Más del 80 % de los varones del País Vasco desciende de antepasados varones que llegaron a la zona en la Edad del Bronce

Más del 80 % de los varones del País Vasco desciende de antepasados varones que llegaron a la zona hace 4.500 años, en la Edad del Bronce.
Los cromosomas son las estructuras que contienen la mayor parte del material genético de cada individuo. El cromosoma Y es un cromosoma que solo está presente en los varones. “Se transmite únicamente de padres a hijos varones y se trata de un marcador de linaje patrilineal que nos permite seguir la evolución de la población”, explica Marian M. de Pancorbo, investigadora del grupo BIOMICs de la UPV/EHU.
Además, “el cromosoma Y tiene ciertas variantes que surgen en un individuo y a partir de él pasan a sus descendientes porque se mantienen muy estables a lo largo de las generaciones. Es el caso de la variante R-S116 en la población del País Vasco, marca característica de más del 80 % de los varones vascos”, explica. “El objetivo de este trabajo, realizado en colaboración con el personal investigador de la Universidad de Santiago de Compostela y de la Escuela Universitaria de Colorado, ha sido realizar un cálculo ajustado para conocer cuándo puede haber surgido esa variante del cromosoma Y centrándonos únicamente en la población del País Vasco”, añade la catedrática de Biología Celular de la UPV/EHU.
“Para ello se ha analizado un grupo de individuos con la variante característica R-S116 tanto en Álava (75 %), Guipúzcoa (86,7 %) y Vizcaya (87,3 %), y a través de ciertas fórmulas estadísticas en las cuales se tienen en cuenta la tasa de mutación y el tiempo que transcurre de una generación a la siguiente, se calcula el tiempo hasta el ancestro común más reciente”, cuenta Martínez Pancorbo. “El tiempo que transcurre de una generación a otra es muy variable, de ahí que los cálculos de la antigüedad sean orientativos y en lugar de situarse en unos años concretos se sitúan más bien en un periodo, en este caso, por ejemplo, en la Edad del Bronce, alrededor de hace unos 4.500 años”, añade.
“Si estudiamos el linaje materno vemos que en el País Vasco se mantiene el linaje del Paleolítico, es decir, las mujeres siguen transmitiendo el ADN mitocondrial antiguo del Paleolítico entre generación y generación. Sin embargo, al estudiar el cromosoma Y nos hemos encontrado que no procede del Paleolítico, sino que se trata de una variante nueva del Neolítico; como si hace 4.500 años en la Edad del Bronce, surgiera una variante y reemplazara a todos los linajes del cromosoma Y de los varones que vivían en el País Vasco: los antiguos cazadores, recolectores…”, indica Marian Martínez de Pancorbo. “Hemos observado que desde la Edad del Bronce no se siguen transmitiendo aquellos linajes de los varones vascos y los descendientes nuevos que aparecen son hijos de estas nuevas variantes que han llegado. Se trata de un dato muy curioso que llama mucho la atención y que no se comprende muy bien el por qué”, subraya Martínez de Pancorbo.
“Una de las hipótesis que se baraja es que posiblemente cuando llegó aquella población más avanzada tecnológicamente procedente de la estepa euroasiática, los varones tuvieran mayores posibilidades de tener descendientes con las mujeres vascas. Pero insisto —subraya Martínez de Pancorbo— no deja de ser una hipótesis puesto que no hay evidencias de que se eliminara a los varones que en aquel entonces estaban en el territorio que hoy conocemos como País Vasco, porque no hay evidencias de guerras, ni masacres…”. Además, “no deja ser muy curioso que en tan poco tiempo lleguen a reemplazar todo lo que había alrededor”, recalca la investigadora. Podría haberse debido a que los nuevos pobladores, tecnológicamente más avanzados, tuvieran mejores posibilidades para alimentar a sus progenies y por tanto dejasen un mayor número de descendientes que fueran transmitiendo cromosoma Y de tipo R-S116.
Sin embargo, “personalmente tengo otra hipótesis —comenta la catedrática de Biología Celular de la UPV/EHU—que nos gustaría comprobar y quizás nos ayudaría a comprender mejor esto. Tal vez la fertilidad, o la probabilidad de tener hijos varones de aquellos individuos con la variante R-S116 del cromosoma Y era mayor que en los varones con otros tipos de cromosoma Y, y por eso el número de descendientes masculinos que dejan es mayor en cada generación”. “Se podría realizar un estudio y ver simplemente si actualmente los individuos portadores de esa variante del cromosoma Y tienen un número de descendientes varones más alto que el número de hijos varones que tienen otros individuos con otros tipos de variantes del cromosoma Y. Pero no podemos remontarnos a las condiciones de vida de la Edad del Bronce, y puede que los datos actuales no reflejen la realidad antigua, ya que en distintas condiciones de vida los individuos somos más o menos eficientes biológicamente”, señala Martínez de Pancorbo.
Referencia:
Luis, J.R., Palencia-Madrid, L., Mendoza, V.C., Garcia-Bertrand, R., M. de Pancorbo, M. & Herrera, R.J. (2021) The Y chromosome of autochthonous Basque populations and the Bronze Age replacement. Sci Rep 11, 5607 doi:10.1038/s41598-021-84915-1
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU Komunikazioa
El artículo Más del 80 % de los varones del País Vasco desciende de antepasados varones que llegaron a la zona en la Edad del Bronce se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Certezas e incertidumbres sobre el cambio climático
Josep Lluís Pelegrí Llopart

