al organismo para desarrollar una actividad física muy intensa (eleva la ventilación respiratoria y la actividad cardiaca, activa la circulación periférica, inicia el catabolismo del glucógeno y grasas; dilata las pupilas, ajustando la vista a larga distancia o en oscuridad; en algunas especies promueve la sudoración o el jadeo; y a cambio, reduce las actividades urinaria y digestiva). La división parasimpática domina, por el contrario, en condiciones de tranquilidad, cuando el organismo ha de ocuparse de sus asuntos internos; por esa razón, esta división activa la digestión y la función urinaria.
La inervación a cargo de las dos divisiones proporciona un control más preciso de la funciones reguladas por el sistema autónomo. No obstante, hay unos pocos órganos o glándulas que solo reciben señales de una de las dos divisiones. Arteriolas y venas están inervados por fibras simpáticas (arterias y capilares no están inervados), con la excepción de los vasos que irrigan el pene y el clítoris, que reciben fibras simpáticas y parasimpáticas, lo que permite un control muy preciso de la erección de ambos. La mayoría de las glándulas sudoríparas también están inervadas solo por fibras simpáticas. Y aunque las glándulas salivares reciben fibras simpáticas y parasimpáticas, en este caso sus efectos no son antagonistas; ambas estimulan su actividad.
Algunos textos de fisiología añaden a las dos divisiones anteriores –simpática y parasimpática- una tercera, la división entérica que, aunque mantiene alguna conexión con el sistema central, se halla contenida en el intestino. Consiste en redes neuronales ubicadas en las paredes del intestino. Controla el peristaltismo, la segmentación y otros patrones de contracción de la musculatura lisa de la pared intestinal. Por lo tanto, es la división que se encarga de impulsar el alimento que es procesado dentro del tracto intestinal.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo Evolución de los sistemas nerviosos: el sistema periférico de vertebrados se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Se establece el principio de conservación de la energía
Mayer y Joule fueron sólo dos de al menos una docena de personas que, entre 1832 y 1854, propusieron de alguna forma la idea de que la energía se conserva. Algunos expresaron la idea vagamente; otros con toda claridad. Algunos llegaron al convencimiento principalmente a través de la filosofía; otros a partir de consideraciones prácticas en el uso de motores y máquinas o a partir de experimentos de laboratorio; otros más por una combinación de factores. Muchos, entre ellos Mayer y Joule, trabajando independientemente de todos los demás. Una cosa era evidente, la idea de la conservación de la energía estaba, de alguna manera, “en el aire”.
Pero si hemos de poner fecha al inicio de la aceptación mayoritaria de la ley de la conservación de la energía hemos de referirnos a la publicación de uno de los artículos más influyentes de la historia, no ya de la física, sino de la ciencia, lo que no implica que sea de los más conocidos. Se publicó en 1847, dos años antes de que Joule publicase los resultados de sus experimentos más precisos. El autor, un joven médico alemán que estaba estudiando el metabolismo del músculo llamado Hermann von Helmholtz, tituló su trabajo Über die Erhaltung der Kraft (Sobre la conservación de la fuerza). Helmholtz (usando ” fuerza “en el sentido moderno de “energía”), afirmaba audazmente en él la idea que otros sólo expresaban vagamente, a saber, “que es imposible crear una fuerza motriz duradera a partir de nada “.Con esto rechazaba la existencia de una “fuerza vital” necesaria para el movimiento del músculo, una idea la de la necesidad de la fuerza vital directamente extraída de la Naturphilosophie imperante en la fisiología alemana de la época.
Helmhotz volvería sobre este tema aún más claramente muchos años después en una de sus conferencias de divulgación:
Llegamos a la conclusión de que la Naturaleza en su conjunto posee una reserva de fuerza [energía] que no puede de ninguna manera ser aumentada ni disminuida y que, por lo tanto, la cantidad de fuerza en la Naturaleza es igual de eterna e inalterable que la cantidad de materia. Expresado en esta forma, he llamado a la ley general “El Principio de la Conservación de la Fuerza”.
Así pues, a medidados del siglo XIX queda establecido un principio básico y universal de la ciencia con enormes consecuencias prácticas. Cualquier máquina o motor que realice trabajo (proporciona energía) sólo puede hacerlo si la extrae de alguna fuente de energía. O, de otra forma, la máquina no puede suministrar más energía de la que obtiene de la fuente. Cuando se agote la fuente, la máquina dejará de funcionar. Las máquinas y los motores sólo pueden transformar la energía; no pueden crearla o destruirla.
Esto, que hoy día debería estar asumido, no lo está tanto como debiera. En cualquier caso, con lo que llevamos visto en esta serie de forma tan sencilla, ya podemos formular dos de las leyes que rigen el funcionamiento del universo (así, como suena) y que veremos en las dos próximas entregas de la serie.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
El artículo Se establece el principio de conservación de la energía se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Cómo regular la velocidad de disolución de los biometales de las prótesis
Los biometales se usan desde hace mucho tiempo en medicina, principalmente en prótesis, pero también en elementos de unión para soldar huesos o en los stents que se emplean para solventar problemas cardiovasculares, entre otros. Los metales más utilizados tradicionalmente —el acero inoxidable y las aleaciones de titanio—presentan ventajas, como su resistencia a la corrosión en el medio fisiológico, pero también inconvenientes, como la disminución de la densidad ósea en las inmediaciones de la prótesis, que produce una pérdida de resistencia del hueso. Además, en muchas ocasiones se hace necesario realizar una segunda intervención para eliminar el material una vez que ha cumplido su función.
Para solventar dichos problemas, se están desarrollando numerosas investigaciones con otros materiales, como la familia del magnesio y sus aleaciones. “Lo que hace que este material sea especialmente atrayente es su capacidad de disolverse en el medio fisiológico, es decir, se iría disolviendo progresivamente, hasta que, una vez cumplida su misión, fuera expulsado del cuerpo de forma natural, a través de la orina”, explica Nuria Monasterio, autora del estudio realizado en la Escuela de Ingeniería de Bilbao de la UPV/EHU. Así, se evitarían segundas intervenciones en los pacientes. Otro punto fuerte del nuevo material consiste en que evita la pérdida de densidad ósea localizada que producen otros materiales más resistentes. “Además, al tratarse de un material abundante en la corteza terrestre, la materia prima tiene un costo razonable, aunque su procesado requiere ciertas precauciones que encarecen la fabricación de las aleaciones. Por lo cual, sus costos finales se sitúan a medio camino entre los del acero inoxidable y las aleaciones de titanio”.
Sin embargo, dicho metal también presenta retos, ya que “su velocidad de disolución es mayor de la deseada. Se disuelve antes de cumplir su función; por ello, el reto es alargar su vida para que esté, de alguna manera, regulada a la medida de la aplicación”, afirma Monasterio.
Existen varias técnicas para tratar de alargar la vida de las aleaciones de magnesio; esta investigación de la UPV/EHU ha optado por el recubrimiento del material con fosfato de calcio, aunque “la función del fosfato de calcio no solo es alargar la vida del propio magnesio. Se trata, además, de que el cuerpo humano lo tolere mejor y que aumente la velocidad de generación de tejidos adyacentes, una doble función que consiste en alargar la vida del material y conseguir una mejor integración. Hay que tener en cuenta que, por un lado, es el componente principal de los huesos y, por otro, está comprobado que favorece el crecimiento de los tejidos circundantes”, comenta.
Como medio para adherir la capa de fosfato de calcio a la superficie del metal, se ha empleado la electrodeposición. “Lo que perseguíamos era obtener un depósito uniforme, que no se desprendiera, y que pudiéramos variar su espesor de manera eficaz. Para ello, se han estudiado distintas variables eléctricas, para conseguir adecuar los espesores a la medida de lo que requieran las aplicaciones concretas”. Y el resultado ha sido más que satisfactorio: “además de validar el método utilizado, se ha logrado regular la calidad y el espesor de la capa de manera precisa” destaca Nuria Monasterio.
La investigadora de la UPV/EHU menciona varios retos de cara al futuro, “hemos conseguido afinar el sistema electrolítico, por lo que ahora pretendemos probar con otros biometales. Por otro lado, trabajamos en la fabricación de aleaciones de magnesio de composiciones que no supongan riesgo alguno, ya que la aleación de magnesio utilizada en esta investigación contiene aluminio, un metal perjudicial para la salud”.
Referencia:
N. Monasterio, J.L. Ledesma, I. Aranguiz, A.M. Garcia-Romero, E. Zuza.. Analysis of electrodeposition processes to obtain calcium phosphate layer on AZ31 alloy. Surf. Coat. Technol. 319 (2017) 12-22. doi: 10.1016/j.surfcoat.2017.03.060
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU Komunikazioa
El artículo Cómo regular la velocidad de disolución de los biometales de las prótesis se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Libros para enamorarse
Daniel Torregrosa, lector
Durante prácticamente toda su vida, el científico y popularizador de la ciencia Carl Sagan dio una gran importancia a la generación de entusiasmo y fascinación en la transmisión de la ciencia a la ciudadanía, algo que veía como una obligación necesaria e ineludible para el beneficio de la civilización global y de nuestra supervivencia como especie. Una faceta que Sagan predicaba con el ejemplo y resumía con su famosa sentencia: «Después de todo, cuando estás enamorado, quieres salir a contarlo a todo el mundo».
Y una forma de «salir a contarlo» puede ser la de recomendar algunos libros que pueden enamoraros de la ciencia. O al menos es mi deseo.
Para enamorarse de la Química
El tío tungsteno. Recuerdos de un químico precoz, de Oliver Sacks. Barcelona, 2003. Editorial Anagrama. Colección compactos.
En este delicioso libro de Oliver Sacks nos encontraremos con la autobiografía adolescente de este famoso neurólogo amalgamada con un buen resumen de la historia general de la química. Aparte de disfrutar y maravillarnos con las vivencias de su infancia descubriremos un relato donde la química, como ciencia apasionante como pocas, cobra un valor original y muy personal. Un viaje iniciático donde la curiosidad de Sacks le lleva a la admiración de héroes y heroínas como Carl Wilhelm Scheele, Lavosier, Marie Curie, Mendeléiev, Moseley y otros personajes conocidos de la historia de la ciencia. Una cuestión menor, pero muy curiosa, de este libro es la que nos revela Sacks como motivo de que abandonara el interés por la química cuando apenas había cumplido 14 años. La respuesta, a todas luces reveladora de la irrepetible figura de Oliver Sacks, la encontrará el lector en sus páginas.
Para enamorarse de la Física
Seis piezas fáciles, de Richard Feynman. Barcelona, 2014. Planeta. Colección Booket Ciencia.
Esta obra es una selección del libro de texto Lecciones de Física (1963) de Richard Feynman, uno de los genios más reconocibles del siglo XX. La ciencia no es una aventura fácil y mucho menos la Física, pero viendo cómo la explicaba Feynman dan ganas de matricularse en un curso avanzado de esta disciplina o directamente en el grado de Física. La forma tan clara y magistral de explicar los conceptos básicos, con ejemplos escogidos sacados de nuestro mundo cotidiano, nos embriaga desde el primer capítulo, el de los átomos en movimiento, hasta llegar al clímax final con la mecánica cuántica. Pero mi pieza favorita es la tercera, la que nos cuenta de forma muy original la relación de la física con el resto de ciencias. La épica y la lírica de la ciencia, tan habituales en Feynman, también tiene cabida en este accesible libro, que constituye una delicia absoluta para neófitos o recién iniciados.
Para enamorarse de las Matemáticas
Cartas a una joven matemática, de Ian Stuart. Barcelona, 2016. Crítica. Drakontos bolsillo.
Mediante una serie de cartas dirigidas a la joven Meg (personaje ficticio), Ian Stuart convierte este libro en toda una apología de las matemáticas, emulando al gran matemático Godfrey H. Hardy. Fresco, divertido e inspirador. Un libro que nos convence de la belleza y la importancia de esta disciplina, nos habla de las nuevas áreas de investigación como la teoría del caos o la geometría fractal, e incluso se adentra en vida académica de los matemáticos profesionales. No es uno de esos libros de introducción formal a las matemáticas, ni de paradojas o desafíos matemáticos, no es aparentemente un libro de divulgación de las matemáticas. Es el libro que te lleva a devorar todos los anteriores.
Para enamorarse de la Biología
Botánica insólita, de José Ramón Alonso con ilustraciones de Yolanda González. Pamplona, 2016. Next Door Publishers.
La primera impresión que ofrece este libro, con solo acariciar su portada, es la de estar frente a una obra maestra de la divulgación científica y el arte.
Y cuando nos sumergimos en sus páginas nos encontramos con unas historias extraordinarias y fascinantes sobre las plantas, contadas con un exquisito lenguaje literario de la mano del profesor y divulgador José Ramón Alonso Peña e ilustradas por Yolanda González.
Semillas con alas aerodinámicas, plantas carnívoras aterradoras, árboles descomunales, la inmortalidad surgida del hielo, la alquimia para detectar moléculas en el aire y modificar su comportamiento, las plantas medicinales de los neandertales y así hasta treinta y seis capítulos maravillosamente ilustrados. Goce intelectual y visual absoluto que nos hará mirar con otros ojos al reino Plantae que nos rodea.
En Editoralia personas lectoras, autoras o editoras presentan libros que por su atractivo, novedad o impacto (personal o general) pueden ser de interés o utilidad para los lectores del Cuaderno de Cultura Científica.
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Entradas relacionadas:Arte & Ciencia: Imaginario marino
El arte y la ciencia son dos formas de conocimiento aparentemente alejadas, en gran medida consecuencia de la especialización profesional y la educación compartimentada. Del estudio de esta impostada separación surgió el estereotipo de las dos culturas, las ciencias y las humanidades, para referirnos a esa brecha de conocimiento. La realidad es que la ciencia y el arte sí están conectadas y que ninguna forma de conocimiento es impermeable a otra. Por poner algunos ejemplos: ¿Cómo podría crearse una obra plástica sin las técnicas propiciadas por la ciencia? ¿Cómo podríamos interpretar la elección de materiales?
Estas y otras cuestiones relacionadas furon tratadas por destacados profesionales -artistas, ilustradores, filósofos y científicos- que han puesto el foco en ese difuso trazo que une la ciencia y el arte. El ciclo Ciencia & Arte se desarrolló, bajo la dirección de Deborah García Bello, a lo largo de cuatro jornadas que se celebraron los jueves días 6 y 27 de abril y 11 y 25 de mayo de 2017 en el auditorio del Museo Guggeheim Bilbao.
Esta actividad de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU se enmarca en el programa TopARTE que conmemora el XX Aniversario del Museo Guggenheim Bilbao.