A mediados del siglo pasado, las primeras voces de la comunidad científica advirtieron sobre la posibilidad de que el clima de la Tierra se modificase por la continua emisión de dióxido de carbono a la atmósfera como resultado de la quema de combustibles fósiles. Esta preocupación llevó, durante la década de los 80, a la creación primero del Programa de Investigación del Clima Global (1980) y posteriormente del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, 1988).
El IPCC es una entidad de las Naciones Unidas encargada de valorar la ciencia relacionada con el cambio climático. Desde 1990 ha preparado numerosos trabajos relacionados con el cambio climático, entre los que destacan los Informes de Evaluación producidos cada 5-7 años, el último de ellos publicado entre 2013 y 2014 (Quinto Informe de Evaluación). En 2018 y 2019 se publicaron otros tres informes intermedios: el calentamiento global de 1,5 °C, los océanos y la criosfera en el cambio climático y el cambio climático y las zonas terrestres.
Ahora el IPCC acaba de publicar el primer volumen del Sexto Informe de Evaluación, dedicado a las ciencias físicas del cambio climático. Esta evaluación nos envía un contundente mensaje: el aumento de los gases invernadero en la atmósfera ha tenido, tiene y tendrá un grave impacto sobre el clima de la Tierra.
La certeza
La certeza básica –lo que podríamos llamar el punto de partida– es que el rápido aumento de los gases de tipo invernadero es de origen antrópico. Para el periodo 1960-2019, los dos principales gases de efecto invernadero han sido el dióxido de carbono (CO₂) y el metano (CH₄). Su contribución al efecto radiativo es del 63 % para el CO₂ y del 11 % para el CH₄. En el caso del CO₂, aproximadamente 2/3 partes corresponden a la quema de combustibles fósiles y 1/3 parte al uso de la tierra. En el caso del CH₄, la situación se invierte, con 1/3 parte proveniente de los combustibles y las 2/3 partes provenientes de la agricultura y la gestión de residuos.
Esta evidencia indiscutible, conduce a otra realidad que también se considera irrefutable: el aumento de gases invernadero hace que la superficie del planeta haya recibido y siga incorporando un exceso de calor. La radiación de onda larga que emite nuestro planeta no es suficiente para deshacerse de este exceso de energía y la diferencia se almacena principalmente en los océanos (el 91 %). Este desbalance hace que la temperatura del planeta –no solo la de la superficie del globo sino también del océano profundo– haya aumentado sobradamente por encima de los cambios planetarios naturales.
El incremento medio de temperatura del aire en la superficie de la Tierra, entre 1850-1900 y 2011-2020, ha sido de 1,09 °C (1,29 °C entre 1750 y 2019). Sobre las zonas terrestres este aumento ya ha alcanzado 1,61 °C, siendo un 45 % superior a la media planetaria y un 80 % superior al incremento experimentado en la superficie de los océanos.
El desbalance radiativo actual hace que, incluso si dejásemos de emitir gases invernadero, la temperatura del planeta continuaría aumentando. Con el fin de detener este incremento de temperatura lo antes posible, la única solución es eliminar la emisión de gases invernadero. El nuevo informe del IPCC nos advierte que cualquier alternativa de reducción progresiva en la emisión de estos gases ocasionará que la temperatura de la Tierra aumentará durante un periodo más largo.
Los daños colaterales
El Sexto Informe de Evaluación explora detenidamente los posibles impactos colaterales, de alcance global, asociados a la subida de la temperatura del planeta. A lo largo de todo el informe, se valora la confianza y grado de probabilidad de las predicciones. La confianza se determina a partir de la robustez de las evidencias disponibles y por medio del grado de concordancia entre investigadores y metodologías diversas. En la verisimilitud de futuros cambios, se destacan aquellos que tienen un grado de probabilidad muy elevado (90 %) o de casi total certeza (99 %).
Unos de las consecuencias indiscutibles es el aumento del nivel del mar, causado tanto por la expansión del agua que se calienta como por la pérdida de glaciares y hielo continental. El aumento para finales del siglo XXI dependerá del escenario de emisiones. Para un escenario realista se prevé un incremento de entre 0,55 y 0,90 m para finales de siglo, relativo al nivel del mar durante el periodo 1995-2014. Debido al deshielo y el calentamiento de las aguas profundas, el nivel del mar continuará aumentando durante varios siglos, pudiendo perfectamente alcanzar varios metros para el año 2300.
Otro impacto esperado es el incremento en la frecuencia de eventos extremos, tanto las tormentas con fuertes vientos y lluvias extremas como las sequías prolongadas. La combinación del incremento del nivel del mar y las tormentas más extremas reforzará el impacto sobre muchas zonas costeras.
El aumento de la temperatura superficial también conllevará una mayor cantidad de agua en la atmósfera. En particular, se prevé un incremento en precipitación de entre un 2 y un 8 % para finales de siglo, dependiendo del escenario de emisiones de gases invernadero. Sin embargo, las precipitaciones se distribuirán de forma irregular, con sequías en zonas de climas mediterráneos y mucha más lluvia a altas latitudes. La variabilidad interanual también aumentará.
A estos dos ejemplos se le añaden otros como la acidificación y desoxigenación de grandes regiones oceánicas, un considerable aumento en la estratificación de las aguas superficiales y las oleadas de calor marino en regiones costeras. Todo ello con un importante impacto sobre la biodiversidad y salud de los ecosistemas marinos. También vale la pena destacar la previsión de que, durante el verano austral, en el año 2050 ya no habrá hielo ártico, con consecuencias importantes no solo en la biodiversidad de estas regiones sino también en la disminución del albedo polar.
Las incertidumbres
El sexto informe nos dice que el cambio ya es imparable, lo que nos queda por saber es qué niveles alcanzará. Una gran parte del informe se dedica a analizar cuál será la magnitud de estos cambios para diferentes escenarios de emisión de gases invernadero. El informe concluye que si el equilibrio radiativo se logra con aumentos de temperatura moderados, entre 1,5 y 2,0 °C, el impacto sobre el clima tendrá consecuencias mucho menos drásticas.
Para llegar a esta conclusión el informe analiza multitud de factores, en cada caso valorando cuál es la respuesta más probable del sistema climático y a menudo reconociendo un elevado grado de incertidumbre. Se trata de aspectos del sistema climático cuya evolución futura no se conoce con suficiente confianza, a pesar de que tienen un papel muy importante en el aumento de la temperatura.
Un primer factor es la cantidad de dióxido de carbono que terminará en la atmósfera. Durante las seis últimas décadas aproximadamente el 56 % del CO₂ ha terminado en el océano y en la biosfera terrestre. Sin embargo, el informe anticipa que este porcentaje disminuirá progresivamente hasta el extremo de que incluso podría revertirse, de modo que océano y masas terrestres podrían convertirse en fuente de CO₂ en lugar de sumidero.
Otro aspecto de importancia clave es la cinta transportadora global, encargada de distribuir energía hacia altas latitudes y de intercambiar las aguas superficiales y profundas. El informe indica que hay una alta probabilidad de que esta cinta se debilite, incluso previendo la posibilidad de su colapso total, pero con baja fiabilidad.
También se apunta hacia una reducción de las regiones con permafrost, que es la capa de suelo permanentemente congelada que ha acumulado grandes cantidades de materia orgánica. Su efecto parece estar muy por debajo del impacto que ocasiona la quema de combustibles fósiles pero el grado de incertidumbre es elevado.
Otro factor importante e incierto para el clima futuro de nuestro planeta es la evolución de las grandes masas de hielo antártico, localizadas en zonas emergidas sobre este continente. A diferencia de la región ártica, su posible deshielo vendrá condicionado no por la temperatura del aire sino sobre todo por la temperatura de las aguas subsuperficiales.
Finalmente, el ciclo de agua, especialmente en lo relativo a la formación de nubes y sus efectos albedo e invernadero, se mantiene como uno de los elementos con mayor incertidumbre. El fortalecimiento del ciclo del agua, con cambios significativos en la cantidad de vapor de agua en la atmósfera, podría ocasionar diferencias regionales importantes en las tasas de evapotranspiración.
La mayor incertidumbre
El clima de la Tierra está cambiando y cambiará aún más como resultado de un ritmo de vida insostenible que mantiene una parte de la población planetaria. A corto plazo experimentaremos fuertes sequías y lluvias torrenciales. A medio plazo viviremos una progresiva desertización de grandes regiones planetarias y nuestras costas y sus habitantes sufrirán fuertes temporales marinos superpuestos a un nivel de mar en lento pero progresivo aumento. A largo plazo, dejaremos a las generaciones futuras, a los nietos de nuestros nietos, un litoral inundado y en continuo retroceso.
El cambio climático conllevará también un fuerte impacto sobre los ecosistemas terrestres y marinos, deteriorando la salud de ecosistemas regionales y la resiliencia del sistema climático tal como lo conocemos. En el horizonte se vislumbra, como una realidad casi inminente, un sistema climático distinto al actual, para el cual la especie humana no se encuentra bien adaptada.
Sin duda es un aviso que nos dice que no estamos en el buen camino. ¿Cuál será nuestra respuesta? ¿Miraremos con amor y empatía a nuestros vecinos amenazados, con menos posibilidades de adaptarse que nosotros, y a esos nietos lejanos que no conoceremos? ¿Nos imaginaremos formando parte del planeta? ¿O seguiremos actuando como sus dueños y usuarios, con nuestras comodidades y lujos absurdos?
¿Seremos capaces de reinventarnos en nuestros pequeños gestos diarios? Reciclar, reutilizar, reducir… desde el consumo sostenible hasta nuestro goce armónico junto con la naturaleza. La respuesta está en nuestras manos, todos tenemos nuestra responsabilidad personal diaria y todos tenemos la oportunidad de exigir esta misma responsabilidad a nuestros gobernantes.
La humanidad ha ocasionado el cambio climático actual, y la humanidad también, paradójicamente, es la mayor incertidumbre en el futuro climático que nos espera.
Sobre el autor: Josep Lluís Pelegrí Llopart esoceanógrafo, profesor de investigación y director del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Artículo original.
El artículo Certezas e incertidumbres sobre el cambio climático se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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En agosto, como en abril, refranes mil
En la reciente trilogía de entradas del Cuaderno de Cultura Científica «Las emocionantes aventuras del número tres» (primera parte, segunda parte y tercera parte), se recogían algunos refranes y expresiones que contenían al número tres, como No hay dos sin tres, o Los números nones son los mejores, y el número tres el mejor (de todos) es. Pensando en estos refranes, me ha parecido interesante dedicar esta entrada estival a refranes en los que aparezcan números.

La verdad es que no soy una persona de refranes, pero sí he vivido rodeado de personas que lo eran, como mi abuelo materno, que conocía muchos y a quien siempre le gustaba citar algún refrán si la situación lo permitía. Aunque, como la mayoría de las personas, conozco una buena cantidad de refranes, ya que algunos son tan populares que su uso suele ser muy cotidiano.
Empezaremos con algunos refranes sobre el número dos. Por ejemplo, el refrán que dice:
Dos no discuten (riñen) si uno no quiere.
Este refrán nos viene a decir que si no entramos en las provocaciones de otras personas no discutiremos, o nos pelearemos, con ellas, o que por mucho que se empeñe una persona en discutir con otra, si esta no quiere, no habrá discusión. El refrán admite muchos enunciados similares, como Cuando uno no quiere, dos no barajan (como se indica en el diccionario de la RAE, una de las acepciones, en desuso, del verbo “barajar” es “reñir, altercar o contender con otros”) o Cuando uno no quiere, dos no pelean. Este refrán aparece mencionado en el libro Refranes que dicen las viejas tras el fuego (1508), de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, así como en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611), de Sebastián de Covarrubias Orozco.
El refrán es bastante universal y nos lo encontramos en varios idiomas. Así en gallego se dice Cando un non quere, dous non barallan (cuando uno no quiere, dos no disputan), en euskera Idia ez da bakarrik uztartzen (el buey no se unce solo), en inglés se dice It takes two to make a quarrel (hacen falta dos para una pelea), en francés Pour se battre il faut être deux (para luchar hacen falta ser dos), en alemán Wer allein zankt, zankt nicht lange (quien discute solo, no discute mucho tiempo), aunque el refrán es antiguo y nos lo encontramos ya en latín, Duo sunt ad litem necessarii (dos son necesarios para reñir).
En la novela Don Quijote de la Mancha (1605 y 1614), del escritor madrileño Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), aparecen citados muchos refranes. Uno de los cuales es:
Más vale un ‘toma’ que dos ‘te daré’.
Este refrán transmite la idea de que es mejor disfrutar de lo que nos ofrece el presente, que esperar a un posible futuro mejor. Aunque es un refrán que ya no se utiliza mucho. De nuevo, como muchos otros refranes, es bastante universal, en algunos idiomas con la misma expresión, como en francés, pero en otros con variaciones. En inglés se dice One today is worth two tomorrows (Uno de hoy vale dos de mañana), en griego Κάλλιο το σημερινό ψωμί, παρά την αυριανή πίτα (Mejor el pan de hoy que la tarta de mañana) y en algunos casos se cambia el número dos por cien, como en italiano.

Otro refrán conocido en alguna de sus formas es:
Al que no quiere caldo, dos tazas.
También se dice Si no quieres caldo, toma tres tazas, Si no quieres caldo, taza y media, y otras expresiones similares. En euskera se dice Nahi ez duen mandoak, bi zaldare (A mulo que no quiere pienso se le da el doble) o en catalán No vols brou?, tassa i mitja (¿No quieres caldo?, taza y media). Como se menciona en el Centro Virtual Cervantes, que recoge muchos estudios sobre refranes populares en lengua española, el significado de este refrán es que “resulta conveniente contentarse con aceptar las cosas como vienen, porque, de lo contrario, se corre el riesgo de recibir lo que no se desea, pero en una cantidad mayor o duplicada”.
Seguimos con refranes que utilizan el número dos, como:
Quien se enfada, dos trabajos (problemas) tiene.
En una de las variantes de este refrán se explica incluso cuáles son esos trabajos, ya que dice así El que se enoja tiene dos trabajos: enojarse y contentarse. En ocasiones se utiliza a modo de broma con una persona que se está empezando a picarse, para que se le pase el cabreo. Otra variación de este refrán parece tener relación con los enfados de los niños y niñas, en particular, a la hora de comer, ya que dice así: Quien se enoja, dos trabajos tiene, y tres si no come.
El siguiente refrán es el título de una comedia del dramaturgo madrileño Calderón de la Barca (1600-1681):
Casa con dos puertas, mala es de guardar.
En Refranes que dicen las viejas tras el fuego (1508), del Marqués de Santillana, aparece expresado de la siguiente manera Todo te haré, mas casa con dos puertas no te guardaré. Este mismo refrán Casa con dos puertas, mala es de guardar aparece en varios idiomas con la misma expresión, mientras que en otros se utilizan pequeñas variaciones, como en italiano Se vuoi guardar la casa, fai un uscio solo (Si quieres guardar la casa, haz una sola puerta) o griego Για να φυλάξεις το σπίτι σου, έχε μόνο μια πόρτα (Para cuidar tu casa, ten sólo una puerta).
Hay muchos refranes, la mayoría desconocidos para mí, que contienen al número dos, como: a) Dos pájaros en una espiga hacen mala compañía (que alude al hecho de que es difícil dirigir algo entre varias personas); b) Dos que duermen en un colchón, se vuelven de la misma condición; c) Entre dos muelas cordales, nunca metas tus pulgares (que según el Centro Virtual Cervantes “No es aconsejable entrar en conflictos familiares, porque los que son de la misma sangre suelen después entenderse y pueden achacar a los extraños una culpa que no les corresponde y, de esa forma, se pierde la amistad” y es otro de los que aparecen en Don Quijote de la Mancha); d) Entre dos que se quieran con uno que coma basta (nos habla del sacrificio por la persona amada); e) Hombre prevenido, vale por dos; f) Quien da primero da dos veces (que aparece en la siempre presente novela de Miguel de Cervantes); g) Quien se pone debajo de la hoja, dos veces se moja; h) Dos aguas de abril y una de mayo, valen los bueyes y el carro (que como explica el CVC quería decir que “la abundancia de las cosechas depende de las lluvias y las templanzas de estos dos meses, concretamente de las lluvias de primavera”); i) Freídle un huevo, que dos merece; j) La una mano lava la otra, y las dos al rostro (que como explica el CVC “alude a la necesidad de ayudarse unos a otros para conseguir las cosas, al tiempo que recuerda la obligación de corresponder a las ayudas que nos prestan. Se refiere también al alivio o a la ventaja de que alguien nos ayude para acabar antes y con menos esfuerzo”).

Un refrán muy conocido que nos liga los números dos y tres es:
Dos es compañía, tres es multitud.
Como se explica en el Centro Virtual Cervantes “se dice cuando es preferible limitar el número de personas para conseguir que reine la concordia” o que muchas personas en una misma actividad o negocio, no traen nada bueno. También se suele utilizar en relación a las parejas. En euskera cuando hay una tercera persona que molesta se dice Hara bi zu bat eta bestea ni (He aquí dos, uno tú y otro yo); en gallego se dice Compañía de tres fíxoa o demo (Compañía de tres la hizo el demonio); en catalán Més de dos són massa (Más de dos son demasiados).
Sobre el número tres ya hemos citado algunos refranes más conocidos, ahora mostraremos algunos otros que lo son menos. El primero:
A pan de quince días, hambre de tres semanas,
que ya está en desuso y que aludía a que cuando las cosas vienen mal dadas hay que aceptar lo que nos viene. Una versión más moderna sería Para el hambriento no hay pan duro.
Seguimos con otro refrán con el número tres:
El huésped y el pez, a los tres días hiede.
En Cuba se dice El invitado y el pescado al tercer día apestan o en Colombia La visita y la pesca a los tres días apesta, que además tiene rima. En gallego es parecido O hóspede e o peixe aos tres días feden (El huésped y el pez a los tres días hieden), así como en catalán L’hoste i el peix menut, més de tres dies put (El huésped y el pez pequeño, más de tres días hiede) y en euskera se dice Arraina eta arrotza, heren egunak karatzez, (usain txarrez) kanpora deragotza (bota) (que podríamos traducir –gracias al traductor- como El invitado, como el pescado, al tercer día empieza a apestar, mejor deshacerse de él). Y casi con la misma expresión existe en muchos más idiomas.
Otro refrán que ya está en desuso es:
Secreto de uno, de ninguno; de dos, sábelo Dios; de tres, secreto no es,
cuyo significado no hace falta explicar mucho. Es difícil guardar un secreto si lo conocen más de dos personas. La versión que aparece en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), de Gonzalo Correas es Secreto de dos, sábelo Dios; secreto de tres, toda res (donde “toda res” significa todo el mundo). La versión de este refrán en euskera era Hiru belarritan igaran hitz isila, orotan lasterka dabila (El secreto que ha recorrido tres orejas va corriendo por todas partes); en catalán Secret d’un és secret, secret de dos és dificultós[,] i secret de tres descobert és (Secreto de uno es secreto, secreto de dos es dificultoso, y secreto de tres descubierto es); y en gallego Segredo de dous sábeo Deus; segredo de tres sábeo quen quer (Secreto de dos lo sabe Dios; secreto de tres lo sabe cualquiera). La versión del refrán en inglés tiene su coña, ya que dice así Three may keep a secret, if two of them are dead (Tres pueden guardar un secreto, si dos de ellos están muertos); en francés es Secret de trois, secret de tous (Secreto de tres, secreto de todos); y en alemán Zum Geheimnis ist einer zu wenig und drei schon zu viel (Para el secreto uno es demasiado poco y tres son demasiados).
Unos pocos refranes más con el número tres: a) Un médico cura, dos dudan, tres muerte segura (que no deja muy bien parados a los médicos y recomienda no visitarles mucho, o también no acudir a varios médicos para una misma dolencia); b) Dios, dame dos, y si me das tres, no te pido otra vez; c) Nueve meses de invierno y tres de infierno (en referencia al clima de Castilla); d) Con tres pes abrirás camino: pan, paciencia y padrino; e) Al muerto y al consorte, a los tres días ya no hay quien los soporte; f) Ninguna maravilla dura más de tres días; luego con otra se olvida.

Vayamos a por refranes con el número cuatro. Empezamos con un refrán conocido:
Cuatro ojos ven más que dos.
Este refrán nos viene a decir que dos personas, o más, encuentran mejor solución a los problemas, y mucho antes. De hecho, en ruso el refrán es Одна голова хорошо, а две лучше (Dos cabezas valen más que una), aunque en la mayoría de los idiomas el enunciado es exactamente como en castellano.
Otro refrán más o menos usado es
Donde comen tres, comen cuatro,
o también, Donde comen cuatro, comen cinco, aunque el refrán entero es En la mesa de San Francisco, donde comen cuatro comen cinco. En francés se dice Quand il y en a pour deux il y en a pour trois (Cuando hay para dos hay para tres); en alemán Wo vier essen, wird auch der fünfte satt (Donde comen cuatro también se sacia el quinto); como vemos el significado es el mismo en los distintos idiomas, aunque varían los números dos, tres, cuatro, cinco, de hecho, en inglés el refrán dice Always room for one more (siempre hay sitio para uno más).
Todos los refranes encierran cierto tipo de sabiduría, o aprendizaje, como este otro refrán:
Si haces barato, venderás más que cuatro,
que nos habla de la relación entre el precio del producto y la cantidad que se vende. De hecho, el refrán en alemán es más explícito Wer wohlfeil verkauft, hat viel Zuspruch (Quien vende a buen precio tiene mucha demanda).
Un refrán bastante popular pero que ha caído en desuso por la desaparición de la peseta, por la llegada del euro, es el siguiente:
Nadie da duros a cuatro pesetas.
Para quienes no la conocieron, la moneda de un duro valía cinco pesetas, por lo tanto, el refrán quería decir que nadie da nada de forma gratuita, sin recibir nada a cambio. Y nos advierte ante los timos, en los que “nos ofrecen duros a cuatro pesetas”.
Otro refrán económico:
Quien tiene cuatro y gasta cinco, no ha menester bolsico (o bolsillo).
Este refrán nos dice claramente que si gastamos más de lo que tenemos o ganamos, nunca ahorraremos, de hecho, acabaremos con deudas.

En el libro Diccionario de refranes comentado, de Regino Etxabe, encontramos algún refrán más con el número cinco, como:
Árbol de buen natío, toma un palmo y paga cinco,
es decir, un buen árbol ocupa poco espacio y da mucho fruto, que se utiliza para que no nos dejemos llevar por las apariencias.
Y un refrán deportivo:
El mejor perder un día 5-0, que cinco días 1-0,
que nos transmite la idea de que en el ámbito deportivo muchas veces hay que arriesgar y jugar al ataque, aunque eso pueda conllevar una abultada derrota.

Existen muchos refranes referidos al tiempo y ahí encontramos algún refrán con el número seis, como este:
Cuando a las seis veas oscurecer, otoño seguro es.
Otra versión referida al mes de diciembre dice Cuando en diciembre empieza a llover, la noche se oscurecerá a las seis. Y uno más meteorológico:
El que compra el paraguas cuando llueve, valiendo seis le cobran nueve.

Empezamos los refranes que contienen al número siete con un refrán que nos aconseja la calidad antes de la cantidad:
Más valen dos bocados de vaca que siete de patata.
De hecho, en francés es un refrán explícito, sin metáfora, La qualité vaut mieux que la quantité (Más vale la calidad que la cantidad), aunque me gustan más los refranes menos literales. En alemán se dice Besser ein Lot Gold als ein Pfund Blei (Más vale media onza de oro que una libra de plomo), pero no aparece en muchos más idiomas.
Otros refranes con el número siete: a) Un año bueno da para siete malos; b) Año de siete, deja España y vete (asociando al siete con la mala suerte); c) No alabes ni desalabes hasta siete navidades (nos habla de que no es bueno prejuzgar a una persona o dejarse llevar por la primera impresión, en general se puede utilizar como apelación a la prudencia); d) No era nada la meada, y calaba siete colchones y una frazada, aunque también se utiliza y una manta (este refrán se utiliza cuando alguien quita importancia a algo que sí la tiene y mucho, otro similar es ¡No es nada lo del ojo… y lo llevaba en la mano!).

Un par de refranes con el número ocho son:
Tan contenta va una gallina con un pollo, como otra con ocho,
que habla del amor de una madre por sus hijos, ya sea uno o muchos; y un refrán más agrícola:
Cebada granada, a los ocho días segada.