Segunda jornada. 2ª conferencia
Clara Cerviño, bióloga e ilustradora: Imaginario marino
Las primeras ilustraciones de animales y plantas, el coleccionismo de maravillas naturales, el trabajo de los artistas… A lo largo de su historia, el ser humano ha representado la naturaleza de diferentes maneras que han jugado un papel fundamental en la generación de conocimiento científico. Pero esta influencia también se ha dado en la dirección inversa, puesto que los descubrimientos científicos han servido de inspiración y han influido en el desarrollo de técnicas pictóricas y estilos artísticos, marcando el devenir de la historia del arte.
Imaginario marinoEdición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por eitb.eus
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Entradas relacionadas:Parkinsonia parkinsoni
Todos tenemos nuestras aficiones y la de James Parkinson eran los fósiles. Nacido en 1755, este médico londinense compaginó su labor médica en Hoxton con los fósiles y llegó a tener una de las colecciones más bellas del país. Es fácil imaginarlo tras una jornada de trabajo paseándose por sus estanterías llenas de piezas bien ordenadas. Como médico ejercía en la zona norte de la ciudad, en un barrio que por la Revolución Industrial pasó de ser una zona ajardinada a una interminable sucesión de edificios de ladrillos. Esto produjo un aumento en la población y por lo tanto de pacientes, entre los cuales James empezó a detectar casos de un trastorno motor desconocido.
- Essay on the Shaking Palsy
En 1817, James Parkinson publicó “Essay on the Shaking Palsy” (Ensayo sobre la parálisis agitante), donde describe la mayoría de los síntomas clásicos motores presentes en la enfermedad de Parkinson. Actualmente es la segunda enfermedad neurodegenerativa, después del alzhéimer, con una prevalencia que aumenta según envejece la población y se estima que afecta al 1-2% de la población mayor de 65 años.
Aunque los temblores son el síntoma que más se suele asociar a la enfermedad, uno de cada cuatro pacientes no desarrolla temblores y además los problemas motores van mucho más allá: rigidez muscular, calambres, dificultad para iniciar o terminar un movimiento, temblores estando en reposo, movimientos lentos, etc. Sin embargo, tal y como el propio James señaló en su ensayo, esta enfermedad es más que un trastorno motor y también existen síntomas no motores como desórdenes en el sueño, y se ha visto que algunos de los pacientes desarrollan demencia o psicosis tras varios años con la enfermedad de Parkinson.
La causa principal de la enfermedad es la degeneración de las neuronas dopaminérgicas en la substantia nigra, que es uno de los núcleos principales de los ganglios basales (los cuales participan en la regulación de la actividad motora). Esta degeneración se debe principalmente a la aparición intracelular de unos depósitos proteicos denominados Cuerpos de Lewy, que interfieren en el funcionamiento neuronal y están compuestos mayoritariamente por α-Sinucleína. Se trata de una proteína presináptica cuya función exacta todavía no está clara, pero las mutaciones que afectan a su regulación son culpables de la mayor parte de casos de Parkinson familiar (que suponen aproximadamente el 5% del total). En el resto de situaciones las causas genéticas de cada caso no están claras, al igual que tampoco lo están los factores ambientales de riesgo (que van desde el consumo de drogas, la exposición a pesticidas o pequeños traumas cerebrales). Pero al igual que en otras enfermedades neurodegenerativas, uno de los factores que más aumenta las posibilidades de desarrollar la enfermedad es la edad: por ejemplo, a los cuarenta padecen la enfermedad aproximadamente el 0,041% de la población mientras que pasados los ochenta se supera el 1,9%.
Pasado el diagnóstico de la enfermedad, que se realiza principalmente mediante la identificación de los síntomas, la esperanza de vida ronda los 15 años. Durante todo ese tiempo el tratamiento principal para atenuar los síntomas es la administración de levodopa. Esta molécula es capaz de llegar al cerebro y allí se convierte en dopamina, por lo que su administración compensa la falta de dopamina provocada por la degeneración de las neuronas dopaminérgicas en la substantia nigra, y como consecuencia los síntomas de la enfermedad remiten. Desgraciadamente, con el paso del tiempo el efecto terapéutico de la levodopa disminuye e incluso es objeto de debate si la administración continuada de levodopa durante años puede también generar problemas en los pacientes. Por ello, también se usan otros fármacos o la estimulación cerebral profunda para combatir los síntomas.
Sin embargo, es importante recordar que todos los actuales tratamientos son paliativos: compensan temporalmente los desajustes pero no actúan sobre la causa del problema. Es como si tuviéramos un coche con el depósito de gasolina agujereado y en vez de arreglar el agujero lo único que pudiéramos hacer es suministrar continuamente más gasolina para que el coche no se pare. Además, hay que tener en cuenta que mantener a un paciente medicado durante años puede generar problemas, especialmente en casos como el párkinson donde es posible que el paciente también desarrolle otro tipo de enfermedades (por ejemplo 1 de cada 3 pacientes con párkinson desarrolla posteriormente alzhéimer) lo cual aumenta la medicación que deben tomar los pacientes, y por lo tanto las posibles complicaciones.
A día de hoy todavía es necesario un gran trabajo en investigación tanto básica como aplicada para comprender mejor la enfermedad y ser capaz de tratar su origen. Y aunque se va a tratar de un trabajo de décadas, tampoco se puede negar que ha habido una mejora sustancial en la calidad de vida de los pacientes gracias a los tratamientos paliativos: hace dos siglos cuando James Parkinson describió la enfermedad no se les podía ofrecer prácticamente ninguna ayuda a los pacientes mientras que ahora, al menos a corto plazo, es posible controlar los síntomas de la enfermedad.
James Parkinson, cuya colección de fósiles por cierto se vendió fragmentada en una subasta tras su muerte en 1824, y la mayoría de las piezas acabaron en un museo geológico de Estados Unidos. Museo donde se perdieron los fósiles a consecuencia de un incendio que destruyó el edificio. James Parkinson, quien moriría sin saber que daría nombre a una de las enfermedades más importantes del siglo XXI pero que curiosamente un año antes de su muerte se le honraría poniendo su nombre a un fósil: Parkinsonia parkinsoni.
Este post ha sido realizado por Pablo Barrecheguren (@pjbarrecheguren) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
El artículo Parkinsonia parkinsoni se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Turquía prohíbe la enseñanza de la evolución – pero la ciencia no es un sistema de creencias
James Williams
En los Estados Unidos han habido muchos intentos de eliminar la evolución del currículo escolar o exigir que el creacionismo – la idea de que toda vida fue creada por Dios – se le da el mismo trato en los libros de texto de ciencias. Si bien todos estos han fracasado, el gobierno de Turquía acaba de prohibir la evolución de su plan de estudios nacional.
Los creacionistas estadounidenses quieren que se presenten ambas opiniones, para que los niños decidan qué creer. Los esfuerzos para rechazar esto se caracterizan erróneamente como intentos de coartar el debate o la libertad de expresión para promover una ideología científica, atea, secular, frente a una cosmovisión religiosa más moral, ética y de sentido común.
La decisión de Turquía va mucho más allá. No se trata de reclamar la igualdad de trato, es una prohibición absoluta. El gobierno la justifica alegando que la evolución es “difícil de entender” y “controvertida”. Cualquier controversia, sin embargo, es una fabricada por las comunidades ultra-religiosas que buscan socavar la ciencia. Muchos conceptos en la ciencia son más difíciles que la evolución, pero todavía se enseñan.
Argumentos creacionistas
La evolución, según los creacionistas, es sólo una teoría – no está probada y, por tanto, es debatible. Los árboles evolutivos (especialmente para los seres humanos) se re-dibujan habitualmente después del descubrimiento de nuevos fósiles, demostrando lo pobre que es la teoría. Después de todo, si la teoría fuese correcta, esto no seguiría cambiando. A menudo los creacionistas plantean un reto a la ciencia para que demuestre cómo comenzó la vida, sabiendo que no hay todavía una teoría firme y aceptada. Por último, está el rey de todos los argumentos: si todos evolucionamos de los monos, ¿por qué hay monos todavía?
Estos argumentos están llenos de inexactitudes fácticas y falacias lógicas. La evolución no necesita una explicación de cómo comenzó la vida. Simplemente describe cómo la vida se desarrolla y se diversifica. Los humanos no evolucionaron de los monos – somos grandes simios. Los simios modernos, incluidos los humanos, evolucionaron a partir de especies preexistentes ahora extintas de simios. Estamos emparentados con, no descendimos de, los simios modernos.
Conceptos erróneos fundamentales creacionistas
Los creacionistas no comprenden que la evolución misma no es una teoría. La evolución sucede. La vida se desarrolla y diversifica, aparecen nuevas especies. Podemos ver las formas de vida intermedias en este momento, como peces que están en transición de vivir en tierra y los mamíferos terrestres que han realizado la transición a la vida acuática. La “teoría de la evolución” explica cómo se desarrolla la evolución. Charles Darwin y Alfred Russel Wallace describieron por primera vez el mecanismo que impulsa el cambio – la selección natural – en 1858.
Los creacionistas tampoco comprenden la diferencia entre una teoría y una ley en ciencia. Esto es algo que incluso los graduados en ciencia padecen, como he señalado en mi propia investigación. Las teorías explican conceptos científicos. Están respaldadas por pruebas y aceptadas por la comunidad científica. Las teorías son el pináculo de la explicación científica, no sólo un presentimiento o una conjetura. Sin embargo, las leyes tienen un papel diferente, describen fenómenos naturales. Por ejemplo, la ley de la gravedad de Newton no explica cómo ocurre la gravedad, describe los efectos que la gravedad tiene en los objetos. Hay leyes y teorías para la gravedad. En biología, sin embargo, hay pocas leyes, por lo que no hay ley de la evolución. Las teorías no se convierten, si tienen pruebas suficientes, en leyes. No son jerárquicas.
Una tercera cuestión es la falta de comprensión de la naturaleza de la ciencia. La ciencia no pretende encontrar alguna verdad objetiva, sino obtener una explicación de los fenómenos naturales. Todas las explicaciones científicas son provisionales. Cuando se encuentran nuevas pruebas que contradicen lo que pensamos que sabemos, cambiamos nuestras explicaciones, a veces rechazando teorías que antes se creían correctas. La ciencia siempre está trabajando para tratar de falsar ideas. Cuantas más superan esas ideas nuestras pruebas, más robustas son y mayor es nuestra confianza en que son correctas. La evolución se ha comprobado durante casi 160 años. Nunca se ha falsado. La ciencia sólo se ocupa de los fenómenos naturales, no le incumbe ni trata de explicar lo sobrenatural.
¿Por qué la prohibición es peligrosa?
Prohibir la buena ciencia socava toda la ciencia, especialmente teniendo en cuenta el lugar de la evolución como base de la biología moderna, con abundantes evidencias para apoyarla. Para la mayoría de científicos el hecho de que la evolución tenga la lugar no se cuestiona seriamente ni es algo controvertido. Cualquier controversia en las discusiones sobre la evolución trata sobre el papel que la selección natural tiene como motor de la diversidad y el cambio, o el ritmo de ese cambio.
Esta prohibición de enseñar la evolución en las escuelas turcas abre la posibilidad de que ideas alternativas no científicas puedan entrar en la enseñanza de la ciencia, desde aquellos que creen en una tierra plana a los negadores de la gravedad.
¿Cómo tratar el aparente cisma entre la creencia religiosa y la evidencia científica?
Mi investigación y enfoque ha sido distinguir entre religión, un sistema de creencias, y la ciencia, que trabaja en la aceptación de pruebas. Las creencias, incluyendo pero no limitadas a las creencias religiosas, a menudo se mantienen irracionalmente, sin pruebas, y son resistentes al cambio. La ciencia es racional, basada en la evidencia y está abierta al cambio cuando se enfrenta con nuevas pruebas. En ciencia, aceptamos las pruebas, en lugar de “elegir creer”.
La decisión de Turquía de prohibir la enseñanza de la evolución contradice el pensamiento científico y trata de convertir el método científico en un sistema de creencias, como si se tratara de una religión. Busca introducir explicaciones sobrenaturales para los fenómenos naturales y afirmar que existe alguna forma de verdad o explicación para la naturaleza más allá de la naturaleza. La prohibición es anticientífica, antidemocrática y debe oponérsele resistencia.
Sobre el autor:
James Williams es profesor de educación de la ciencia en el Sussex School of Education and Social Work de la Universidad de Sussex (Reino Unido)
Texto traducido y adaptado por César Tomé López a partir del original publicado por The Conversation el 28 de junio de 2017 bajo una licencia Creative Commons (CC BY-ND 4.0)
El artículo Turquía prohíbe la enseñanza de la evolución – pero la ciencia no es un sistema de creencias se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Miel y siropes, ¿son mejores que el azúcar?
A estas alturas, los que nos preocupamos por nuestra salud y tratamos de seguir una dieta equilibrada, sabemos que se consume más azúcar del recomendable, con las consecuencias para la salud que eso acarrea, sobre todo relacionadas con el sobrepeso y la diabetes. Por este motivo, muchos hemos buscado el ansiado sabor dulce en sustitutos del azúcar. Cada vez hay más oferta, desde el azúcar moreno, a edulcorantes como el aspartamo, el eritritol, la sacarina, la estevia, etc.
En el primer artículo de la serie «Azúcar y otros edulcorantes» concluimos que el azúcar moreno no es más saludable que el azúcar blanco. En siguientes artículos analizaremos al resto de edulcorantes. Hoy vamos a ver qué ocurre con los llamados edulcorantes naturales, como la miel y los siropes.
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¿Qué es la miel?
Las abejas recolectan el néctar de las flores (miel de flores) o las secreciones de partes vivas de plantas o excreciones de insectos chupadores de plantas (rocío de miel), lo transforman gracias a la enzima invertasa que contienen en la saliva y lo almacenan en los panales donde madura hasta convertirse en miel.
La composición de la miel es la siguiente, aunque varía según el origen del néctar y el clima:
El azúcar blanco y el azúcar moreno son sacarosa al 85-100%. La miel contiene en un 70-80% fructosa y glucosa —los monosacáridos que conforman la sacarosa—. En todos los tipos de miel, los azúcares conforman más de 85% de su composición.
Con respecto al aporte calórico, el azúcar tiene 4 kcal por gramo, mientras que la miel tiene unas 3 kcal por gramo. Esta disminución se debe al agua que contiene.
El índice glucémico (IG) de un alimento es otro valor a tener en cuenta. El IG determina la velocidad con la que un alimento hace aumentar los niveles de glucosa en sangre, de modo que los alimentos de alto IG se restringen en dietas para diabéticos o propensos a padecer diabetes. También reducen la saciedad, por lo que se suelen desaconsejar en dietas para perder peso. La miel tiene un IG de 60-65. El azúcar común tiene un IG de 70. Ambos son valores elevados y similares, así que tampoco es un dato que haga a la miel mejor que al azúcar común.