No hay muchos más refranes sobre el número nueve que los vistos anteriormente. A continuación, veamos uno con el número diez, que en su versión larga menciona también al nueve, este es:
A las diez en la cama estés,
que recomienda acostarse pronto, así se podrá descansar bien y afrontar mejor el siguiente día y que en su versión más extendida dice A las diez en la cama estés, y si puede ser, a las nueve. En euskera se dice Munduen nahi dabenak luzeroen bizi, olluekin erretirau ta , txoriekin jagi (Quien quiere vivir durante mucho tiempo, que se acueste con las gallinas y que se levante con los pájaros); en inglés Early to bed, early to rise, makes a man healthy, wealthy and wise (Acostarse temprano y levantarse temprano hacen al hombre sano, rico y sabio) o en francés Si tu veux bien te porter, couche-toi tôt et lève-toi tôt (Si te quieres encontrar sano, acuéstate pronto y levántate temprano).
Un refrán relacionado con este es:
A las diez, deja la calle para quien es,
que nos habla de los peligros de la noche. Y seguimos con algunos refranes más con el número diez que he encontrado en el libro Refranero: refranes y expresiones populares, de Pierre Marie Mouronval Morales: a) Lo que desenredan diez hombres buenos, lo vuelve a enredar un picapleitos (que no habla precisamente bien de los abogados); b) Una vez salí y diez me arrepentí; c) El amigo que está presente vale por diez ausentes; d) Mucho más trabajo cuesta hacer un libro que hacer diez hijos; e) Más aprende un pobre en un mes, que un rico en años diez.

Algunos refranes con el número cien. Este primero es muy conocido, e incluso ha dado título a una película:
Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón,
que disculpa a quien comete una mala acción contra alguien malvado. En La Celestina () se cita como Quien engaña al engañador cien años de perdón. Este es otro refrán ampliamente difundido. En inglés se dice It’s no crime to steal from a thief (No es un crimen robar a un ladrón); en francés C’est une bonne action de volerle larron (Es una buena acción robar a un ladrón); en italiano Chi ruba a un buon ladron ha cent’anni di perdon (Quien roba a un buen ladrón tiene cien años de perdón); o en alemán Wer einen Betrüger betrügt und einen Dieb bestiehlt, erhält hundert Jahr Ablass (Quien engaña a un timador y roba a un ladrón consigue cien años de indulgencia). Pero incluso nos lo encontramos en latín, Dolus cum dolo compensatur (Engaño con engaño se compensa).
Otro refrán muy conocido es:
Más vale pájaro en mano, que ciento volando,
que pone en valor lo que tenemos, aunque sea normal o escaso, frente a aquello más perfecto que deseamos, pero que es posible que nunca consigamos. Entre las diferentes versiones de este refrán tenemos Más vale pájaro en la barriga que ciento en la liga. La versión en euskera es Aireko txoriarentzat eskuakoa es utz (No dejes el pájaro de la mano para cazar el del aire).
Y otro muy conocido:
No hay mal que cien años dure.
Algunos refranes más: a) Si una puerta se cierra, ciento se abren; b) Dios me dé cien enemigos y no me dé un falso amigo; c) El bien hacer abre cien puertas y el mal agradecer las cierra; d) Quien come la vaca del rey, a cien años paga los huesos; e) Más caga un buey que cien golondrinas; f) Más discurre un hambriento que cien letrados.
Y terminemos con dos refranes con el número mil,
Antes de mil años todos seremos calvos,
y el que da título a esta entrada del Cuaderno de Cultura Científica,
En abril, aguas mil.
Bibliografía
1.- Jesús Cantera Ortiz de Urbina, Julia Sevilla Muñoz, Refranes que dizen las viejas tras el fuego, los refranes recopilados por el Marqués de Santillana, Centro Virtual Cervantes Instituto Cervantes, 2018.
2.- Centro Virtual Cervantes, del Instituto Cervantes.
3.- Regino Etxabe, Diccionario de refranes comentado, Ediciones de la Torre, 2012.
4.- Buscapalabra: Refranes y dichos
5.- Pierre Marie Mouronval Morales, Refranero: refranes y expresiones populares, CreateSpace Independent Publishing Platform, 2017.
Sobre el autor: Raúl Ibáñez es profesor del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaborador de la Cátedra de Cultura Científica
El artículo En agosto, como en abril, refranes mil se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Antes del hierro
Grecia y las islas del Egeo estuvieron inicialmente sujetas al imperio de Creta antes de obtener la independencia a mediados del segundo milenio a.e.c. Esta civilización, centrada en el Peloponeso griego, era desconocida hasta su descubrimiento por Heinrich Schliemann en el siglo XIX. Schliemann ya había descubierto la antigua Troya en el noroeste de Turquía. Afirmó haber descubierto la patria del rey Príamo y el príncipe Héctor de Troya y los reinos de Menelao y Agamenón, hermanos y reyes de Esparta y Micenas y Argos. Schliemann se refirió a las culturas de la Edad del Bronce del Egeo y Grecia como la civilización micénica, mientras que actualmente se prefiere el término periodo heládico.
Los micénicos eran similares a los minoicos en su sofisticación en distintas técnicas, desde la metalurgia a la construcción de barcos, y estaban muy avanzados en el comercio y en las cuestiones militares, incluida la construcción de fortalezas. Poseían una forma de escritura, quizás derivada de la civilización minoica, la Lineal B. Los reyes y los aristócratas gobernaban, y la mayor parte de la población eran agricultores y pastores, si bien existía una clase media de artesanos, escribas, médicos y comerciantes.

La civilización micénica era patriarcal, como se refleja en sus deidades, dominada por el dios masculino Zeus. La gente de Grecia, como la de Creta, trató de explicar el funcionamiento de la naturaleza, pero no pasó de imaginar fuerzas sobrenaturales trabajando de forma invisible tras la inmensidad del cielo, en las profundidades del mar o en el interior de la tierra, produciendo rayos, proporcionando la fertilidad del suelo y de los humanos, jugando con las emociones humanas e interviniendo en la enfermedad y la muerte. Los dioses griegos, que gobernaban desde el Monte Olimpo, personificaban las fuerzas de la naturaleza para estos pueblos de la Edad del Bronce.
A principios del siglo XII a.e.c. se produjo un hecho que alteraría para siempre las civilizaciones del Mediterráneo oriental. Invasores del norte de Europa con armas de hierro emigraron a los Balcanes y a Asia Menor y al sur a Palestina y Egipto. Eran nómadas y primitivos, analfabetos y violentos, pero habían encontrado el secreto de la fundición del hierro, lo que los hacía poco menos que imparables. Los griegos llamaron dorios a los invasores; destruyeron la civilización micénica y tomaron el control especialmente de Grecia occidental y del Peloponeso. Es incluso posible que tuviesen un papel en la caída de Troya.

Estos mismos invasores conquistaron el imperio hitita de Asia Menor, posiblemente fuesen los que amenazaron a los judíos de Palestina (los filisteos) y atacaron a los egipcios. Aunque fueron rechazados por Egipto, los egipcios estaban aterrorizados por esta gente del mar. En ocasiones, se hace referencia a estos invasores como los «pueblos del mar».
Los habitantes de las ciudades y pueblos micénicos huyeron ante el avance dórico, migrando hacia el este hasta las penínsulas extremas del continente, las islas del Egeo y la costa occidental de Turquía. Estos migrantes, posteriormente llamadas jonios, fundaron ciudades-estado jónicas: Atenas, Mileto, Quíos, Samos, Halicarnaso, Cos, Colofón o Éfeso son algunas de ellas.
Los jonios y dorios de los siglos posteriores siempre se consideraron diferentes. Tenían tradiciones e idiomas similares y adoraban dioses y diosas similares, pero el nivel y la sofisticación de sus respectivas culturas eran muy diferentes. Los dorios eran más militaristas y sus ciudades se centraban en la guerra y la defensa en lugar del arte, la poesía y la ciencia. Los jonios, por otro lado, se dedicaron al pensamiento, la cultura, la investigación de la naturaleza y la expresión de sus ideas. Con el tiempo, los jonios se convirtieron en los líderes de la ciencia griega durante las eras arcaica, clásica y helenística de Grecia. Las ciudades de Atenas, Mileto, Cos y Quíos se convirtieron en centros de filosofía y ciencia. Homero, Tales, Anaxágoras, Anaximandro, Hipócrates, Sócrates y Platón fueron representantes de los filósofos, científicos y médicos jonios.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
El artículo Antes del hierro se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Si hay un tema que ha fascinado a todos por igual desde el inicio de los tiempos ese ha sido la necesidad de saber si estamos solos en el universo o si al igual que nosotros hemos poblado la Tierra, hay también vida en otros planetas.

Era un día de verano de 1950 y los físicos Enrico Fermi, Edward Teller, Herbert York y Emil Konopinsky se dirigían a tomar el almuerzo. Iban charlando sobre supuestos avistamientos de OVNIS, pero a Enrico Fermi algo no le cuadraba, así que minutos después, sentados alrededor de la mesa y después de haber hablado ya sobre el tema, gritó: “¿Pero dónde diablos están todos?”. El resto del grupo entendió a qué se refería. Si hay vida fuera del planeta Tierra, ¿por qué aun no nos han visitado? Según Fermi, la probabilidad de que hubiera otras civilizaciones en la Vía Láctea y vida en ellas, era alta, entonces, ¿por qué no tenemos alguna prueba de su existencia? Fermi no fue el primero en formularse esa pregunta, sin embargo gracias a él, a esa contradicción, se le conoce como la paradoja de Fermi.
Numerosos profesionales de la ciencia se han interesado también por esta problemática. En 1961 el astrofísico Frank Drake, con la intención de generar debate, diseñó una ecuación que permitiría estimar con cuántas de las civilizaciones de nuestra galaxia podríamos tener contacto. A él le siguieron, en 1975, el astrofísico Michael Hart con un artículo científico sobre el argumento de Fermi y la astrofísica Sara Seager proponiendo en 2013 una versión paralela a la ecuación de Drake.
Se sabe que en la Vía Láctea hay millones de estrellas similares al Sol y entonces sería muy probable que alguna, o muchas de esas estrellas tuvieran planetas similares al nuestro y que, al igual que ocurre en la Tierra, se hubiera desarrollado vida inteligente en ellos. Si esto fuera así, no sería osado pensar que alguno de esos seres inteligentes hubieran desarrollado la posibilidad de realizar viajes interestelares, con lo que nuestro planeta debería haber sido visitado ya, si no en persona, al menos a través de sondas. Sin embargo, aún no poseemos pruebas de ello ni tenemos certezas sobre la existencia de vida fuera de nuestro planeta. Aunque, es verdad que cada vez contamos con más y mejor tecnología para explorar el espacio, por lo que, si hay vida ahí fuera encontrarnos con ella será cuestión de tiempo.
Autora: Nuria Hernández Pintor (@somos.visuales), alumna del Postgrado de Ilustración Científica de la UPV/EHU – curso 2019/20
Artículo original: ¿Pero dónde diablos están todos? Juan Ignacio Pérez, Cuaderno de Cultura Científica, 5 de enero de 2020.
“Ilustrando ciencia” es uno de los proyectos integrados dentro de la asignatura Comunicación Científica del Postgrado de Ilustración Científica de la Universidad del País Vasco. Tomando como referencia un artículo de divulgación, los ilustradores confeccionan una nueva versión con un eje central, la ilustración.
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Babosas marinas que conservan la cabeza y pierden el cuerpo
Esta historia comenzó hace unos años cuando Sayaka Mitoh, de la Universidad de Mujeres de Nara, en Japón, hacía su doctorado. Su tema de tesis doctoral era conocer los efectos de la fotosíntesis de los cloroplastos de las algas que son el alimento de los nudibranquios o babosas marinas. Estaba revisando los acuarios con la colección de babosas marinas de su laboratorio e hizo un descubrimiento sorprendente. Las babosas marinas o nudibranquios son moluscos gasterópodos sin concha con colores muy llamativos. Destacan por llevar las branquias o sistema respiratorio en apéndices hacia el exterior.

Sayaka Mitoh encontró un cuerpo de la especie Elysia marginata sin cabeza, y, revisando el acuario, encontró la correspondiente cabeza sin cuerpo. Se movía por el tanque y se alimentaba de algas como es habitual.
Al examinar la cabeza, Mitoh vio que la herida del corte era autoinflingida, era una amputación voluntaria conocida como autotomía. Es una conducta bien conocida en varias especies animales. En la revisión de Patricia Fleming y sus colegas, de la Universidad de Murdoch, en Australia, se menciona que se ha encontrado en cnidarios, como algunas medusas, en anélidos como las lombrices, moluscos, como nuestros nudibranquios, artrópodos, en equinodermos y en vertebrados.
Fleming, como característica habitual en la autotomía, menciona que es una estrategia defensiva en la que, perdiendo una parte del cuerpo, se evita su destrucción completa por algún depredador. La amputación ocurre en un plano concreto del cuerpo como, por ejemplo, en las lagartijas cuando se desprenden de la cola. El proceso se describe con detalle en la revisión de Timothy Higham y su grupo de la Universidad de California en Riverside. Quizá es la autotomía más conocida y popular estudiada por los zoólogos.
Otra característica de la autotomía que menciona Fleming, y quizá la más interesante, es que se trata de una conducta muy controlada por el individuo. La pérdida de parte del cuerpo está bajo algún tipo de control central, hormonal o nervioso, y la parte que se desprende lo hace con rapidez y exactitud.
Hay conductas de autotomía en varios nudibranquios aunque no tan excepcionales como las descritas por Sayaka Mitoh. Hay especies que pierden parte de los apéndices o papilas respiratorias de las branquias que, como ocurre con la cola de las lagartijas, mantienen el movimiento después de desprenderse para centrar la atención del depredador y facilitar la huida.
Sayaka Mitoh encontró en el acuario que cinco de quince ejemplares, todos criados en el laboratorio, de la especie Elysia marginata, y un individuo de la misma especie recogido en la costa, habían perdido el cuerpo y conservado la cabeza. Incluso uno de los ejemplares lo hizo dos veces.
La cabeza se movía inmediatamente después del corte y, en un día, la herida se cerraba. A las pocas horas, tres de las cabezas comenzaron a alimentarse con algas, como es habitual en esta especie. En siete días regeneraron el corazón y en tres semanas lo hicieron con el cuerpo entero.
Todo el proceso lo consiguen los ejemplares más jóvenes, con menos de un año de vida. Los que pasan del año y medio mueren en los diez días siguientes a la amputación. Los cuerpos desechados se mueven y reaccionan a los toques de los investigadores desde varios días a meses después de la separación de la cabeza. Sin embargo, ningún cuerpo regenera la cabeza.
Los autores hicieron una nueva recogida de 82 ejemplares de otra especie, Elysia atroviridis, que estaban parasitados por un copépodo. Tres de los ejemplares cortaron el cuerpo y dos de ellos lo regeneraron en una semana. Del grupo inicial de 82 ejemplares, 39 perdieron por autotomía partes del cuerpo. Parece que es el método de esta especie para deshacerse de los copépodos es perder parte o todo el cuerpo, incluyendo los parásitos. De los 39, fueron 13 los que regeneraron las partes perdidas y, el resto, murieron. Junto con los 82 ejemplares con copépodos, los investigadores recogieron 64 sin parásitos y ninguno de ellos perdió partes del cuerpo.
Las dos especies muestreadas, Elysia marginata y Elysia atroviridis, cortan el cuerpo por una zona concreta y determinada del cuello que funciona como plano de ruptura y separación. Un plano similar se localiza en la base de la cola de las lagartijas. En Elysia parece que en ese plano de corte se acumulan células madre que intervendrán en la regeneración del cuerpo.
El proceso de autotomía es lento y, por tanto, no es eficaz para huir de depredadores como, por ejemplo, hacen las lagartijas. La hipótesis es que, más bien, es una conducta para deshacerse de los parásitos. O, también se ha propuesto, para expulsar contaminantes tóxicos acumulados en el cuerpo. Así consiguen un cuerpo nuevo, limpio y sano.
Por otra parte, mientras regeneran el cuerpo y solo tienen la cabeza, no tienen sistema digestivo y no se pueden alimentar por los procesos habituales. Mitoh y Yusa sugieren que, en el corto periodo de tiempo que dura la regeneración del cuerpo, se alimentan de los productos de la fotosíntesis que se hace en los cloroplastos tomados de las algas que ingieren. Este proceso de alimentación y supervivencia con los azúcares de cloroplastos de algas ingeridas se denomina cleptoplastia.
Referencias:
Aoki, R. & S. Matsunaga. 2021. A photosynthetic animal: A sacoglossan sea slug that steals chloroplasts. Cytologia 86: 103-107.
Avila Casanueva, A.B. 2021. Una cabeza a la deriva: babosas marinas que regeneran sus cuerpos. Lado B 8 marzo.
Fleming, P.A. et al. 2007. Leave it all behind: a taxonomic perspective of autotomy in invertebrates. Biological Reviews 82: 481-510.
Higham, T.E. et al. 2013. Integrative biology of tail autotomy in lizards. Physiological and Biochemical Zoology 86: 603-610.
Mitoh, S. & Y. Yusa. 2021. Extreme autotomy and whole-body regeneration in photosynthetic sea slugs. Current Biology 31: R233-R234.
Roth, A. 2021. Estas babosas marinas pasan por la guillotina para conseguir un cuerpo nuevo. New York Times 9 marzo.
Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
El artículo Babosas marinas que conservan la cabeza y pierden el cuerpo se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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La ría de Bilbao como medio de transporte de mineral

Bizkaia tuvo un enorme desarrollo económico, tecnológico y social en la segunda mitad del siglo el siglo XIX, y alcanzó su máximo esplendor a finales de ese siglo y a principios del siglo XX. Este desarrollo fue consecuencia de la confluencia de varios factores, entre los que se encontraba la explotación eficiente de los recursos minerales del territorio. Clave en esta explotación estuvo el uso de la ría del Nervión como medio de transporte. En este video repasamos como fluía el hierro del mineral de las montañas a donde fuese necesario. El vídeo forma parte del proyecto «La Ría del Nervión a la vista de las ciencias y las tecnologías».
Edición realizada por César Tomé López
El artículo La ría de Bilbao como medio de transporte de mineral se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Divulgación Científica e Ingenieros en la España del Regeneracionismo (III): Polémicas y conflictos
Jaume Navarro y Javier Sierra de la Torre
Tras explicar las características de la nueva revista, el editorial del primer número de Ibérica, de noviembre de 1913, termina advirtiendo que “no estará satisfecho aquel racionalista que con pretexto de ciencia ande buscando cómo atacar la verdad revelada, ya fundándose en hechos falsos, ya sosteniendo teorías contrarias a la realidad de los fenómenos. Pero el que de verdad ame la ciencia sin ningún prurito tendenciosa, puede recorrer confiado las paginas de esta Revista”. Su redactor, el geofísico y jesuita catalán Ricardo Cirera, fundador y primer director del Observatorio del Ebro, y con una larga trayectoria científica en Filipinas, quería de este modo posicionarse frente a las polémicas que habían acompañado el discurso sobre la ciencia en la España del último tercio del siglo XIX y principios del XX. De hecho, la historiografía de la Edad de Plata de la ciencia española suele incluir tres elementos de conflicto que se presentan como centrales en los proyectos de desarrollo científico y tecnológico del país: la conocida como “Polémica” de la ciencia española, las reformas educativas y el conflicto ciencia-religión. En esta tercera entrega nos proponemos elucidar hasta qué punto las dos revistas tratadas, Ibérica y Madrid Científico, fueron o no actores relevantes en estas disputas.