En la miel encontramos un 1% de otras sustancias que sí tienen valor nutricional, como minerales, vitaminas y aminoácidos, y es por ello por lo que se le atribuyen propiedades antioxidantes, entre otras. También contiene una pequeña porción de agua oxigenada, responsable de que en la antigüedad y en caso de emergencia, se utilizase miel como cicatrizante y bactericida.
La proporción de nutrientes es tan pequeña que necesitaríamos comer grandes cantidades de miel para que el aporte fuera significativo. Y eso es precisamente lo que no debemos hacer. El beneficio que pudiesen suponer sus nutrientes queda eclipsado por la enorme cantidad de azúcares que contiene la miel. Si queremos nutrientes, no los busquemos en la miel.
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¿Qué son los siropes?
Los siropes o jarabes son jugos que se extraen de diferentes plantas que posteriormente se tratan para eliminar parte del agua y concentrar sus azúcares. Los siropes son disoluciones acuosas con un contenido en azúcares que oscila entre el 70 y el 90%. Los más conocidos son el sirope de arce y el sirope de agave.
El sirope de arce, edulcorante típico canadiense, se extrae del tronco de diferentes tipos de arces. Es el sustituto de la miel que suele emplearse en cocina vegana. Para producir el sirope se extrae el jugo del tronco de los arces y se calienta hasta conseguir la consistencia deseada. Algunos productores además le añaden grasa en forma de manteca.
El sirope de agave se extrae del corazón del agave, planta típica de México. Para su elaboración se corta la planta y se extrae la savia, denominada aguamiel, que es consumida por los nativos como una bebida refrescante. Si la savia se fermenta obtenemos pulque, bebida alcohólica tradicional de México. También se emplea para fabricar tequila. El proceso de obtención del sirope es por degradación enzimática de los carbohidratos, principalmente fructosanos, en azucares simples. Posteriormente se filtra y se concentra por calentamiento hasta alcanzar una viscosidad similar a la miel, de forma muy parecida a cómo se obtiene el sirope de arce o cualquier otro sirope vegetal.
Tanto el sirope de arce como el sirope de agave tienen un IG de 55 y aportan una media de 3 kcal por gramo. La diferencia con el azúcar se debe a la cantidad de agua y a la elevada proporción de fructosa. La composición media de ambos siropes es:
La principal diferencia entre los siropes y la miel es que los siropes contienen una mayor cantidad media de fructosa. El sirope que más fructosa contiene es el llamado jarabe de maíz, también conocido como jarabe de maíz de alta fructosa. Aunque la fructosa y la glucosa aportan casi las mismas kcal, la fructosa tiene una capacidad edulcorante más potente, por lo que suele emplearse menos cantidad para obtener el mismo dulzor.
De media, el 5% de cualquiera de estos siropes contiene otro tipo de sustancias con valor nutricional, como vitaminas, minerales y aminoácidos, responsables, entre otras cosas, de los diferentes sabores y aromas de los siropes. El porcentaje es muy pequeño como para tenerlo en consideración como aspecto saludable, ya que, como pasaba con la miel o con el azúcar moreno, habría que consumir una elevada cantidad de estos edulcorantes para conseguir una porción significativa de nutrientes. La enorme cantidad de azúcares ensombrece la posible bondad de sus nutrientes.
Para algunos consumidores, la ventaja de este 5% de nutrientes y otras sustancias es organoléptica. De ninguna manera debería aconsejarse el consumo de miel o siropes alegando valor nutricional y otros aspectos saludables, porque no son ni ciertos ni relevantes.
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Consideraciones metabólicas de siropes, miel y otros edulcorantes de alto contenido en fructosa.
A diferencia de la glucosa, que se absorbe instantáneamente produciendo un aumento y disminución rápida de energía, la fructosa se metaboliza más despacio y en parte es almacenada como reserva por el hígado en forma de glucógeno. El exceso acaba convirtiéndose en grasa. Sin embargo, puesto que la fructosa se transforma en glucosa y produce una elevación glucémica en sangre, no se considera un edulcorante recomendable para las personas con diabetes, tal y como se creía erróneamente en el pasado.
El hecho de que toda la fructosa tenga que ser metabolizada por el hígado (mientras que la glucosa se metaboliza en todo tipo de células) tiene implicaciones sobre la salud. Actualmente se está analizando la relación entre un consumo excesivo de fructosa y algunas patologías como la diabetes tipo II, la obesidad y sus enfermedades cardiovasculares asociadas, el hígado graso no alcohólico y el síndrome metabólico. Patologías que, hasta ahora, asociábamos al consumo excesivo de azúcar común, entre otros, y que hoy en día extendemos a estos otros edulcorantes de elevado contenido en azúcares como la fructosa.
Puede resultar curioso que un alimento con un IG medio, como muchos siropes, esté relacionado con la obesidad. Esto tiene una razón metabólica que lo explica: el hígado focaliza toda la actividad en la fructosa, lo que causa un cese en la actividad digestiva normal. La consecuencia es que se reducen los niveles de insulina y leptina, y aumenta el nivel de la hormona ghrelina, encargada de controlar el apetito, con lo cual, cuando consumimos fructosa, no sentiremos saciedad.
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Conclusiones
La recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es reducir el consumo de azúcar libre hasta los 25 g diarios (exactamente al 5% de las calorías diarias consumidas). En la recomendación de la OMS se hace una clara distinción entre azúcar libre y azúcar intrínseco. El azúcar intrínseco es el que de serie contienen las frutas y las verduras, y sobre el que no hay restricción de consumo. El azúcar libre es el que sí debemos minimizar. El azúcar libre lo añadimos a los alimentos como azúcar común y es el que se utiliza como un ingrediente más en alimentos procesados (sean aparentemente dulces o no). La OMS también denomina azúcar libre la miel y los siropes, ya que su consumo ocasiona una respuesta metabólica de consecuencias análogas a las que produce el consumo de azúcar común.
Tanto la miel como los siropes tienen un contenido en azúcares elevado, que varía entre el 70% y el 90%. El resto es agua, y una cantidad mínima de nutrientes, vitaminas y minerales. Estos nutrientes son tan escasos que, cualquiera de las propiedades beneficiosas que pudiesen aportarnos, quedan ensombrecidas por el alto contenido en azúcares. Si queremos nutrientes, no los busquemos en la miel o en los siropes.
En definitiva, si la recomendación es disminuir la ingesta de azúcar libre, disminuyámosla, no busquemos soluciones mágicas. Tanto la miel como los siropes son azúcares con nombres y presentaciones atractivas, que evocan salud y naturalidad. Son azúcares con un bonito disfraz.
Principales fuentes consultadas:
- Recomendaciones sobre el consumo de azúcares de la Organización Mundial de la Salud [PDF]
- Wikipedia: Maple syrup.
- Directo al paladar: Qué es el sirope de agave, origen y usos en la cocina.
- Morselli, Mariafranca; Whalen, M Lynn (1996). “Appendix 2: Maple Chemistry and Quality”. In Koelling, Melvin R; Heiligmann, Randall B. North American Maple Syrup Producers Manual. Ohio State University.
- Gominolas de petróleo: ¿Es cierto que la miel no se estropea?
- El comidista: ¿Existen alternativas sanas al azúcar?
- Forristal, Linda (2001). The Murky World of High-Fructose Corn Syrup.
- Teff, K. L.; Elliott, S. S., Tschöp, M., Kieffer, T. J., Rader. D., Heiman, M., Townsend, R. R., Keim, N. L., D’Alessio, D., Havel, P. J. (2004). “«Dietary fructose reduces circulating insulin and leptin, attenuates postprandial suppression of ghrelin, and increases triglycerides in women.» J Clin Endocrinol Metab. 89 (6): 2963-72.
Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica
El artículo Miel y siropes, ¿son mejores que el azúcar? se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Nanotubos de carbono y regeneración neuronal
Cuando hablamos de nanotecnología aplicada a la medicina surgen preguntas muy básicas, como ¿qué pasa si permitimos que interactúen neuronas con nanotubos de carbono? ¿Será tóxico, pierden las neuronas sus capacidades, mueren? Precisamente un equipo de investigadores en el que participa Maurizio Prato, profesor Ikerbasque en CIC biomaGune, ha investigado los posibles efectos sobre las neuronas de la interacción con los nanotubos de carbono. Y han encontrado algo tremendamente interesante y potencialmente muy importante.
Los científicos han demostrado que estos nanomateriales pueden mediar en la formación de sinapsis, esas estructuras especializadas a través de las cuales las células nerviosas se comunican, y modular mecanismos biológicos, como el crecimiento de las neuronas, como parte de un proceso autorregulado. Este resultado, que muestra hasta qué punto la integración entre las células nerviosas y estas estructuras sintéticas es estable y eficiente, pone de relieve las grandes potencialidades de los nanotubos de carbono como materiales capaces de facilitar la regeneración neuronal o para crear una especie de puente artificial entre grupos de neuronas cuya conexión se haya visto interrumpida. Las pruebas in vivo ya han comenzado.
Tan espectacular como suena, los nanomateriales representan hoy día la mejor esperanza para el tratamiento de personas con daños en su médula espinal. Estos materiales se usan tanto como andamiaje, dando soporte estructural, como interfaces para permitir la comunicación entre neuronas.
Sin embargo, todavía hay que considerar muchas cuestiones. Entre ellas el impacto en la fisiología neuronal de la integración de estas estructuras nanométricas con la membrana celular. Si, por ejemplo, el mero contacto provocara un aumento vertiginoso del número de sinapsis, estos materiales serían esencialmente inutilizables. Esto es precisamente lo que se ha investigado en este estudio.
Los resultados de la investigación son muy alentadores: se ha comprobado que los nanotubos no interfieren en la composición de los lípidos, en particular del colesterol, que constituyen la membrana celular en las neuronas; estos lípidos de la membrana juegan un papel muy importante en la transmisión de las señales a través de las sinapsis. Y los nanotubos no parecen influir en este proceso, lo que es muy importante.
La investigación también ha destacado el hecho de que las células nerviosas que crecen sobre el substrato de nanotubos, gracias a esta interacción, se desarrollan y alcanzan la madurez muy rápidamente, llegando finalmente a una condición de homeostasis biológica, es decir, este crecimiento no es indiscriminado e ilimitado sino que se consigue llegar a un equilibrio fisiológico.
La consecución de este equilibrio es un aspecto de fundamental importancia . Efectivamente, no solo los nanotubos de carbono funcionan excelentemente en términos de duración, adaptabilidad y compatibilidad mecánica con el material biológico, también estamos ante una interacción eficiente.
Si las pruebas in vivo salen bien, se habrá dado un paso en una dirección muy prometedora para recuperar funciones neurológicas perdidas.
Referencia:
Niccolò Paolo Pampaloni, Denis Scaini, Fabio Perissinotto, Susanna Bosi, Maurizio Prato, Laura Ballerini (2017) Sculpting neurotransmission during synaptic development by 2D nanostructured interfaces nanomedicine doi: 10.1016/j.nano.2017.01.020
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Este texto es una colaboración del Cuaderno de Cultura Científica con N
El artículo Nanotubos de carbono y regeneración neuronal se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:El gran cuatro, o los números siguen estando locos
Teniendo en cuenta que el número cuatro va a ser protagonista de la entrada de hoy en la sección Matemoción del Cuaderno de Cultura Científica, vamos a empezar con una obra de arte relacionada con este número.
Hace tres años publiqué una entrada en el Cuaderno de Cultura Científica que llevaba el título “Los números deben estar locos”. En la misma hablábamos de “pueblos primitivos” (algunos de los cuales siguen existiendo hoy en día, o lo han hecho hasta el siglo XX, como “los bosquimanos del África austral, los zulúes y los pigmeos del África central, los botocudos del Brasil, los indios de Tierra de Fuego, los kamilarai y los aranda de Australia, los indígenas de las Islas Murray o los vedas de Ceilán”) cuyos sistemas para contar eran muy básicos, ya que prácticamente solo disponían de palabras para el “uno” y el “dos”.
Algunos pueblos, como los bergdama – darama– del Sur de África (zona de Namibia), solo tenían tres palabras, para “uno” y “dos “, y para todo lo que fuera mayor que dos utilizaban la palabra “muchos”.
Otros pueblos, por ejemplo, los bosquimanos (que son los protagonistas de la película Los dioses deben de estar locos), los botocudos de Brasil, los arana de Australia, los indígenas de las islas Murray o ciertas tribus del estrecho de Torres, no tenían más palabras para los números, pero habían desarrollado un sencillo “método para contar por pares”, que les permitía llegar un poco más allá del número dos. Este consistía en disponer de un nombre para los números “uno” (1) y “dos” (2), pero a partir de ellos dar nombre a los demás números como composición aditiva de estos, es decir, el número 3 recibía el nombre 2 + 1, el número 4 se nombraría 2 + 2, para el 5 se utilizaría la expresión 2 + 2 + 1, y así hasta el número más alto que utilizaran.
Otro ejemplo de pueblo que contaba por pares, que nos sirve para mostrar la dinámica del sistema de contar por pares, eran los bakairi de Sudamérica, en concreto, del centro de Brasil. Los bakairi se llaman a sí mismos kurâ, que significa, ser humano, gente. Estos utilizaban la palabra “tokále” para “uno” y “aháge” (o también “azáge”) para “dos”, y contaban hasta “seis” con un sistema por pares puro… “aháge tokále” (3), “aháge aháge” (4), “aháge aháge tokále” (5) y “aháge aháge aháge” (6).
Incluso, en uno de sus cuentos populares se narra que el héroe taló cinco árboles, pero utilizan tres frases para expresarlo, así… “Él taló dos árboles. De nuevo, él taló dos árboles. Él taló un árbol más”.
Los bakairi no cuentan más allá del 6 que hemos mencionado arriba, “aháge aháge aháge”, lo cual puede parecer una tontería para nosotros, ya que puede pensarse que es igual de fácil contar 7 como “aháge aháge aháge tokále” y 8 como “aháge aháge aháge aháge”, como de hecho sí hace algún otro pueblo. Sin embargo, el problema está en la dificultad que entrañaba para estos pueblos el hecho de tener que contar cuantas veces han dicho la palabra aháge cuando están hablando.