Brevemente, la “Polémica” se refiere a la percepción de una parte de la intelectualidad local del retraso científico del país y a la explicación de sus causas. Desde que, a finales del siglo XVIII, el enciclopedista francés Masson de Morvilliers describiera a España como un país atrasado, holgazán y bueno para nada, la idea del retraso cultural, tecnológico y científico fue un arma arrojadiza para muchos de los reformadores españoles. En los primeros años de la Restauración (a partir de 1874), y tras el fracaso de los ideales de la Primera República, la Polémica se convirtió en un lugar común para los defensores del liberalismo frente a las fuerzas conservadoras. Es importante señalar que, salvo alguna excepción, todos los actores de esta disputa eran filósofos, políticos y literatos, y no gente de ciencia, como Marcelino Menéndez Pelayo y Gumersindo Laverde, en un lado, y Nicolás Salmerón y Manuel de la Revilla, en el otro. Además, las discusiones acerca de la veracidad del supuesto retraso español y de las causas de éste se llevaron a cabo en diarios y semanarios generalistas. Se trataba, pues, no tanto de una disputa científica sino de un conflicto acerca de qué era la ciencia y cuál era su papel en la sociedad.
Tal como hemos apuntado en la entrega anterior, el Regeneracionismo fue una ocasión para que científicos e ingenieros decidieran participar activamente en la modernización del país y se implicaran en la vulgarización de sus actividades. De este modo promovían la difusión del conocimiento y sus aplicaciones, a la par que se presentaban como patriotas en la misión de reconstruir el país. De ahí que tanto Madrid Científico como Ibérica se convirtieron en intentos por legitimar las actividades de ingenieros y científicos como empresas patrióticas al servicio de la sociedad. Tal y como ya hemos visto, la vulgarización científica de ambas revistas se explayaba en la descripción de nueva maquinaria, infraestructuras y armamento, todas ellas presentadas como servidoras de la construcción nacional tras la derrota del ’98. Por citar un ejemplo explícito, durante la Gran Guerra, empresas españolas pudieron desarrollar tecnologías relacionadas con la aviación civil. En este contexto, un redactor de Ibérica sostenía en octubre de 1914 que
“sabemos que la más alta encarnación de la Patria aspira, con voluntad decidida, a que deje España de ser tributaria del extranjero en estos productos, los más refinados, de la cultura moderna, los cuales, sobre ser testimonio fehaciente de adelanto del país que es capaz de producirlos, es de esperar sean base de desenvolvimientos de la sociedad, de los cuales aun la imaginación más viva es, acaso, incapaz de medir de antemano el alcance y las consecuencias”.
Más explícita fue la participación de ambas revistas de divulgación científica en los debates acerca de las reformas educativas del país. Mucho se ha hablado, desde la historia de la ciencia española, del importante papel que jugó la Institución Libre de Enseñanza en los intentos de democratizar y transformar la instrucción primaria, secundaria y universitaria. Pero, como se lee constantemente en Madrid Científico, los ingenieros también quisieron participar en esos debates.
En 1910, en la Sociètes Savantes, André Pelletan pronunció una conferencia que tituló “La formación de los ingenieros”. En ella, el ingeniero de minas francés repasó la historia reciente de la formación de los ingenieros franceses en el siglo XIX, aseverando la excesiva importancia que se le había dado a la abstracción cuando las escuelas de enseñanza técnica se convirtieron en superiores. Al llegar la noticia a Madrid Científico, uno de sus autores se lamentó de que un tema de capital importancia no interesara en la península. O, más bien, sintió que no interesara a quien debía interesar. Previamente, Vicente Machimbarrena -ingeniero de caminos y profesor en la Escuela Especial del cuerpo- había expuesto en un discurso las malas prácticas de la enseñanza en las escuelas especiales de ingenieros.
Pelletan y Machimbarrena hablaron de temas similares en contextos diferentes. Después de la Guerra hispano-estadounidense de 1898, las élites españolas entraron en un proceso que ellos mismos denominaron “de regeneración”. Aunque el objetivo fuera la regeneración, no existía un proyecto único para dicho fin. Aun así, el de la educación fue un tema central sobre el que los ingenieros españoles no callaron sus opiniones. La enseñanza fundamental -primaria y secundaria- solía traerse a colación en Madrid Científico, donde los autores denunciaban el abandono en el que el estado tenía al maestro. Criticaban su escasa remuneración, la cual, en muchas ocasiones, no llegaba para cubrir la carestía de la vida. El maestro se veía forzado a subsistir gracias a la caridad de los padres de los alumnos, y esto provocaba su desmotivación y convertía la profesión en un destino en absoluto atractivo. El atraso del pueblo español se achacaba superficialmente a un general espíritu vago y simplón, incapaz para la ciencia y superficial. Los ingenieros plasmaban estas narrativas en sus artículos, pero afirmaban que el problema educativo no era una incapacidad para aprender, sino una incapacidad para enseñar. Y esta incapacidad era para ellos más palpable en la enseñanza superior en universidades y escuelas especiales de ingenieros.
Sobre las primeras denunciaron los abusos cometidos por catedráticos de todas las disciplinas: el amparo en la libertad de cátedra (que los ingenieros defendieron a capa y espada) para no actualizar lo que se enseñaba; el poder para nombrar sucesores que convertía al que llamaban el estudiante más veterano (el catedrático) en dueño de una finca en la que reinaba; y la ineptitud a la hora de escribir libros de calidad ya que adolecían de una falta de estudios positivos. De las segundas, además, solían censurar la ausencia de una enseñanza práctica.
Los ingenieros hablaban de desprecio histórico por los estudios positivos. Uno de ellos diría en 1908, a propósito de El realismo en la enseñanza, que habían llevado a una pérdida del brío intelectual (a un “sueño metafísico” en el que se sumía a los alumnos, según Pelletan, y en el que no se permitía luchar por la vida, según el Reporter que le cita en Madrid Científico). Pero este desprecio, acusado en las universidades, también lo veían en sus propias escuelas especiales: la práctica escaseaba en la enseñanza del ingeniero. Afirmaron en varias ocasiones que un ingeniero industrial se graduaba sin tocar una máquina, que un futuro ingeniero de minas no entraba en ninguna explotación (minera, agrícola, ganadera, etc.) antes de graduarse, y que los obreros instruidos en las Escuelas de Artes y Oficios recibían más formación práctica que ningún otro profesional. La polémica en torno a la formación matemática en las escuelas especiales también era un tema recurrente: “¿cuántas matemáticas tiene que saber el ingeniero?; ¿acaso tantas como el doctor en matemáticas?”. De hecho, en 1910 reformaron el reglamento de los estudios en ingeniería de caminos, y Madrid Científico celebró que los estudios propedéuticos para acceder a la escuela se devolvieran a la escuela misma, “de dónde nunca tendrían que haberse ido”. En el siglo XIX se sucedieron varios proyectos para organizar una escuela politécnica, y el tiempo dedicado a unas u otras asignaturas fue motivo constante de polémica entre miembros de las Escuelas.
Otro ejemplo, quizás un poco más minoritario, pero no irrelevante, fue el uso de Ibérica como altavoz para la promoción de reformas educativas en el seno de la Compañía de Jesús. Sus editores, como el ya mencionado Ricardo Cirera o el químico Eduardo Vitoria, eran científicos con una larga trayectoria en la práctica de la geofísica y la bioquímica, respectivamente. Para ellos, las ciencias debían ser un elemento esencial de la educación moderna, y sus intentos de reformar los planes de estudios en sus escuelas y seminarios no siempre encontraban el eco esperado dentro de la orden. De ahí que podamos leer manifiestos que, bajo el disfraz de la eficacia en la misión evangelizadora, lo que realmente proponían era la incorporación de más estudios científicos entre la juventud. Así, encontramos al Padre Vitoria clamar por
“una modificación en el plan de estudios de Ciencias naturales en los Seminarios. Por de pronto, dando a estas materias más importancia que hasta aquí (…). Hoy, como decíamos en otro articulo, ha tomado todo un rumbo marcadamente científico: la misma Agricultura, antes rutinaria, se ha ennoblecido: en la marcha de sus cultivos y en la realización de sus múltiples industrias, ha entrado por el sendero científico, y nadie duda que una de las Ciencias naturales que mas la auxilian, es la Química. Pues bien, el Sacerdote que salga del Seminario con suficiente formación científica, en particular química, podrá ser un buen consejero para sus feligreses en su parroquia, (…) Hemos de persuadirnos de que para muchas inteligencias atrofiadas, el gran argumento, el que mas les convence, es el que toca a su manutención y bienestar material: o hay que empezar, pues, por ahí, o, por lo menos, hay que aprovechar, para nuestro trabajo de apóstoles de Jesucristo, una palanca de tanta eficacia.”
Este último ejemplo nos sirve para mencionar la tercera de las disputas típicas del periodo estudiado: la del supuesto conflicto entre ciencia y religión. Esta cita revela cómo la tensión entre educación científica y educación humanista, entre educación práctica y educación teórica, no era necesariamente paralela a la disputa entre educación religiosa y educación laica. El artículo del Padre Vitoria nos muestra sus esfuerzos por introducir más conocimientos científicos, en este caso de química, en la formación del sacerdote y en las escuelas llevadas por religiosos, no a pesar de ser religiosos sino precisamente como parte de su misión religiosa.
El manifiesto de supuesta neutralidad con el que Ibérica se presentó en sus inicios era su manera particular de participar en las discusiones acerca del conflicto entre la religión y la ciencia. Junto a disquisiciones filosóficas acerca de la compatibilidad entre la verdadera ciencia y la verdadera religión (la católica), la revista solía enaltecer el trabajo de católicos como Pasteur y sus polémicas con el anticlerical Berthelot, o el de los propios miembros de la Compañía. Ibérica también es un lugar interesante para explorar las posturas, muy diversas y generalmente bien informadas, acerca del evolucionismo y la singularidad humana que había entre los redactores de la revista.
Más interesante es ver cómo una revista secular como Madrid Científico participaba, o no, en la retórica del conflicto ciencia-religión. En general, las menciones a esta oposición están prácticamente ausentes en comparación a los otros temas que sí abordaron. Es difícil, como dijimos en las dos entradas anteriores, encontrar un campo de conocimiento que no tocaran los autores, y por eso sorprende que sea complicado encontrar reflexiones en torno a cuestiones de la relación entre fe y ciencia, tan comunes en la época en otro tipo de publicaciones. Puede haber varios motivos que expliquen esta ausencia: falta de interés, decisiones editoriales, o que fuera un tema “candente” que los autores preferían evitar por ser una publicación sin apoyos institucionales y dependiente de sus socios lectores.
La falta de interés es difícil de justificar: en estas revistas se publicaba sobre cualquier tema. Se perciben cambios en preferencias por campos de conocimiento, pero lo religioso está muy ausente en todos estos cambios. Es, por eso, relevante mencionar algunos de los pocos casos en los que publicaron artículos sobre religión ya que apenas se presentaba en clave de conflicto. En una sección titulada “palabras olvidadas”, el editor publica un artículo de Leopoldo Alas “Clarín”. En él, Clarín defiende que no se debe separar a la iglesia del estado, afirmando que
“Es mejor injertar … Injertar en la España católica la España liberal, no consiste en falsificar la libertad, ni en corromper a los católicos por el soborno del presupuesto repartido. Tampoco se trata de una obra de seducción pérfida, de una propaganda inoportuna en terreno mal preparado; se trata de practicar de veras la tolerancia”. Lo científico no aparece mencionado en este artículo. Sí se menciona en un número diferente, en un artículo titulado El significado de ciencia, donde el autor asegura que “No hay antagonismo entre la poesía y la ciencia. No debe haberlo entre la religión y la ciencia. Hay muchos caminos para llegar a la verdad; el de la ciencia es uno de ellos”.
Otro ejemplo es el del ingeniero militar Carlos Mendizábal, quien en 1920 firma un artículo en el que busca poner la ciencia al servicio de la fe, y propone usar el cinematógrafo para averiguar si un supuesto milagro es, efectivamente, tal cosa. Al principio de su artículo indica a los lectores que
“Los que, llevando recorrida la mayor parte de una vida consagrada a tareas científicas, vemos que lejos de haber hallado incompatibilidades entre ellas y la fe que recibimos en la infancia la han robustecido, a veces, impensadas relaciones de mutuo apoyo y auxilio entre creencias y conocimientos. No hay que sorprenderse de ello, ya que unas y otros, realmente, son manifestaciones de una misma verdad (…) emanación de la verdad absoluta, aún cuando nuestra mente la reciba por caminos diferentes: el de la revelación y el de la indagación”.
En años posteriores, los ingenieros de Madrid Científico alabaron la obra de Ibérica, indicando que “(…) esta solida publicación científica continúa llevando al cabo un intenso y patriótico esfuerzo cultural que se ha puesto ahora más de relieve con la aparición de un número extraordinario, dedicado a la actividad científica nacional”. Carlos Barutell, Ingeniero Militar, aplaudió años después la labor astronómica y sismológica del Observatorio del Ebro. De sus palabras destaca la afirmación de que puede ser un lugar desconocido porque “este establecimiento trabaja muy seria y silenciosamente, como la generalidad de los centros verdaderamente científicos”. Concluye una detallada descripción del Observatorio y sus labores con una cita de P. Puig (director del Observatorio) en la que este pide al cielo que permita continuar con la labor de investigación de la naturaleza porque su estudio “ha de contribuir en hacernos penetrar más y más en los arcanos de la divinidad ”.
En definitiva, cuando la religión y la ciencia se traen a colación en Madrid Científico, no era necesariamente para señalar un conflicto. Los ingenieros, cuando se referían a estos temas en Madrid Científico, huían de la retórica anticlerical del conflicto, típica de otras publicaciones del momento.
Sobre los autores: Jaume Navarro es Ikerbasque Research Professor en el grupo Praxis de la Facultad de Filosofía de la UPV/EHU y dirige el doctorado que Javier Sierra de la Torre está realizando sobre la divulgación científica en España a finales del XIX y principios del XX.
This publication was made possible through the support of a grant from Templeton Religion Trust, awarded via the International Research Network for the Study of Science and Belief in Society (INSBS). The opinions expressed in this publication are those of the author(s) and do not necessarily reflect the views of Templeton Religion Trust or the INSBS
El artículo Divulgación Científica e Ingenieros en la España del Regeneracionismo (III): Polémicas y conflictos se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:- Divulgación científica e ingenieros en la España del Regeneracionismo (II): Temas
- Divulgación científica e ingenieros en la España del Regeneracionismo (I): Ibérica y Madrid Científico
- La divulgación científica, un cuento inexacto; por Ana Montserrat Rosell
La estufa encefálica de los cetáceos