Para pueblos con un sistema de numeración tan básico resulta difícil diferenciar entre la expresión de 2 + 2 + 2, que da nombre al 6, y de 2 + 2 + 2 + 2, que da nombre al 8, y más aún diferenciar a estos de la expresión para el número 10, es decir, 2 + 2 + 2 + 2 + 2. Por este motivo, como se explicaba en “Los números deben estar locos”, algunos pueblos “primitivos” desarrollaron un método de contar por pares modificado (incluyendo en ocasiones nombres para otros números, como 3 o 4), en los cuales el número 6 podía decirse “dos veces tres” (2 x 3), como los zapara de América del Sur, para los que 7, el número más alto para ellos, era por lo tanto, “dos veces tres más uno” (2 x 3 + 1). También, hay pueblos que denominan al 6 como “tres veces dos” (3 x 2), un ejemplo son los salinas de América del Norte, que además tienen otras variaciones interesantes como que 7 se dice “ocho menos uno” (8 – 1), donde 8 es “cuatro veces dos” (4 x 2) y 9 es “diez menos uno” (10 – 1).
Un análisis más detallado del método de contar por pares, con múltiples ejemplos, puede leerse en el libro “Numbers through the ages”, de Graham Flegg.
Ante la dificultad de contar hasta números más grandes con el método de contar por pares, diferentes pueblos desarrollaron otros métodos con un número algo mayor de números. Un método algo mejor, aunque no muy común, fue el método de contar por cuartetos, es decir, en grupos de cuatro. En el libro de Graham Flegg se mencionan dos ejemplos de América del Sur, los lulu (debe estar refiriéndose a los lule de Argentina, que hoy en día ya no existen) y los charrúas (de la zona de Uruguay), que cuentan hasta 9 utilizando este método.
Por ejemplo, las palabras en la lengua Lule para los cuatro primeros números son alapeà (1), tamop (2), tamlip (3) y locuèp (4). A partir de ahí cuentan hasta el número 9 de la siguiente forma: locuèp moitlé alapeà (5), es decir, “uno después de cuatro”; locuèp moitlé tamop (6), “dos después de cuatro”; locuèp moitlé tamlip (7), “tres después de cuatro”; locuèp moitlé locuèp (8), “cuatro después de cuatro”; locuèp moitlé locuèp alapeà (9), “ocho y uno”. Al parecer, luego fueron ampliando su vocabulario para alcanzar números más altos, que ya no seguían el método por cuartetos, sino más bien un sistema entre base 10, como puede leerse en Arte y vocabulario de la lengua lulé y tonocoté (1732), del Padre Antonio Machoni de Cerdeña, de la Compañía de Jesús.
Las lenguas Chumash, un pueblo de América del Norte, de la zona de california, cuyos primeros asentamientos datan de hace más de 10.000 años, utilizan el sistema de contar por cuartetos. Hay cuatro lenguas ya extintas dentro de esta familia, el barbareño, el ineseño, el bispeño y el ventureño, cada una con sus características para nombrar a los números, aunque todas con un sistema en base cuatro. Aquí mencionaremos fundamentalmente el Ventureño.
En general, el sistema para contar los números en las lenguas Chumash es por grupos de cuatro, con nombres para los cuatro primeros números, y se cuenta hasta 32. Las únicas palabras además de estas cuatro, son los múltiplos de cuatro. Por ejemplo, en el ventureño se utilizan las palabras pakeʼet (1), ʼiškom̓ (2), masǝx (3) y tskumu (4), y además, malawa (8) y tšikipš (16).
Los siguientes números, 5, 6 y 7, serían esencialmente 4 + 1, 4 + 2, 4 + 3. De hecho, se expresan mediante palabras que implican al 1, 2 y 3, junto a un prefijo yǝti- cuyo significado es “cuatro”. “Cinco”, yǝtipake’es (5), “seis”, yǝti’iškom̓ (6), “siete”, yǝtimasǝx (7).
Como se explica en el libro Native American Mathematics, de Michael P. Closs, la palabra para 9 no es, como se podría esperar en un sistema basado en el cuatro, 8 + 1, sino la expresión tspa (9), que podría estar relacionada con el hecho de que el prefijo pa- suele utilizarse para “uno”, de donde tspa tendría un significado algo así como “es uno”, que puede ser una derivación de otro término anterior. Lo cual tiene sentido si tenemos en cuenta que la expresión para “diez” es ka’aškom (10) cuyo significado literal sería “añade dos” o “y dos”, donde el dos es el sufijo -’aškom (una ligera modificación del original -’iškom), ya que en ventureño “y” está dado por los prefijos kal- o kan-.
Una palabra bastante misteriosa es la utilizada para “once”, tǝlu (11), cuyo origen es desconocido. Michael P. Closs busca alguna relación con el número tres de alguna lengua cercana, pero no encuentra una explicación satisfactoria.
El número “doce” es un múltiplo de cuatro que no tiene una palabra especial, sino que utiliza la expresión lógica, en un sistema basado en el cuatro, “tres veces cuatro”, es decir, masǝx tskumu (12). Y los siguientes serían “doce más uno”, masǝx tskumu kampake’et (13), “dieciséis menos dos”, ’iškom̓ laliet (14), cuya expresión “latiet” me es desconocida, “dieciséis menos uno”, pake’et siwe (15), cuya expresión literal es “menos uno”, ya que se está refiriendo a pake’et siwe (tšikipš), donde tšikipš es la palabra utilizada para “dieciséis”.
Y sigue de una forma similar. La palabra para “diecisiete” es tšikipš kampake’et (17), es decir, “uno más que dieciséis”. Además, como ocurría en la anterior tanda, si se tiene en cuenta que la palabra para “veinte” es tskumu’uy (20), los números 18 y 19 utilizan las expresiones ’iškom̓ siwe tskumu’uy (18), “veinte menos dos”, y pake’et siwe tskumu’uy (19), “veinte menos uno”. Pero fijémonos un poco en la palabra para “veinte”, tskumu’uy, que tiene un prefijo tskumu-, cuatro, al que se añade el sufijo -’uy, cuyo significado es desconocido, pero debería expresar algo así como “cinco veces”.
En general, en todos los grupos de cuatro el sistema es el mismo, teniendo en cuenta en nombre de los múltiplos de cuatro correspondientes. Nos faltan por mencionar las palabras para “veinticuatro”, “veintiocho” y “treinta y dos”. “Veinticuatro” es itsmaxmasǝx (24), que debería ser algo así como “seis veces cuatro”, pero no queda claro, por una parte está masǝx que es 3 y itsmax- podría ser un prefijo para “doble”. La palabra utilizada para “veintiocho” era yitimasǝx (28), que si nos fijamos en como se dice 7, yǝtimasǝx, sería de nuevo algo así como “siete veces (cuatro)”. Y “treinta y dos” tenía la palabra ’iškom̓ tšikipš (32), es decir, “dos veces dieciséis”.
Veamos todo junto en una tabla:
También existen sistemas de numeración basados en el cuatro en la zona de Indonesia y Papúa Nueva Guinea. Por ejemplo, la lengua del pueblo kewa (que lo hablan unas 100.000 personas), de las Tierras Altas de Papúa Nueva Guinea utiliza, según Karl y Joyce Franklyn, en su artículo The Kewa Counting, dos sistemas de numeración, uno en base cuatro y otro basado en las partes del cuerpo.
El sistema en base cuatro también tiene nombres relacionados con el cuerpo, en particular, con la mano. Los nombres de los cuatro primeros números son pameda (1), que es la palabra para “meñique”, el dedo pequeño de la mano, lapo (2), que es el “anular”, repo (3), el dedo “medio” o “corazón” y ki (4), el “índice”. La palabra para “mano” es también ki, es decir, los cuatro dedos (meñique, anular, medio, índice) son una mano y el “pulgar”, que en la lengua Kewa se dice kode está aparte.
La palabra para “cinco” es precisamente kode (5), el pulgar, mientras que para “seis” es kode lapo (6), es decir, “dos pulgares”, y “tres pulgares” es la expresión para designar el número “siete”, kode repo. Por lo tanto, el pulgar sería como un “uno” que se va añadiendo a la mano, al cuatro.
En el siguiente cuadro vemos todas las palabras para los números hasta el 20:
(*) La palabra para “dieciséis” siguiendo la regla común para el resto debería ser ki ki, es decir, “cuatro manos”, pero no utilizan la repetición, sino que hacen uso de la palabra principal que se suele utilizar para designar el dedo índice, mala, luego ki mala es “cuatro veces cuatro”. Por cierto, que entendiendo que la expresión ki mala hace referencia al dedo índice, que según ellos es el que enseña, “enseñar” se dice ki mala.
(**) Aquí se hace uso de otra palabra para pulgar, su, luego “veinte” es “cinco veces cuatro”, ki su.
Y también se encuentran sistemas basados en el cuatro en África. Por ejemplo, la lengua Nyali de la Republica del Congo, perteneciente a las lenguas Bantu utiliza un sistema en base 4. En el artículo Rarities in Numeral Systems, de Harald Hammarström, se explica brevemente el esquema de los nombres para la lengua Nylai, por ejemplo, 8 = 2 x 4, 9 = 2 x 4 + 1, 13 = 12 + 1, 14 = 12 + 2, 16 = 2 x 8, 17 = 2 x 8 + 1, aunque 20 = 2 x 10.
En el libro Afrique et Mathématiques, de Dirk Huylebrouck, se explica que realmente es un sistema mixto basado en los números 4, 6 y 24 = 4 x 6. Algunas de las palabras para los números son: ingane (1), iwili (2), iletu (3), gena (4), boko (5), madea (6), mayeneka (7), bagena (8), que significa “el plural de cuatro”, …, bwa (24) o mabwabwa (576 = 242).
Graham Flegg menciona dos pueblos con sistemas, más o menos, basados en el número 4, los afudu y los huku, de África, cuyas palabras para los números serían equivalentes a las siguientes expresiones:
Vamos a terminar con el ejemplo de una lengua que utiliza la base 8, por supuesto, sin tener a 4 como sub-base, y que cuenta en este sistema hasta 32. Es el lenguaje del pueblo pamé, ubicado en la zona del estado de San Luis Potosí de México. En concreto, vamos a hablar de la variante de la lengua de los pamé del norte.
El sistema de números, en base 8, en pamé es:
Y terminamos con otra obra de arte que tiene como protagonista al cuatro.
Bibliografía
1.- Georges Ifrah, Historia universal de las cifras, Espasa Calpe, 2002.
2.- Graham Flegg, Numbers through the ages, Macmillan, Open University, 1989.
3.- The living museum of the Darama
4.- Povos indigenas no Brasil, Bakairi
5.- Native Languages of the Americas
6.- Padre Antonio Machoni de Cerdeña, de la Compañía de Jesús, Arte y vocabulario de la lengua lulé y tonocoté, 1732.
7.- Michael P. Closs, Native American Mathematics, University of Texas Press, 2010.
8.- Karl y Joyce Franklyn, The Kewa Counting, The Journal of the Polynesian Society, Vol. 71, No. 2 (June, 1962), pp. 188-191.
9.- Harald Hammarström, Rarities in Numeral Systems, Rethinking universals: How rarities affect linguistic theory 45, 11-53.
10.- Dirk Huylebrouck, Afrique et Mathématiques, Asp / Vubpress / Upa, 2008.
Sobre el autor: Raúl Ibáñez es profesor del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaborador de la Cátedra de Cultura Científica
El artículo El gran cuatro, o los números siguen estando locos se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Evolución de los sistemas nerviosos: el sistema central de vertebrados
Dentro del sistema nervioso de los vertebrados solemos diferenciar, porque nos resulta de cierta utilidad, dos subsistemas: sistema central y sistema periférico. El central consta del encéfalo y la médula espinal. El periférico, por su parte, está formado por las fibras nerviosas que transmiten información entre las diferentes zonas del cuerpo y el sistema central. La mayor parte de los cuerpos celulares o somas se encuentran en el encéfalo o la médula espinal, aunque el sistema periférico cuenta con ganglios –que retienen una disposición semejante a la de otros animales segmentados- en los que se agrupan cuerpos celulares de la mayor parte de las neuronas sensoriales no encefálicas y los de algunas neuronas (no motoras) de órganos efectores.
El sistema nervioso central de vertebrados se halla conectado con nervios craneales y nervios espinales. La médula espinal recibe estímulos sensoriales y envía respuestas motoras hacia la periferia. El encéfalo recibe señales directamente, a través de los nervios craneales, y también a través de la médula espinal. También controla los efectores de la cabeza y modula la actividad de la médula.
Los encéfalos de los vertebrados tienen una estructura común que contiene tres regiones principales: encéfalo anterior, que se subdivide, a su vez, en telencéfalo y diencéfalo; encéfalo medio o mesencéfalo; y encéfalo posterior, que se subdivide en metencéfalo y mielencéfalo. Se suele hacer referencia a esas cinco subdivisiones (telencéfalo, diencéfalo, mesencéfalo, metencéfalo y mielencéfalo) como las vesículas encefálicas del sistema nervioso embrionario, pero sirven igualmente para caracterizar la anatomía encefálica de vertebrados plenamente desarrollados.
En el telencéfalo se encuentran las siguientes áreas neuronales: la corteza cerebral, donde se procesan señales sensoriales, se integra la información y se elaboran respuestas motoras; el hipocampo, implicado en el aprendizaje y la memoria; los ganglios basales, responsables del control motor; y el sistema límbico, implicado en la elaboración de las emociones. En el diencéfalo se encuentran el tálamo, implicado en el procesamiento y filtro (antes de llegar a la corteza) de las señales sensoriales (salvo las olfativas), y el hipotálamo, cuya función más importante es la regulación de gran parte de las funciones hormonales y, por lo tanto, la coordinación entre los sistemas nervioso y endocrino. En el mesencéfalo se encuentran el tubérculo cuadrigémino superior y el tubérculo cuadrigémino inferior, responsables, respectivamente, de la integración visual y de la auditiva. En el metencéfalo se encuentran el cerebelo, que realiza la coordinación motora, y el puente de Varolio o protuberancia, que se ocupa del control motor descendente. Y finalmente, al mielencéfalo corresponde la médula, área cuya función consiste en el control autonómico y control respiratorio.
Cuatro principios rigen la organización funcional de los encéfalos de la mayoría de vertebrados, incluidos los mamíferos. El primero se refiere a la localización de la función: áreas encefálicas específicas desempeñan funciones especializadas. Aunque eso no quiere decir que cada área sólo intervenga en una función ni que una función corresponda exclusivamente a un área. El segundo se refiere a la importancia del tamaño: cuantas más neuronas haya en un área determinada más compleja es la integración que se desarrolla en esa área. El tercero se refiere a la existencia de mapas encefálicos, sobre todo corticales: la organización anatómica corporal tiene su reflejo en representaciones topográficas o mapas. Los mapas reflejan tanto la procedencia topográfica de los estímulos sensoriales como el destino de las señales motoras. Pero hay áreas del cerebro que carecen de organización topográfica. Y el cuarto principio se refiere a la plasticidad de los circuitos nerviosos: las conexiones entre neuronas no son fijas, sino que cambian con el desarrollo, la maduración y la experiencia.
En anotaciones futuras nos ocuparemos de la organización y funciones concretas de las diferentes áreas corticales y subcorticales del encéfalo.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo Evolución de los sistemas nerviosos: el sistema central de vertebrados se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Se intuye la conservación de la energía (2)
Un año antes de la observación de Joule, Julius Robert Mayer, un médico alemán, también había propuesto una ley general de conservación de la energía. Mayer no había hecho experimentos cuantitativos; pero había observado procesos corporales que implicaban calor y respiración. También había utilizado los datos publicados por otros científicos sobre las propiedades térmicas del aire para calcular el equivalente mecánico del calor, obteniendo aproximadamente el mismo valor que había obtenido Joule.
Mayer pertenecía a la escuela filosófica alemana ahora conocida como Naturphilosophie o “filosofía de la naturaleza.” Esta escuela, relacionada con el movimiento romántico, floreció a finales del XVIII y principios del XIX. Según la Naturphilosophie, los diversos fenómenos y fuerzas de la naturaleza -como la gravedad, la electricidad y el magnetismo- no están en realidad separadas unas de otras, sino que son manifestaciones de alguna fuerza natural “básica” unificadora. Esta filosofía por lo tanto alentó los experimentos que buscaban esa fuerza subyacente y las conexiones entre las diversas clases de fuerzas observadas en la naturaleza.
Los pensadores más influyentes de la Naturphilosophie fueron Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling. Ninguno de estos hombres fue lo que hoy llamaríamos un científico, aunque Goethe escribió extensamente sobre geología y botánica, y desarrolló una teoría de colores que difería de la de Newton. Goethe se considera generalmente el más importante poeta y dramaturgo en lengua alemana, mientras que Schelling era un filósofo. Ambos hombres tuvieron gran influencia en la generación de científicos europeos educados en las primeras décadas del siglo XIX.
Los filósofos de la naturaleza estuvieron estrechamente asociados con el movimiento romántico en la literatura, el arte y la música y los románticos protestaron contra la idea del Universo como una gran máquina, la “máquina del mundo newtoniana”. Esta idea les parecía moralmente vacía y artísticamente inútil (véase a este respecto Anticiencia: La unidad perdida). Se negaron a creer que la riqueza de los fenómenos naturales, incluyendo el intelecto humano, las emociones y las esperanzas, pudieran entenderse como el resultado de los movimientos de las partículas; por cierto, una opinión que en realidad casi ningún científico ni hace hoy ni hacía entonces, ni la defiende hoy ni la defendía entonces (aunque siempre hay algún vaquesfericista, esto es, aquel que tiende a la sobresimplificación de tratar a la vaca como una esfera).
Un punto muy importante del ideario de la Naturphilosophie decía que la naturaleza podía ser entendida como es en realidad solo por observación directa, o “experiencia”. Pero no nos confundamos, no querían decir lo que nosotros entendemos ahora por observación. Para ellos no se debían usar aparatos “artificiales”, sólo los sentidos, los sentimientos e las intuiciones. Para Goethe, el objetivo de su filosofía era “descubrir la fuerza más íntima que ata al mundo y guía su curso”. Si el lector encuentra un parecido extraordinario con las pseudociencias no se extrañe, al final es lo mismo.
Aunque su énfasis en la unidad de la naturaleza llevó a los seguidores de la Naturphilosophie a algunas ideas muy útiles -como el concepto general de la conservación de la energía-, su prejuicio romántico y anticientífico hizo que fuese disminuyendo su influencia conforme se acumulaban los éxitos de la ciencia. Pasado la mitad del siglo XIX, los científicos que antes habían reconocido su influencia, incluyendo Mayer, ahora se oponían furibundamente. De hecho, la oposición de algunos científicos dudaron alrincipio de la ley de conservación de la energía simplemente por su desconfianza en la Naturphilosophie. Y es que los científicos son personas que, como todas las personas, no piensan en un vacío intelectualmente aséptico, aunque a muchos les cueste reconocer la influencia que las ideas de su tiempo tienen en uno u otro sentido en sus argumentaciones. Por ejemplo, William Barton Rogers, fundador del Instituto de Tecnología de Massachusetts, escribió en 1858:
Me parece que muchos de los que están discutiendo esta cuestión de la conservación de la fuerza [ahora diríamos energía] se están hundiendo en la niebla del misticismo.
Sin embargo, la ley fue aplicada tan rápidamente y con tanto éxito en las ciencias físicas que sus orígenes filosóficos pronto fueron olvidados. Sin embargo, este episodio es un recordatorio de que, si bien en el trabajo diario cotidiano de los científicos físicos, el experimento y la teoría matemática son las guías habituales, para conseguir un avance realmente importante en ciencia, la especulación filosófica también puede desempeñar un papel importante. Los trabajos de Albert Einstein y Niels Bohr, entre otros muchos, son magníficos ejemplos de ello.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
El artículo Se intuye la conservación de la energía (2) se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Evolución del asesinato
Fue David Buss el que, en 2005, afirmó que los humanos han desarrollado, en el proceso de la evolución, poderosas adaptaciones psicológicas que les llevan al crimen como un medio para resolver los problemas específicos que se presentan en la lucha evolutiva por la supervivencia y la reproducción. Es una buena hipótesis para comenzar este capítulo. Por tanto, es la selección natural la que ha reunido una serie de mecanismos psicológicos para el homicidio que llevan a resolver problemas adaptativos concretos.
También conocemos alternativas al asesinato que significan una victoria en la lucha pero no son letales para el perdedor. Seguramente ha existido una competencia o, mejor, una selección simultánea, entre el asesinato y esas otras conductas que no incluyen la muerte de una persona. Sin embargo, Duntley y Buss afirman que no sabemos cuales son los factores que llevan al asesinato y, por tanto, tampoco los que llevan a otras conductas que lo evitan, como pueden ser el altruismo, la empatía o las relaciones de pareja y de grupo.
José María Jarabo: Por el honor de mi dama
Se llamaba José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez-Morris y, cuando ocurrieron los hechos que aquí narramos, era sobrino del Presidente del Tribunal Supremo, José María Ruiz Jarabo que, años más tarde, sería nombrado Ministro de Justicia. Hay quien asegura que nuestro protagonista fue el inventor de la muchas veces utilizada frase “¡No sabe usted con quien está hablando!”, y que la pronunció al ser detenido. Asesinó a cuatro personas, entre el 19 y el 21 de julio de 1958, en las calles Lope de Rueda y Alcalde Sáinz de Baranda de Madrid, casi haciendo esquina. El 22 de julio se descubrieron los crímenes, y ese mismo día fue detenido. Convicto y confeso, fue juzgado el 29 de enero de 1959 y ejecutado el 4 de junio del mismo año. Fue el último ejecutado a garrote vil.
Eran los asesinatos de un “niño bien”, con una vida azarosa, pues ya había pasado por la cárcel en Estados Unidos; y fueron también los crímenes de un machista, de un mujeriego, de un caprichoso, en fin, de un asesino “porque yo me lo merezco”.
De 35 años, Jarabo procedía de una buena familia, antiguo alumno de El Pilar, vivero de ministros, residía en el chalet de su familia en la calle Arturo Soria y llevaba ocho años, desde que volvió de América, entre juergas y drogas, mujeres y alcohol, sobre todo alcohol. Estaba arruinado y, aunque su madre, desde Puerto Rico, le enviaba dinero, no le llegaba para todos sus gastos y sus crecientes deudas.
Nacido en Madrid el 28 de abril de 1928, educado en buenos colegios en España y Estados Unidos, regresó a España en 1950 mientras su familia permanecía en Puerto Rico. En un año gastó los 15 millones de pesetas que traía. En 1958, año de los hechos, sólo tenía deudas e, incluso, había hipotecado el chalet de Arturo Soria. Hijo mimado de una familia respetable y muy conocida en Puerto Rico, ya desde joven el alcohol, las drogas y las mujeres le lanzaron a la delincuencia. Se casó al acabar sus estudios con una respetable señorita, con la que tuvo un hijo, y que se divorció cuando Jarabo fue expulsado a España.
A los veinte años fue detenido en Nueva York y condenado por trata de blancas a nueve años de cárcel en el penal de St. Louis, en Missouri; cumplió dos y en 1950 fue deportado a España, a donde llegó con los 15 millones que le dio su familia para instalarse. Pero de nuevo su vida de juergas y drogas le arruinaron, a pesar de recibir periódicamente dinero de su madre y de una de sus tías desde Puerto Rico. En Madrid, compraba y vendía coches, hipotecó el chalet de Arturo Soria e, incluso, vendió una patente para fabricar lámparas de neón que era propiedad de su padre. La leyenda cuenta que se llevaba a las mujeres de calle por su enorme verga y su insaciable afán sexual. Rumboso, simpático, seductor y dominante, las mujeres eran para Jarabo una droga y pasaba, sin problemas, de asuntos de amor profundo y romántico a amigas de una sola noche o a prostitutas.
Su historial delictivo en España, tras su regreso en 1950, es el de un delincuente violento y peligroso. Llega a primeros de mayo de 1950 y el 23 de ese mes ya tiene una denuncia por golpear a una mujer. En 1951, en enero y marzo, otras dos denuncias por la misma causa; en junio del 54, chantaje; en el 55, hurto y daños; en agosto del 55, estafa; en junio del 56, de nuevo estafa; en marzo del 57, allanamiento de morada; y así llegamos a 1958, año de los sucesos que aquí narramos. Además, era conocida su costumbre, parece que traída de los peligrosos ambientes en que se había movido en Estados Unidos, de llevar siempre una pistola cargada en el bolsillo. Era una Browning FN calibre 7.65, de fabricación belga. Es el arma que usó en los asesinatos.
Una de sus amantes era la inglesa Beryl Martin Jones, casada, que había prestado a Jarabo un anillo de diamantes, regalo de su marido, para que cubriera sus deudas. Ahora lo reclamaba pues su matrimonio peligraba si no conseguía mostrárselo a su marido. Nada menos que el argumento de “Los tres mosqueteros”, un siglo después y, desde luego, Jarabo no es el caballeroso D’Artagnan. Pero sí es, como él mismo afirma, “un caballero español”, y hará todo lo que sea necesario para salvar el honor de su dama. Aunque, quizá, los motivos no fueron tan caballerosos: él mismo declaró en los interrogatorios tras su detención que necesitaba dinero pues planeaba instalarse en Palma de Mallorca como psiquiatra y ya había adquirida en aquella ciudad un chalet a nombre de Jaime Martín Valmaseda. Sin embargo, también en esos interrogatorios, declaró que no quería matar a nadie pero “no tuvo más remedio”.
Beryl Martin Jones estaba casada con un francés y vivía en Lyon. Viajó a Madrid en el verano de 1957, como turista, para meditar sobre un matrimonio que no marchaba demasiado bien. Conoció a Jarabo en las noches de la capital y comenzó el idilio. Pero el dinero se terminó, comenzaron los problemas para la pareja, y llegó el empeño del anillo que tantas desgracias traería. Beryl enfermó y vino el marido y la convenció de volver a casa. Jarabo y Beryl no volverían a verse. Más adelante, declararía a la policía que Beryl era “la única mujer a la que había logrado amar”.
En su momento, había empeñado el anillo en la Casa Jusfer, sita en la calle Alcalde Sáinz de Baranda. Obtuvo 4000 pesetas, pero tuvo que dejar también una nota de Beryl que, como propietaria del anillo, daba permiso a Jarabo para empeñarlo. Una carta, es obvio, muy comprometedora.
Jarabo mató a Emilio Fernández Díaz, a su esposa María de los Desamparados Alonso Bravo, a la criada Paulina Ramos, y al socio de Emilio en el negocio de compraventa de oro y joyas que dirigían, Félix López Robledo. A las 10 de la noche del sábado 19 de julio de 1958, sin dinero y obligado a recuperar el anillo de diamantes de Beryl, Jarabo se dirigió al domicilio de Emilio Fernández, en la calle Lope de Rueda, sin esperar al lunes para acudir a la tienda de compraventa. Abre el ascensor con los codos, aprieta el botón del piso con la uña y pulsa el timbre de la vivienda con el dedo doblado. Le abre la criada, Paulina Ramos, que le indica que el dueño no está y le acompaña al salón para que le espere. Pero la sigue a la cocina y la golpea con una plancha; ya muerta, la apuñala con el mismo cuchillo con el que estaba pelando unas judías. Lleva el cadáver a su cuarto y lo deja sobre la cama.
Llega Emilio Fernández y se dirige al baño. Allí, Jarabo le dispara un tiro en la nuca y el muerto queda entre el bidé y la taza del wáter. Mientras registra la casa, se relaja bebiendo el chinchón del mueble bar. Poco después entra en el piso Amparo, la mujer de Emilio, y Jarabo la persigue hasta el dormitorio donde también le dispara un tiro en la nuca. Estaba embarazada lo que, al descubrirse el crimen, causaría una gran conmoción en la opinión pública. Después de matar a la mujer, se termina la botella de chinchón.
Jarabo registra la vivienda y no encuentra ni el anillo ni la carta de Beryl. Se cambió de camisa, manipuló los cadáveres para que pareciese un crimen sexual, y durmió en la casa puesto que eran ya las doce de la noche y supuso que el portal ya estaría cerrado. Al día siguiente, domingo, va al cine y descansa en la pensión en la que vive. Espera al lunes para buscar al socio de Emilio Fernández, Félix López, en un último y desesperado intento de recuperar el anillo y la carta. Jarabo espera a Félix López en la entrada de Casa Jusfer, en la calle Sáinz de Baranda. Cuando llega, entra en la tienda con él y, sin más, le dispara dos tiros en la nuca. Registra la tienda y siguen sin aparecer el anillo y la carta. Un desastre: cuatro muertos y Jarabo está como al principio.
Unas horas después, todavía durante la mañana, lleva el traje ensangrentado a una tintorería de la calle Orense. Y pasa toda la noche de juerga, acompañado de dos mujeres y va en taxi de un local a otro hasta la madrugada. El martes 22, por la mañana, va a la tintorería a recoger el traje y es detenido por la policía. Se han descubierto los asesinatos y el dueño de la tintorería, que ha leído la noticia en los periódicos, recuerda el traje lleno de sangre y avisa a la policía. El grupo de homicidios estaba dirigido por el inspector Sebastián Fernández Rivas, y en la tintorería le detuvo el inspector Viqueira.