Los cetáceos tienen encéfalos muy grandes, tanto en términos absolutos como relativos. Por eso, se les atribuyen capacidades cognitivas superiores a las de la mayoría de los mamíferos, dado que se asume que ambos rasgos -tamaño encefálico y capacidad cognitiva- están relacionados. Esa atribución tiene un origen curioso: el encéfalo humano. Dado que los seres humanos tenemos una cabeza de grandes proporciones y nos consideramos particularmente bien dotados cognitivamente, tendemos a pensar que la cabeza grande -el encéfalo grande, para hablar con propiedad- es condición necesaria y, quizás, suficiente para atribuir a un animal altas capacidades cognitivas.
Sin embargo, recientemente se ha publicado un estudio que pone en cuestión esa interpretación del gran tamaño encefálico de los cetáceos y lo atribuye a un factor que tiene muy poco que ver con la cognición. Según los autores de la investigación, ese gran tamaño se ha desarrollado en la evolución de los cetáceos porque es condición necesaria para que el calor que producen sus células sea suficiente para permitir que el encéfalo se mantenga a la temperatura óptima de funcionamiento incluso en las aguas gélidas que, a menudo, frecuentan. Hay que tener en cuenta que el agua tiene una gran conductividad térmica, por lo que los mamíferos tendemos a perder mucho calor cuando nos sumergimos. Además, el pelaje no es efectivo como aislamiento dentro del agua; por esa razón, los mamíferos acuáticos tienden a acumular una gruesa capa de grasa subcutánea.
Los autores de la investigación apoyan su tesis en tres observaciones. La primera es que en casi todas las neuronas de la corteza de los cetáceos hay una mayor presencia de la enzima UCP1 que en las de los artiodáctilos, un grupo de mamíferos muy próximos a los cetáceos. La UCP1 es una enzima con efectos termogénicos. Su función es convertir en calor la energía química procedente de los sustratos metabólicos; también recibe el nombre de termogenina y me ocupé de ella aquí, porque es característica de la grasa parda.
Así pues, dado que, a diferencia de los mamíferos artiodáctilos, casi todas las neuronas corticales presentan una densidad alta de UCP1, debe deducirse que la mayoría de esas neuronas funcionan como unidades termogénicas en caso de necesidad.
La segunda observación se refiere a la presencia de otras dos proteínas desacoplantes UCP4 y UCP5, en numerosas células gliales de los encéfalos de cetáceos. Lo cierto es que entre un 30 y un 70% de esas células pueden funcionar como unidades productoras de calor. La importancia de esas unidades queda refrendada por el hecho de que el encéfalo de los cetáceos tiene una alta proporción de células gliales.
Y la tercera y última observación es que, en comparación con la de los artiodáctilos, en la corteza cerebral de los cetáceos hay una densidad muy alta de botones noradrenérgicos. La noradrenalina es un mensajero -que puede actuar como hormona o como neurotransmisor- que participa en la cascada que da lugar a la activación de las UCPs; de hecho, en los mamíferos con grasa parda, el sistema nervioso simpático libera noradrenalina que se une a los receptores de la membrana de esos adipocitos. Por lo tanto, su presencia en altas densidades en el cerebro de los cetáceos refuerza la noción de que sus células ejercen funciones termogénicas.
Un detalle muy interesante del funcionamiento del encéfalo de estos animales es que cuando uno de los hemisferios entra en su característico sueño de ondas lentas, la temperatura de ese hemisferio desciende gradualmente.
El aumento del tamaño del encéfalo de los cetáceos se produjo 20 millones de años después de que los ancestros de los actuales cetáceos, los arqueocetos, ya hubiesen adquirido un modo de vida exclusivamente acuático. El encéfalo aumentó de tamaño, tanto absoluto como relativo hace aproximadamente 32 millones de años, en la transición de los arqueocetos a los neocetos (cetáceos modernos). Resulta muy sugerente que ese aumento se produjese en coincidencia con una reducción en la temperatura oceánica, así como con la desaparición del mar de Tethys, un mar de aguas poco profundas, cálidas y ricas en nutrientes. Según los autores de esta investigación, todo apunta a que el descenso de la temperatura del agua fue la presión selectiva que impulsó el aumento del tamaño encefálico de estos animales.
En ese sentido, deben considerarse tres factores clave. El primero es que, dada la alta conductancia térmica del agua y la pérdida de calor que eso impone a los homeotermos acuáticos, los cetáceos recién nacidos necesitan tener una masa de, al menos, 6 kg para evitar el riesgo de hipotermia, porque cuanto menor es un animal, mayor es, en proporción, su superficie corporal y, por lo tanto, su pérdida de calor. El segundo factor es que, tal y como es norma en los mamíferos euterios, para dar a luz neonatos grandes, también las madres han de serlo. Por lo tanto, la secuencia conduce a que los cetáceos, en general, tengan cuerpos de gran tamaño; y dado que, en proporción, los mamíferos grandes tienden a tener encéfalos más grandes en proporción, la consecuencia es que los encéfalos de estos animales son también de gran tamaño. Y el tercer factor es que el tamaño relativo del encéfalo de los cetáceos actuales está fuertemente correlacionado con el rango de temperatura de las aguas en las que viven. Como el encéfalo de los mamíferos produce su propio calor, los de los cetáceos se encuentran sometidos a una presión constante, los resultados de este estudio indican que el desarrollo de un sistema neurotermogénico en los encéfalos de los cetáceos que han experimentado un aumento de tamaño ha sido, seguramente, un rasgo imprescindible para superar las presiones térmicas ambientales a que han de hacer frente.
El hecho de que el tejido adiposo marrón de la grasa subcutánea de los cetáceos cuente con proteínas desacoplantes (en concreto, UCP1) indica tanto el cuerpo como el encéfalo de los cetáceos actuales han desarrollado mecanismos termogénicos a través de sistemas preexistentes propios de la fisiología básica de los endotermos.
Así pues, los autores de este estudio sostienen que el crecimiento del encéfalo cetáceo ha obedecido a la necesidad de contar con una fuente interna de calor que compense las grandes pérdidas que experimentan estos animales por tener un modo de vida exclusivamente acuático.
De ser correcta esta noción, vendría a reforzar la idea de que puede llegar a desarrollarse un encéfalo de gran tamaño por razones diferentes de la necesidad de altas capacidades cognitivas. Y este razonamiento bien podría aplicarse a otros mamíferos, como seres humanos y elefantes, por ejemplo, aunque en nuestro caso y en el de los proboscídeos, no haya sido la temperatura el factor que ha impulsado el aumento del tamaño encefálico.
Al leer estos argumentos, no obstante, siempre me asalta la misma duda: ¿A qué obedece la necesidad de identificar un factor, una presión selectiva, a la que atribuir este o aquel rasgo? Deberíamos aceptar que determinados rasgos surgen o se desarrollan en respuesta a más de un factor, ya actúen de forma simultánea, ya lo hagan secuencialmente. En el fondo parece buscarse una historia fácil de contar, sencilla, de relaciones causales lineales, pero la evolución es un proceso más complejo, sucio, en el que intervienen ahora unos factores y más adelante otros. Y todos ellos acaban dando lugar a lo que observamos en la actualidad.
Referencia:
Paul R Manger et al (2021): Amplification of potential thermogenetic mechanisms in cetacean brains compared to artiodactyl brains. Scientific Reports. 11, 5486.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo La estufa encefálica de los cetáceos se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Celebrando a John Venn con un juego de lógica
El matemático y lógico inglés John Venn (1834-1923) nació un 4 de agosto. Es fundamentalmente conocido por su famoso método de representación gráfica conocida como diagramas de Venn.