En los interrogatorios, Jarabo hace gala de su fama de generosidad e hidalguía y pide que le lleven, desde el restaurante Lhardy, comida para todos y una botella de coñac francés. Declaró que sentía la muerte de las mujeres pero no la de los prestamistas. Consiguió que le dieran una dosis de morfina y, ya agotado, pidió que le dejaran dormir.
El 29 de enero de 1959 se inició el juicio con la asistencia de numeroso y distinguido público: artistas como Zori o Sara Montiel, algún torero, un numeroso grupo de esposas de jerarcas del régimen, muchos periodistas,…
El juicio duró cinco días y Jarabo, elegante y puntilloso, estrenó traje cada uno de ellos. Su abogado defensor, Antonio Ferrer Sama, alegó que su defendido era un psicópata y, por tanto, irresponsable. El tribunal escuchó a cinco médicos, y tres ellos determinaron que Jarabao sabía lo que hacía. Uno de los fiscales porclamó aquello de que “la mejor medicina para los psicópatas es el cadalso”. Fue condenado a cuatro penas de muerte, a pesar de influencias como la de su tío, el Presidente del Tribunal Supremo. Franco dio su visto bueno a la condena y la ejecución se fijó para el 4 de julio de 1959.
La noche antes de la ejecución, Jarabo la pasó fumando y bebiendo whisky. Acudió al patíbulo vestido de punta en blanco y oliendo a colonia cara, como era su estilo, pero su muerte fue terrible pues el verdugo no acertó a partirle el cuello con el garrote y tardó veinte minutos en morir.
La noche de víspera de la ejecución, el inspector Fernández Rivas, jefe del grupo de homicidios que le había capturado, le visitó en la cárcel y le regaló una caja de puros, marca “Romeo y Julieta”, de parte de Eugenio Suárez, director de El Caso, pues, a causa de sus crímenes, la tirada del periódico pasó de 13000 a 480000 ejemplares y supuso su definitivo despegue y, además, el nacimiento de un mito de la prensa española.
Y los líos siguieron incluso en su entierro. Ante el rumor de que no había sido ejecutado por sus influencias, el comisario que escoltaba el féretro hasta el cementerio obligó al conductor del coche fúnebre, pistola en mano, a abrir la caja para que quien quisiera viera el cadáver.
En la mayor parte de su historia evolutiva, nuestra especie ha vivido en pequeños grupos. En ellos, el anonimato no existe, todos se conocen y repetidamente interaccionan unos con otros. En este entorno se construye con rapidez una jerarquía social y el estatus, el cómo te consideran los demás miembros del grupo, es muy importante, sobre todo para los hombres. Cuando pierden el respeto y la confianza de los otros miembros del grupo, el mensaje es evidente y dice que el perdedor es débil. Este mensaje pone en peligro el conseguir recursos y una pareja, es decir, peligran la supervivencia y la reproducción.
La violencia puede ser una respuesta apropiada para defender el estatus en el grupo e, incluso, mejorarlo y conseguir una mayor supervivencia y más exitosa reproducción. Todavía en la actualidad y, se supone, en una sociedad y en una cultura diferentes, respecto a la violencia seguimos manejando los mismos mecanismos psicológicos de defensa del estatus. Incluso hay casos en que estos ataques al estatus, triviales hoy en día, pueden activar los mecanismos psicológicos que he mencionado y terminar en trifulcas y homicidios. Solo hay que recordar como puede terminar una banal discusión de tráfico.
William Burke & William Hare: El ascenso de la Anatomía
Aunque los asesinos, en el Edimburgo de los años 20 del siglo XIX, fueron Burke y Hare, y por sus crímenes fueron condenados, esta historia debería comenzar con Robert Knox, profesor de Anatomía. Nació en 1791, hijo de un profesor de matemáticas y se graduó en Medicina en 1814. Vivió un año en Londres, completando su formación en el Hospital de San Bartolomé, y se alistó en el ejército. Estuvo en Bruselas, después de Waterloo, y fue destinado a Ciudad del Cabo donde vivió varios años. Permaneció en el ejército hasta 1832, aunque desde 1820, y tras solicitar un permiso prolongado, continuó la carrera médica por su cuenta. Vivió en París, donde conoció al Barón Larrey, Inspector General Médico en el régimen napoleónico y, por su mediación, a los gigantes de la Anatomía Comparada, Etienne Geoffroy Saint-Hilaire y el Barón Cuvier.
Regresó a Edimburgo en 1826 y fue nombrado Conservador del recién inaugurado Museo de Anatomía Comparada. Además, y para ganarse el sustento con holgura, fundó una escuela privada de anatomía. En aquella época era costumbre, y muy necesaria, que los médicos, una vez licenciados, continuaran su preparación en Anatomía con clases privadas, pues los estudios oficiales no eran lo suficientemente completos. De ello la proliferación de escuelas privadas de esta disciplina médica.
Knox tuvo un éxito arrollador con su escuela y, en 1828, era la que más alumnos atendía de toda Gran Bretaña. Entre sus alumnos quizá estuvo un joven y desganado Charles Darwin que, por aquellos años, hacía un fútil intento de estudiar Medicina en Edimburgo, obligado por su padre que, como todos los padres, quería hacer de su hijo un hombre de provecho. Lo sería, aunque con un futuro totalmente inesperado. Volvamos al profesor Knox puesto que, entonces, estalla el asunto Burke & Hare.
En noviembre de 1828, la policía descubre el cadáver de una tal Mrs. Docherty en el sótano de la vivienda de Robert Knox que es, a la vez, la sala de disección de la Escuela de Anatomía. No es raro encontrar un cadáver en un sitio con ese uso, pero la policía sospecha que Mrs. Docherty no ha llegado hasta allí con todos los permisos necesarios. Por cierto y antes de seguir, el profesor Knox acostumbraba, con una técnica genuinamente escocesa, a conservar los cadáveres en whisky antes de proceder a su disección.
Knox, como muchos otros profesores de Anatomía, incluso en la actualidad, tenía muchas dificultades para conseguir cadáveres suficientes para que practicaran sus numerosos alumnos y, también, para sus propias investigaciones. Cuando alguien le entregaba un cadáver, no era muy escrupuloso y no solía preguntar por su origen. Pagaba lo acostumbrado y asunto resuelto. Y aquí intervienen los llamados “resurreccionistas”, que son aquellos que “resucitaban” a los muertos recién enterrados en el cementerio. Cualquiera puede recordar en este momento la escena inicial de la película El Doctor Frankenstein, de James Whale (1931); allí se ve a los “resurreccionistas” en plena acción.
Para solucionar su escasez de cadáveres, Knox pagaba unas siete libras por cadáver a personajes no muy recomendables, entre ellos los que serían, en poco tiempo, los famosos William Burke y William Hare, conocidos “resurreccionistas” de Edimburgo y cementerios de los alrededores. Pero la demanda de Knox era mucha y los cadáveres pocos, lo que obligó a Burke y Hare a desarrollar un método más drástico, incluso más limpio, pues no había ni que desenterrar al muerto, para conseguir cadáveres frescos: simplemente, asesinaban a todo aquel que se ponía a su alcance. Así, Mrs. Docherty formaba parte del grupo de entre 16 y 28 cadáveres que, por lo que sabemos, asesinaron Burke y Hare, según propia confesión. Los asesinos mataban a sus víctimas sofocándolas con emplastos que apretaban contra su rostro hasta que se asfixiaban. Hoy en día, en inglés, to burke es sofocar, estrangular. Por otra parte, en la investigación se descubrió que los asesinados estaban ebrios ya que pasaban sus últimos momentos bebiendo con quienes serían sus asesinos.
Cuando se descubrió la tragedia, Gran Bretaña entera se estremeció de horror. La reputación de Knox se hundió. Aunque fue exculpado por ignorancia y ni siquiera juzgado, durante la ejecución pública de Burke, la multitud pidió a gritos la presencia de Knox en el cadalso. Por cierto, quizá por una especie algo rara de justicia poética, el juez ordenó que, inmediatamente después de la ejecución, el 28 de enero de 1829, el cadáver de Burke fuera diseccionado allí mismo por un profesor de anatomía. Una enorme multitud se reunió para ver la labor del experto, y en el tumulto, desapareció la piel de Burke, ya separada del cuerpo; semanas más tarde, por las calles de Edimburgo se ofrecían a buen precio, carteras y bolsos hechos, se decía, con la piel de Burke. Su máscara mortuoria, algunos de estos bolsos y carteras y su esqueleto todavía pueden verse en el Museo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Edimburgo.
Ya los he ajusticiado y, sin embargo, poco he hablado de los asesinos. Ambos eran norirlandeses, del Ulster, y habían nacido Burke en Urney, en 1792, y Hare en Derry, en 1790. Cuando Burke fue ahorcado, los dos tenían 37 años. Por cierto, Hare se libró de la horca ya que el fiscal le concedió la inmunidad por declarar contra su colega; fue liberado en 1829 y no se sabe que fue de él. Burke y Hare emigraron a Escocia por separado, y no se conocieron hasta 1827 cuando ya se habían casado. La mujer de Hare tenía una pensión en la que se alojaron Burke y su novia, Helen McDougal. Su primera venta a los ayudantes de Knox fue el cadáver de un huésped de la pensión, llamado Desmond, que murió por causas naturales. Para ahorrarse los gastos del entierro, Burke y Hare cargaron con él y se lo vendieron a Knox por 7 libras y 10 chelines, el sueldo de un obrero por seis meses de trabajo. A partir de esta primera venta, parece ser que Burke y Hare ya no esperaban causas naturales para conseguir cadáveres. Además, la pensión de Hare ofrecía un surtido interminable de personas solitarias, pobres y con mala salud, a los que sólo ayudaron a morir y que, por otra parte, nadie reclamaba.
Pocos años más tarde, en 1831, John Bishop y Thomas Williams, cometieron en el King’s College de Londres un “Burke and Hare”, como decía gráficamente la prensa. Asesinaron, como sus colegas “resurreccionistas” de Edimburgo, para surtir de cadáveres a los profesores de Anatomía del College. Estos escándalos obligaron por fin al gobierno a regular estrictamente la entrada de cadáveres en las salas de disección de anatomía.
En Edimburgo, la incógnita que quedó sin respuesta es si Knox estaba al tanto de los manejos criminales de Burke y Hare. Es cierto que no compraba los cadáveres en persona; lo hacían sus ayudantes, pero siguiendo sus órdenes e instrucciones. Incluso alguna vez se comentó lo “fresco” que era el material de Burke y Hare. Además, Knox era un experto en la materia, uno de los mejores del mundo según su fama, y parece difícil que, al hacer la disección, no averiguara cómo habían muerto aquellas personas; seguro que algo sospechaba y no le importó. Necesitaba cadáveres para la docencia y para su investigación; quizá su lema era la Anatomía por encima de cualquier consideración ética. Dicen que huyó a Londres, acabó en el descrédito y la miseria, emigró a Norteamérica y, allí, trabajó de actor. Quizá son leyendas.
Una jerarquía moral del crimen que clasifique asesinos y víctimas nos lleva a reconocer, en nuestra sociedad, la repugnancia ante la barbarie del crimen y la inocencia de la víctima, como sería el caso, por ejemplo, de un asesino que tortura y mata niños o, en otro contexto, la exterminación sistemática de judíos por los nazis. Pero sentimos, sin embargo, un nivel más bajo de repugnancia por los asesinatos sin culpable, de víctimas poco conocidas e, incluso, por algunas muertes que, según la cultura y la educación de quienes lo juzguen, hasta se consideran aceptables, como las muertes cometidas oficialmente por instituciones, la guerra, la violencia doméstica en algunas culturas, el infanticidio o la eutanasia.
En general y como media de las culturas estudiadas, el 65% de los homicidios son de hombres que matan a hombres, el 22% de hombres que matan a mujeres, el 10% de mujeres que matan a hombres, y el 3% de mujeres que matan a mujeres.
Sin embargo, esta hipótesis que dice que hemos evolucionado para cometer asesinatos si es necesario o, si se quiere, cuando los estímulos del entorno disparan los mecanismos psicológicos que llevan a nuestra especie al asesinato, nos hace pensar en por qué el crimen es tan poco frecuente o, incluso, en por qué los asesinos, en general, solo cometen un asesinato o, también, por qué no somos criminales o, por lo menos, violentos, la mayor parte de nuestra vida.
Julio López Guixot: El asesino superdotado
Otro crimen de un superdotado, de alguien que se creía capaz de planear y ejecutar el crimen perfecto, y que lo único que consigue es destrozar su vida y la muerte de un inocente. Se llamaba Julio López Guixot y había nacido en Murcia, en fecha desconocida y abandonado en la Beneficencia. Se le bautizó como Julio Meseguer Linares y, más adelante, cuando fue reconocido por su madre, que le dio sus apellidos, cambió su nombre a Julio López Guixot. El abandono por su madre marcó la vida de Julio, que lo consideraba una desgracia y un insulto y le llevó a tener un carácter antipático y violento.
Como tantos jóvenes de la posguerra, con poco futuro, ingresó voluntario en el Ejército del Aire en septiembre de 1943. No duró mucho su servicio militar pues fue acusado de incitación a la rebelión y condenado a 10 años de cárcel.
Al salir de prisión, conoció a José Segarra, un joven de Elche, empleado en la sucursal del Banco Central en Elche, y a su hermana, Asunción, de la que se enamoró apasionadamente.
Con su inteligencia, ambición y deseo de notoriedad, no es raro que Julio idease un sistema para acertar trece aciertos en las quinielas. Convenció a José Segarra, a sus amigos y a la familia de su novia Asunción para que invirtieran dinero en su proyecto, incluso pidiendo algunos de ellos créditos bancarios. El asunto, como era de esperar, fracasó, todos quedaron en una difícil situación económica y Asunción hasta tuvo que hipotecar su casa.
Justo entonces la Guardia Civil detuvo a Julio por evadir el servicio militar. Creía que ya había cumplido con el tiempo de su condena por incitación a la rebelión, pero no era así y acabó en África, en un batallón disciplinario. Licenciado en 1952, volvió a Elche y, según aseguró a sus amigos, con el sistema para acertar las quinielas muy perfeccionado.
Otra vez buscó socios capitalistas, invirtió y ganó algunos premios, uno de ellos de 64000 pesetas, que era dinero en aquellos años. Pero el sistema empezó a fallar de nuevo, los socios le abandonaron y Julio se arruinó de nuevo. Y, siempre ambicioso, comenzó a pensar en el delito.
Su amistad con José Segarra, recordad que era empleado de banca, le sirvió para planear, entre ambos, el atraco al encargado de llevar el dinero desde el Banco Central en Alicante hasta la sucursal de Elche, en la que trabajaba Segarra. Se llamaba Vicente Valero Marcial, y también era compañero y amigo de Segarra.
Sabían los conspiradores que tendrían que matar a Valero para conseguir el dinero del envío. Así, Julio, por su parte, fue a Vistahermosa, un barrio cercano a la ciudad de Alicante, y alquiló un chalet, según dijo a la dueña, para una familia de Albacete, y dejó 500 pesetas de señal. Y Segarra, mientras tanto, le enseñó a Valero, que tenía fama de mujeriego, una carta de una antigua novia que le escribía que vendría a pasar el verano a Alicante con una amiga. De esta manera, la conspiración se puso en marcha.
El viernes 30 de julio de 1954, Segarra, en su trabajo, se enteró de que enviaban a Valero a Alicante a por dinero para la sucursal. Avisó a Julio que, en moto, fue al chalet de Vistahermosa. Segarra pidió permiso para ir al médico y, a la vez, quedó con Valero para visitar a las dos amigas en el chalet de Vistahermosa.
Cuando llegaron, en taxi, a la casa, Julio ya estaba esperándoles. Entró Segarra y, cuando pasó Valero, le golpeó en la cabeza con un yunque de zapatero. Los asesinos le robaron la cartera con 40000 pesetas y no se dieron cuenta de que llevaba otras 250000 escondidas en la ropa; las encontraría la policía más tarde, al desnudar el cadáver. Valero, que no había muerto, sufre una larga agonía. Segarra se fue en el mismo taxi que le había traído y Julio quedó encargado de esconder el cadáver. Pero no hizo nada y lo dejó, sin más, en el chalet.
En realidad, Julio estaba aterrorizado viendo los sufrimientos de la agonía de Valero. Salió de la casa y se le rompió la llave. Fue donde la administradora y consiguió otra. Regresó chalet y vio que el moribundo se había movido. Lo desnudó, sin encontrar el dinero escondido, lo envolvió en una manta y lo metió en un saco, pero lo dejó de nuevo en el chalet. Va y viene varias veces y ya no sabe qué hacer, pierde la llave otra vez, no se atreve a pedir una segunda llave y, por fin, se va y abandona definitivamente todo el asunto.
Pasaron cuatro meses, Julio se casó con su novia Asunción, la hermana de Segarra. Pero la dueña del chalet de Vistahermosa sintió el hedor que sale de su casa alquilada, avisó a la Guardia Civil que descubrió el cadáver y no tardó en identificarlo como el empleado de banca que había desaparecido con el dinero que llevaba a Elche. Pronto es detenido Segarra y comenzó la búsqueda de Julio que estaba de luna de miel con su mujer, Asunción. Y, paradojas de la vida, Julio consigue por fin un premio importante en las quinielas, 127000 pesetas, pero solo las puede cobrar en Murcia y Cartagena. Cuando entró a cobrar en la administración de Murcia, la policía le está esperando y lo detiene.
Julio es tan chulo que, en su interrogatorio, él mismo mecanografió su declaración pues le parecía que el funcionario que lo estaba haciendo se equivocaba a menudo y era muy lento.
En el juicio, José Segarra y Julio López Guixot son condenados a muerte. El primero fue indultado pero Julio fue ejecutado a garrote vil, en Alicante, el 22 de julio de 1958, por el verdugo Antonio López Sierra.
La psicología evolutiva propone que el cerebro humano está compuesto por un gran número de mecanismos que procesan, cada uno de ellos, información específica y, entre otros, están los mecanismos psicológicos resultado de la evolución, que se han seleccionado en respuesta a problemas específicos y repetidos, a los que se han enfrentado nuestros antepasados, como son alimento y refugio, evitar depredadores, encontrar pareja, y proteger y alimentar a los hijos propios.
Estos mecanismos psicológicos evolucionados se activan con información específica en estímulos del entorno, actividad fisiológica propia o, incluso, en respuesta a otros mecanismos psicológicos que procesan otra información y responden a ella. En nuestra sociedad actual, estos mecanismos evolucionados durante miles de años en la historia de nuestra especie pueden responder a información nueva, novedosa para nuestra especie, y provocar conductas inadecuadas en nuestra cultura. Así, seguimos respondiendo con miedo y asco a serpientes y arañas como animales peligrosos y venenosos que eran, o los niños no quieren verduras, conducta que se seleccionó, quizá, para evitar que probaran plantas venenosas en su deambular por el campo. En cambio, no tenemos la misma reacción de precaución, porque no ha dado tiempo a seleccionarla, a los automóviles o a los aparatos eléctricos.
Wallace Souza: Asesinato en prime time
Periodista prime time, político en alza, justiciero y salvador y, además, asesino. Los guiones de sus programas eran perfectos y estaban preparados hasta el último detalle, cadáver incluido. Era el documental trucado y real como la vida misma, era la teatralidad al límite de la manipulación, era el periodista que contrataba asesinatos para emitirlos casi en directo y ganar audiencias, era el share de los medios como pena de muerte.
Wallace Souza nació en Manaos, en la Amazonía, el 12 de agosto de 1957 y murió en un hospital de Sao Paulo, de un ataque al corazón, el 27 de julio de 2010. Casado y con cuatro hijos, fueron casi 53 años de una vida intensa, y peligrosa.
Se graduó en la Facultad de Económicas San Luis Gonzaga y en la Universidade Estatal Basilio Machado. Hizo cursos de posgrado en el Centro de Estudios de la Conducta Humana y en la Universidade Nilton Lins. Muchos estudios y, en consecuencia, muy bien preparado.
En 1979, Souza ingresó en la policía y en 1987 fue despedido después de ser detenido por un fraude relacionado con las pensiones y por robo de petróleo.
Descrito como fortachón, mostachudo y barbado, con trajes entallados, gesticulador y carismático, fue elegido a la Asamblea Legislativa de Amazonas en 1998, por el Partido Liberal, con el mayor número de votos, y muy pronto se erigió como líder del Partido Social Cristiano. Fue reelegido en varias legislaturas hasta su expulsión de la Cámara en octubre de 2009 como resultado de las investigaciones policial y judicial que se seguían contra el parlamentario.
Era famoso por dirigir y presentar un programa de televisión llamado Canal Livre desde 1989. El programa se definía como “periodismo de investigación dedicado a la lucha contra el crimen y la injusticia social”. Dejó de emitirse en 2008 cuando las sospechas sobre la conducta de Souza se extendieron. Llegó a tener una gran audiencia y era muy popular en Manaos.
En 2009, la policía estatal del Amazonas inició una investigación sobre sus actividades en relación con Canal Livre. Se le acusó de contratar sicarios para cometer crímenes que después ofrecía en su programa. Así consiguió su gran popularidad. El programa, en principio, seguía muy de cerca todo tipo de investigaciones de la policía y de los jueces. Pero empezó a tener una conducta sospechosa, o como poco notable, cuando, una y otra vez, era el primero, antes que la policía, en llegar a la escena del crimen.
Un antiguo policía, Moacir Jorge da Costa, fue acusado de cometer alguno de los asesinatos que aparecieron en el programa. Antiguo sargento de la Policía Militar y encargado de la seguridad de Souza, era sospechoso de participar en nueve asesinatos y admitió que el periodista que le había contratado mostró en su programa, por lo menos, uno de los crímenes.
Aunque Souza y sus abogados negaron todas las sospechas, al final su hijo Rafael fue detenido y acusado de homicidio, tráfico de drogas y posesión de armas. En un registro en casa de Souza se encontraron armas, munición, casquillos de balas como los recogidos en el escenario de los crímenes, así como dinero, más de 100000 euros en reales y dólares cuyo origen no pudo justificar. Finalmente, en el mes de octubre de 2009, Wallace Souza fue acusado de asesinato, tráfico de drogas, intimidación de testigos, transporte ilegal de armas y formación de una banda criminal. Ese mismo mes, octubre de 2009, fue expulsado de la Asamblea Legislativa. En libertad bajo fianza, Souza desapareció y se organizó su búsqueda a nivel nacional. Pronto, el 9 de octubre, fue capturado junto a su hermano Carlos y a la productora del programa, Vanessa Lima. En total, fueron detenidas 15 personas, incluyendo a su hijo Rafael y un grupo de policías en activo que se encargaba de cometer los asesinatos.
En fin, fue Mario Vargas Llosa, con ironía, quien mejor lo catalogó. Lo definió como el héroe del momento, un servidor de su público, un periodista con la conciencia profesional desmesurada.
El asesinato de una persona es lo más terrible que le puede pasar a la víctima. La muerte supone que desaparece la influencia activa de la víctima en los asuntos de su familia, amigos e, incluso, de sus enemigos. Desde que existen leyes escritas, el asesinato es un crimen y nunca otro delito lleva un castigo más duro. Y, cuando no hay leyes escritas, o sea, cuando no hay amenaza de castigo, el asesinato es habitualmente la mayor causa de muerte, a veces llegando a un tercio de los hombres del grupo. A pesar de que en las culturas con leyes escritas, fuerzas de policía y promesas de castigo, las tasas de homicidio han bajado, los asesinatos siguen siendo una de las causas de muerte más alta en algunos grupos.
Explicar o, incluso, solo entender estos hechos es difícil y, por ello, Duntley y Buss hicieron la propuesta que antes he mencionado. La hipótesis plantea que matar a otro ser humano supone alguna ventaja adaptativa, con el consiguiente éxito reproductor y que, por ello, sigue siendo una conducta todavía presente en las culturas actuales aunque, quizá, ya no sea ni tan necesaria ni tan útil como hace unos miles de años.
Eugene Aram: Al crimen por la Filología
El 1 de agosto de 1758, un hombre que golpeaba piedra para obtener cal cerca de Knaresborough, en Yorkshire, Inglaterra, encontró un esqueleto humano. Las autoridades y la población de la ciudad pensaron en Daniel Clark, un zapatero desaparecido trece años atrás y cuyo recuerdo no lo había hecho. Había estafado su dinero a varios vecinos, quizá con la ayuda de varios cómplices desconocidos.
Todo comenzó el 7 de febrero de 1745. Fue el último día en que se vió a Clark con vida; después, desapareció. Buen zapatero, Clark se había casado con una mujer de buena renta y pretendía abrir una tienda en Londres. Pidió dinero a todos sus amigos y consiguió un curioso inventario de préstamos: tres jarras de cerveza de plata, cuatro ollas de plata, un jarro de plata, un anillo con una esmeralda y dos diamantes, otro anillo con tres diamantes, otro más con una amatista, seis anillos más, ocho relojes, dos cajas de rapé, un Diccionario Chambers en dos volúmenes in folio, los textos de Homero en la versión de Alexander Pope en seis volúmenes, y una buena cantidad de monedas de plata. En fin, en aquel tiempo la pequeña burguesía y los artesanos no se debían fiar de nadie y preferían guardar sus ahorros en casa, e incluso los buenos libros que, parece, eran una buena inversión.
Siempre se sospechó que los cómplices de Clark habían sido Henry Terry, vendedor de cerveza; Frank Iles, con fama de perista; Richard Houseman, fabricante de lino; y Eugene Aram, maestro de escuela y erudito. Curioso grupo criminal: un cervecero, un ladrón, un pequeño industrial y un maestro de escuela.
La investigación sobre la desaparición de Clark, y sobre todo la murmuración popular, achacaron el asesinato a Houseman o Aram o a ambos, una vez que aquel culminó la recogida de fondos para su futura tienda en Londres, y con la intención de robarle y repartirse el botín. Parece ser que todo ocurrió a primera hora del 8 de febrero de 1745. Varios testigos declararon haber visto juntos, la noche del 7 de febrero, a Clark, Houseman y Aram. Además, parte del botín se recuperó en la casa de Houseman y enterrado en el jardín de Aram.
Mientras tanto, Eugene Aram fue detenido en razón a otra estafa no relacionada con el caso Clark y, a pesar de que se le consideraba como persona con pocos recursos, pagó la fianza y, además, pagó la hipoteca que debía por la casa en que vivía con su mujer y sus hijos. A continuación, desapareció.
Cuando, trece años después, se descubrió el esqueleto en la calera de Knaresborough, la esposa de Aram reveló sus sospechas sobre la complicidad de su desaparecido marido en el asesinato de Clark. Recordó que aquella fatídica noche del 7 al 8 de febrero de 1745, hacia las dos de la madrugada, llegaron a su casa Clark, Houseman y su marido; que una hora más tarde marcharon y que, hacia las cinco de la mañana, volvieron sólo Houseman y su marido. Encendieron fuego en la chimenea de la sala y escuchó, horrorizada, como discutían si matarla o no para que no hablase. Cuando, por fin, se marcharon, la asustada mujer examinó las cenizas de la chimenea y encontró tela medio quemada y un pañuelo, que reconoció que pertenecía a Houseman, manchado de sangre.
Houseman fue detenido y negó que aquel esqueleto perteneciera a Clark. Guió a los investigadores a otra cueva cercana y localizó el cadáver del desaparecido Clark. Declaró que había visto a Aram golpear a Clark en la cabeza y en el pecho y como éste había caído al suelo como muerto. Con esta declaración, se ordenó la búsqueda, trece años después, del fugado Eugene Aram.
Y de esta manera, trece años más tarde del crimen y por el hallazgo de un cadáver que no era el de la víctima, Eugene Aram fue perseguido y capturado en King’s Lynn, Norfolk, trabajando en su oficio de siempre, maestro de escuela. Tras su desaparición viajó por Inglaterra, encontró empleo de portero en varias escuelas y acabó como profesor en la Escuela de Gramática de King’s Lynn. En los interrogatorios lo negó todo y, por su cuenta, acusó a Terry, el cervecero, y a Houseman, aunque, por otra parte, declaró que “no podía afirmar que Clark fuera asesinado”.
Houseman y Aram fueron a juicio el 3 de agosto de 1759. Houseman fue absuelto por falta de pruebas pero no perdió la oportunidad de acusar a su antiguo amigo. Declaró que había sido testigo de la pelea, esa noche fatídica, entre Aram y Clark frente a la cueva en la que luego se encontraría el cadáver. Aram asumió su propia defensa y declamó un elocuente discurso, alabado por el juez, pero que no le sirvió de mucho pues fue condenado a la horca.
Después del juicio y en la cárcel a la espera de la ejecución, redactó otro convincente alegato para que le permitieran suicidarse y, de todas maneras, casi lo consigue con una navaja que robó al propio verdugo. En este escrito confesaba su culpabilidad y se justificaba afirmando que su mujer le engañaba con Clark. Siempre habían sido amigos, unidos por su afición a la jardinería y su fama, entre sus vecinos, de robar plantas, semillas y esquejes para mejorar sus jardines.
Aram fue ahorcado el 6 de agosto de 1759. Su cadáver fue trasladado a Knaresborough, lugar del crimen, y encerrado, a la entrada del pueblo, en la jaula de hierro en que se dejaban, a la vista del público, los cuerpos de los ajusticiados. Para ejemplo de todos y, también, porque allí metidos se evitaba que se deshicieran en pedazos con rapidez por la descomposición del cadáver.
Eugene Aram había nacido en 1704, dentro de una pobre familia, en Ramsgill, Yorkshire. Todavía joven, se casó y se estableció como maestro en Netherdale. Aficionado a la filología, aprendió por su cuenta latín y griego. En 1734 se trasladó a Knaresborough, donde ocurrieron los hechos que aquí he narrado. En sus años de huida, recopiló diverso material para su obra cumbre sobre etimología titulada “Léxico Comparado de Inglés, Latín, Griego, Hebreo y los Idiomas Celtas”. Era, sin discusión, un filólogo original y adelantado a su época. Fue el primero en demostrar la relación del celta con otros idiomas europeos y, también, sostuvo contra lo aceptado, que el latín derivaba del griego. Afirmó el carácter indoeuropeo del celta, lo que no se aceptó hasta casi un siglo más tarde. Las crónicas dicen que robó y mató para conseguir dinero y poder dedicarse por entero a la ciencia, a la filología, y, sin embargo, terminó siendo conocido, no por la filología, sino por el crimen que cometió a causa de la filología.
Cuesta, quizá, aceptar que un erudito como Aram se convirtiera en un violento criminal simplemente por dinero. Por ello, en el poema sobre su vida que publicó en 1831 el poeta Thomas Hood, o la novela que Edward Bulwer-Lytton publicó un año después, los autores convirtieron al erudito asesino en un héroe romántico que mató por amor a la ciencia, en concreto, a la filología. En pleno Romanticismo, Aram se convirtió en un asesino con ansias de conocimiento. Mató a Clark para conseguir fondos para su proyecto de investigación, fondos de los que no disponía por su escaso sueldo de maestro y la carga que le suponían su mujer y sus hijos. En definitiva, el móvil de su crimen fue la filología, un móvil muy especial y poco habitual.
El asesinato, según esta teoría, da evidentes ventajas adaptativas: evita la muerte prematura del propio asesino, o sea, mata para que no le maten; aparta posibles rivales, sobre todo en la búsqueda de pareja; permite obtener recursos con más facilidad; evita la competencia de la futura descendencia del muerto que, por supuesto, no llegará a nacer. Incluso no hay que cuidar de la descendencia del asesino, es decir, proveer de alimentos y cuidados a hijastros, algo que en la evolución se evita siempre que se puede y se evita que lleguen a competir con las crías que llevan los genes del asesino.
Es, por supuesto, importante planificar bien el asesinato para evitar fracasos y castigos. Han evolucionado, por miles de años, los mecanismos psicológicos implicados en el diseño del crimen. El plan moviliza la atención y el interés del asesino, recrea diferentes situaciones posibles, calcula las consecuencias y llega, finalmente, a conductas muy pensadas y motivadas.
Pero es necesario que la evolución del crimen haya provocado, además, la evolución de diferentes mecanismos de defensa y, así, hay una verdadera carrera evolutiva entre las estrategias homicidas y las defensas anti-homicidios. La empatía, el ponerse en el lugar del otro, el sentir como él y saber cómo se siente, es algo esencial para hacer grupo, para promover el altruismo y unir a la familia y a la tribu. Son cualidades esenciales en la evolución de nuestra especie. Una reciente hipótesis planteada por Roger Whitaker y su grupo, de la Universidad de Cardiff, propone que el extraordinario tamaño del cerebro de nuestra especie se seleccionó en la evolución a partir de grupos, no muy grandes pero sí muy complejos en relaciones sociales, que incluían individuos en los que, para conseguir el manejo de esa complejidad social, se seleccionaba un cerebro cada vez más complicado y de mayor tamaño.
En el cerebro hay zonas concretas, como la corteza prefrontal, el lóbulo temporal, la amígdala y otras regiones del sistema límbico, que tienen que ver con la empatía. Además, son el sistema límbico y las cortezas prefrontal y temporal las que regulan los impulsos y emociones. Y varias de estas mismas áreas cerebrales están relacionadas con la violencia. O sea, controlarían el ponerse en el lugar del otro, la empatía, e inhibirían la violencia. Pero, también, controlan la agresividad y la violencia contra el otro.
Tenemos la capacidad de ser empáticos y violentos, y seguir una conducta u otra depende de los estímulos del entorno, del grupo y, sobre todo, de nuestra cultura y de la educación que hayamos recibido en el sentido más amplio del término.
Los factores biológicos que permiten llegar al asesinato y que ahora empezamos a conocer, son la genética, la bioquímica, la fisiología y la psicología y, en la aparición de estos factores en la historia de nuestra especie, la evolución.
En resumen, esta hipótesis propone una explicación de por qué las personas asesinan a otras personas, aunque no queda claro si lo que convierte a una persona en un asesino es su misma psicología, la sociedad en que vive o, simplemente, la evolución. A lo largo de la historia de nuestra especie han existido fuentes de conflicto recurrentes entre individuos, como son la reputación y el estatus social, los recursos y la pareja. Y, ya lo he mencionado varias veces, el asesinato es una de entre varias estrategias construidas por la selección natural para ganar los conflictos con otros. El asesinato solo se diferencia cualitativamente, según las culturas, de esas otras estrategias. Una vez muerto, el asesinado no puede dañar la reputación del asesino, ni apropiarse de sus recursos o tener sexo con la pareja del asesino. Así, tenemos todos nosotros el asesinato como herencia evolutiva para resolver conflictos. A veces, a todos nos ha pasado, soñamos con matar al adversario y, muchas menos veces, incluso algunos lo matan.
Los riesgos que se solucionan con un asesinato son la pérdida de la vida propia o la de las personas cercanas, de una pareja, de territorio o de recursos, y del estatus o jerarquía social.
Un factor siempre importante en caso de asesinato es la incertidumbre. Aparece sobre las causas que provocan la respuesta adaptativa que lleva al asesinato. Por ejemplo, en el caso de la pareja puede dudarse de si lo que hay entre mi pareja y el otro es amor, sexo o amistad. O sobre las variables personales o ambientales que lo permiten o lo impiden. Así, una navaja es difícil que acabe con King Kong. Lo mejor, aconsejan los expertos, es ser muy meticuloso, y estar preparado y planificar hasta el menor detalle. Aunque siempre queda un punto de incertidumbre.
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Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
El artículo Evolución del asesinato se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Un método nuevo y muy potente para sintetizar un tipo de moléculas cíclicas
El grupo de investigación liderado por el profesor Enrique Gómez Bengoa del Departamento de Química I de la UPV/EHU, en colaboración con el grupo de la profesora Cristina Nevado de la Universidad de Zürich, ha publicado recientemente un método nuevo y muy potente para sintetizar un tipo de moléculas cíclicas.
“La práctica totalidad de los medicamentos actuales- explica Enrique Gómez Bengoa- son compuestos orgánicos que se sintetizan industrialmente en procesos muy complejos, a menudo laberínticos, y también caros. A esta misma familia de moléculas orgánicas con actividad biológica pertenecen otras sustancias como los herbicidas o pesticidas, y no solo estos, sino todas las moléculas presentes en los organismos vivos, las hormonas, los metabolitos primarios y secundarios, o las responsables de dar olor y sabor a los alimentos. La naturaleza lleva sintetizando estas sustancias espontáneamente millones de años y nosotros hemos aprendido a prepararlas en el laboratorio, por métodos similares en algunos casos”.
“El peso fuerte de la investigación lo ha llevado a cabo el grupo de la profesora Nevado, donde se han llevado a cabo los métodos experimentales, las reacciones de laboratorio. Allí han desarrollado un método nuevo y muy potente para sintetizar un tipo de moléculas cíclicas, estructuralmente complejas, de una manera muy eficiente, rápida y sin usar reactivos demasiado problemáticos. El descubrimiento se basa en el uso de un proceso radicálico (mediante reacción de radicales) en una sola etapa, cuando antes eran necesarias varias etapas para llegar al mismo objetivo. La aportación de nuestro grupo en Donostia es estudiar estas reacciones por métodos de cálculo computacional, con el objetivo de entender cómo ocurren, cuál es su mecanismo. Hoy en día, los ordenadores nos permiten ‘ver’ cómo se mueven los átomos durante una reacción química”, explica el profesor Enrique Gómez Bengoa.
Referencia:
Shu, Wei; Llorente, Adriana; Gómez-Bengoa, Enrique; Nevado, Cristina.. Expeditious Stereoselective Synthesis of Elaborated Ketones via Remote Csp3-H Functionalization. Nature Commun. 2017, 8, 13832. doi:10.1038/ncomms13832
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU Komunikazioa
El artículo Un método nuevo y muy potente para sintetizar un tipo de moléculas cíclicas se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Zorros urbanos
En Vega de Tirados, comarca de Ledesma, provincia de Salamanca, una joven tabernera deposita al atardecer restos de comida en la trasera del local que regenta. Poco después, una zorra se acerca y da buena cuenta de las viandas. La escena se repite a diario. Hace unos meses una persona emparentada con mi familia política oyó un extraño ruido en la cocina de su casa londinense. Se acercó y descubrió que, ante sus ojos y sin inmutarse, un zorro la contemplaba con parsimonia. Son solo dos ejemplos, pero cada vez con mayor frecuencia los zorros frecuentan a las personas con relativa normalidad si pueden obtener algún beneficio de ello.
Los zorros, al igual que lobos, chacales y perros, pertenecen a la familia de los cánidos. Las diferentes variedades o subespecies de la especie Vulpes vulpes (zorro común o zorro rojo) se distribuyen desde el Círculo Polar Ártico hasta el Norte de África, y aunque proceden de Eurasia, también colonizaron Norteamérica y, más recientemente, Australia. En este país están considerados una de las especies invasoras más peligrosas pues es una amenaza gravísima para la fauna local de pequeño tamaño (pequeños marsupiales y aves, principalmente).
Una de sus características más notables es su extraordinaria capacidad para adaptarse a ambientes muy diferentes. Esa es la razón por la que ha alcanzado una distribución tan amplia y por lo que ha llegado a relacionarse de forma tan directa con la tabernera de Vega de Tirados o entrar en la cocina londinense de nuestra conocida. En sus hábitats naturales consumen, preferentemente, roedores y en menor proporción, aves. En ocasiones asaltan granjas para atrapar aves y pequeños mamíferos. También consumen gran variedad de bayas y pequeños frutos, así como algunos tubérculos. Está claro, por lo tanto, que su dieta es muy variada y se pueden considerar omnívoros.
Durante los últimos años ha llamado especialmente la atención su gran penetración en áreas urbanas. Han tenido mucho éxito en los suburbios de baja densidad, aunque también han sido vistos en zonas densamente pobladas. Este fenómeno se ha producido en ciudades de todo tipo en Japón, Australia, Norteamérica y Europa. Los zorros fueron vistos en Melbourne (Australia) en la década de los años treinta por primera vez, al igual que en algunas ciudades británicas. En Londres se introdujeron durante los años cuarenta del siglo pasado, y algo más tarde en Cambridge y Norwich (Reino Unido). En los años ochenta penetraron en Zurich, Suiza. Los zorros que merodean por zonas urbanas de baja de densidad de población humana se mueven por espacios que abarcan de 80 a 90 hectáreas, aunque pueden restringir notablemente su movilidad (hasta las 30 o 40 hectáreas) en zonas más densamente pobladas.
Inglaterra es el país del que se dispone de información más precisa. En 2006 se había estimado una población de zorros en Londres de unos 10.000 ejemplares, aunque esas cifras se han elevado sustancialmente en los últimos años. La densidad más alta se ha registrado en Bournemouth, con 23 zorros por kilómetro cuadrado; en Bristol llegó a haber 37, aunque tras una epidemia han descendido a 16. Y en Londres hay 18. Para el conjunto de Inglaterra la población de zorros urbanos ha pasado de 33.000 ejemplares en la década de los noventa, a los 150.000 estimados en la actualidad. Y la progresión no parece haberse detenido.
Los zorros no son los únicos cánidos urbanitas. En Norteamérica son los coywolves (lobos coyotes). Y quizás animales de otras familias se animen también. La naturaleza (no tan) salvaje penetra en las urbes (occidentales); quizás no quede tanto para que los veamos en nuestras ciudades.
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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
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Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 9 de abril de 2017.
El artículo Zorros urbanos se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Arte & Ciencia: Química y Arte, reacciones creativas
El arte y la ciencia son dos formas de conocimiento aparentemente alejadas, en gran medida consecuencia de la especialización profesional y la educación compartimentada. Del estudio de esta impostada separación surgió el estereotipo de las dos culturas, las ciencias y las humanidades, para referirnos a esa brecha de conocimiento. La realidad es que la ciencia y el arte sí están conectadas y que ninguna forma de conocimiento es impermeable a otra. Por poner algunos ejemplos: ¿Cómo podría crearse una obra plástica sin las técnicas propiciadas por la ciencia? ¿Cómo podríamos interpretar la elección de materiales?
Estas y otras cuestiones relacionadas furon tratadas por destacados profesionales -artistas, ilustradores, filósofos y científicos- que han puesto el foco en ese difuso trazo que une la ciencia y el arte. El ciclo Ciencia & Arte se desarrolló, bajo la dirección de Deborah García Bello, a lo largo de cuatro jornadas que se celebraron los jueves días 6 y 27 de abril y 11 y 25 de mayo de 2017 en el auditorio del Museo Guggeheim Bilbao.
Esta actividad de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU se enmarca en el programa TopARTE que conmemora el XX Aniversario del Museo Guggenheim Bilbao.
Segunda jornada. 1ª conferencia
Xavier Durán, químico y periodista científico: Química y Arte, reacciones creativas
Las primeras ilustraciones de animales y plantas, el coleccionismo de maravillas naturales, el trabajo de los artistas… A lo largo de su historia, el ser humano ha representado la naturaleza de diferentes maneras que han jugado un papel fundamental en la generación de conocimiento científico. Pero esta influencia también se ha dado en la dirección inversa, puesto que los descubrimientos científicos han servido de inspiración y han influido en el desarrollo de técnicas pictóricas y estilos artísticos, marcando el devenir de la historia del arte.
Conocimiento y representación de los fenómenos naturalesEdición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por eitb.eus
El artículo Arte & Ciencia: Química y Arte, reacciones creativas se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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