Profesor en la Universidad de Cambridge, publicó tres textos sobre lógica, su área de mayor interés: The Logic of Chance (1866), Symbolic Logic (1881) –en el que introdujo los diagramas de Venn– y The Principles of Empirical Logic (1889). En 1883, fue elegido miembro de la prestigiosa Royal Society.
El 4 de agosto de 2014, con motivo del 180 aniversario de su nacimiento, Google le dedicó un divertido Doodle interactivo con el que se puede jugar encontrando intersecciones entre diferentes conjuntos.

Vamos a usar precisamente diagramas de Venn para resolver el siguiente juego de lógica.
Los plinks,los plonks y los plunks son los miembros de tres sociedades científicas. Se sabe que todos los plinks son plonks y que algunos plunks son plinks. ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es cierta?
1. Todos los plinks son plunks.
2. Algunos plonks son plunks.
3. Algunos plinks no son plunks.
Para solucionar este problema, recurrimos a un diagrama de Venn que representa los tres conjuntos –el de los plinks en azul, el de los plonks en rojo y el de los plunks en verde– en el que aparecen indicadas las distintas regiones del diagrama con las letras A, B, C, D y E.

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A es el conjunto de los que son plonks que no son ni plinks ni plunks.
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B es el conjunto de los que son plunks que no son plonks (y, por lo tanto, tampoco plinks).
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C es el conjunto de los que son plinks que no son plunks.
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D es el conjunto de los que son plonks y plunks que no son plinks.
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E es el conjunto de los que son plinks, plonks y plunks a la vez.
Observar que el conjunto de los plinks es la unión de C y E, el conjunto de los plonks es la unión de A, C, D y E (es decir, la unión del conjunto de los plinks con A y D; recordar que todos los plinks son plonks) y el conjunto de los plunks es la unión de B, D y E. Alguna de las zonas A, B, C, D y E podría ser vacía (desconocemos este dato de momento) con lo que el diagrama de Venn podría cambiar su forma.
Se nos dice que “todos los plinks son plonks” –ya hemos usado esta información a la hora de dibujar el diagrama de Venn– y que “algunos plunks son plinks”, de donde se deduce que la región E no puede ser vacía.
Analicemos ahora las tres afirmaciones cuya veracidad o falsedad debemos decidir.
1. Todos los plinks son plunks.
Si la afirmación 1. fuera cierta, la región C sería vacía. Pero desconocemos lo que sucede con la región C, por lo que, de momento, no podemos concluir si esta afirmación es cierta o falsa.
2. Algunos plonks son plunks.
La declaración 2. dice que la unión de las regiones E y D no puede ser vacía. Ya sabemos que la región E es no vacía, por lo que esta afirmación es cierta.
3. Algunos plinks no son plunks.
La afirmación 3. implica que la región C es no vacía. Pero desconocemos lo que sucede en la región C, por lo que, de momento, no podemos concluir si esta afirmación es cierta o falsa.
Por tanto, con los datos que tenemos, la única afirmación que con toda seguridad es verdadera es la 2. Para que 1. fuera cierta, la zona C no debería tener elementos. Y para que 3. fuera cierta, esta región C debería ser no vacía. Así que una, y solo una, de las afirmaciones 1. y 3. es verdadera; pero no sabemos cuál es. Por cierto, con los datos proporcionados, desconocemos si las zonas A, B, C y D son o no vacías.
Referencia:
Euphony, Futility Closet, 27 octubre 2020
Sobre la autora: Marta Macho Stadler es profesora de Topología en el Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU, y colaboradora asidua en ZTFNews, el blog de la Facultad de Ciencia y Tecnología de esta universidad
El artículo Celebrando a John Venn con un juego de lógica se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Después del bronce (I)
Los mesopotámicos fueron los primeros en utilizar herramientas y armas de bronce, un grupo de aleaciones de cobre y estaño, algunas veces con presencia de plomo o zinc. Los antiguos artesanos sumerios tenían suficientes conocimientos de metalurgia como para combinar el cobre nativo de Mesopotamia con el estaño de las montañas de Turquía en forjas que podían alcanzar temperaturas suficientes para fundir los metales, verter el metal fundido en moldes y producir bronce, que era muy superior a las herramientas y armas de cobre, piedra, hueso, marfil o madera.

El cobre se trabajaba sin calentarlo desde hacía milenios en Mesopotamia. Los avances tecnológicos permitieron que alrededor del 6000 a.e.c.. el plomo y el cobre se pudiesen fundir y combinar. El avance de la economía mesopotámica, la acumulación de excedentes y la demanda de mejores herramientas y armas a lo largo de los siglos resultó en el descubrimiento de que una parte de estaño por cada siete partes de cobre producía un nueva aleación, el bronce. El desarrollo del bronce supuso una revolución económica y militar, ya que transformó completamente la eficiencia de las herramientas y las armas, la agricultura y la guerra.
En Egipto, mientras tanto, los avances en la metalurgia incluyeron el uso de crisoles de piedra para capaces de soportar las temperaturas generadas por un fuego alimentado por el aire soplado a través de juncos. Además del bronce, los metalúrgicos egipcios utilizaron cobre y aleaciones de cobre para una variedad de propósitos, entre ellos los materiales para fontanería. Tanto en Mesopotamia como en Egipto se desarrollaron diferentes tipos de fuelles y sistemas de tuberías para forzar la entrada de aire a la fragua y aumentar la temperatura del fuego.

A finales del segundo milenio a.e.c., la tecnología de la Edad del Bronce podía encontrarse en Irán, China, a lo largo del valle del río Indo, o en Europa central. Los artesanos del bronce de la dinastía Shang china (1600-1046 a.e.c.) produjeron objetos sorprendentemente bellos y sofisticados.

El Mediterráneo antiguo fue testigo de muchos ejemplos de sociedades y culturas de la Edad del Bronce. Uno de los más fascinantes y menos conocidos se centró en la isla de Creta durante el tercer y segundo milenio antes de Cristo. Arthur Evans, quien realizó las primeras excavaciones arqueológicas en Cnossos y otras ciudades de Creta, llamó a esta olvidada civilización minoica, en honor a Minos, el mítico rey de Creta e hijo de Zeus.

La cultura minoica era sofisticada para su época, en parte consecuencia de la influencia de las civilizaciones de Oriente Próximo. Existía una estructura social definida que incluía una casa real, sacerdotes aristocráticos, artesanos de clase media, comerciantes, marineros y profesionales, como médicos y arquitectos, agricultores y esclavos. Los restos del palacio de Cnossos muestran una estructura intrincada y bien decorada con suficientes habitaciones y pasillos como para que parezca un laberinto a las generaciones posteriores.

Los minoicos eran una talasocracia, un imperio basado en el mar, en el comercio, y soportado por una flota de trirremes de madera que imponían la voluntad del rey Minos y sus sucesores en los estados circundantes. Adoraban a la diosa madre y el toro era sagrado. La escultura, el arte, la metalurgia y la cerámica estaban bien desarrolladas en Creta. El punto culminante de la civilización minoica fue el desarrollo de un sistema de escritura, conocido como Lineal A.

Los arqueólogos han descubierto una cultura similar en Santorini, una pequeña isla a unos 100 kilómetros al norte de Creta. Una erupción volcánica de grandes proporciones en el siglo XV a.e.c. destruyó parcialmente la isla, llamada Tera en la antigüedad, y puso fin a una hermosa cultura de sofisticada artesanía en piedra, metalurgia, edificios de varios pisos, comercio y arte. Los antiguos habitantes de Tera construyeron una ciudad (Akrotiri) que incluía casas con columnas decoradas con colores brillantes y hermosos murales de criaturas marinas y vida cotidiana. Las tuberías de plomo llevaban agua a algunas casas y formaban parte de un elaborado sistema de alcantarillado que incluía desagües debajo de losas de piedra que formaban caminos y callejones.

Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
El artículo Después del bronce (I) se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Las limitaciones en determinadas condiciones como la temperatura, la energía disponible, el oxígeno o el espacio impedirían a priori la posibilidad de que organismos multicelulares pudiesen sobrevivir a determinadas profundidades subterráneas o acuáticas. En el caso de los seres subterráneos esto no es así, ya que es la propia naturaleza geológica del subsuelo la que determina la existencia de nichos donde hay vida.
El récord para la fauna subterránea no se encuentra en una cavidad natural sino en una profunda mina de oro de Sudáfrica. En ella, entre los 900 y 3400 metros de profundidad, se han encontrado nematodos como Halicephalobus mephisto que viven confinados a temperaturas entre 37 °C y 48 °C en paleoaguas, alimentándose de biofilms de bacterias.
Pero los organismos más comunes bajo la tierra son procariotas, es decir, microbios sin un núcleo contenido en una membrana, incluyendo bacterias y las llamadas arqueas, organismos unicelulares con una historia evolutiva diferente a la de las bacterias.
En esta misma mina sudafricana, Desulforudis audaxviator es el único organismo descubierto del que se tenga constancia que no necesita el oxígeno para poder vivir. Esta bacteria se sirve del hidrógeno y los sulfatos para sus funciones básicas. Se encontró a 2800 m, donde se alcanzan temperaturas de 60º C.
La vida subterránea también vive en escalas de tiempo completamente diferentes a las de la superficie ya que algunos de estos organismos pueden vivir miles de años. Están metabólicamente activos pero usan mucha menos energía.

Es razonable asumir que si estos organismos pertenecientes a la amplia biosfera subterránea lejana de la luz solar pueden sobrevivir usando la energía de las rocas profundas, no debería descartarse que el subsuelo de otros planetas y lunas pueda ser habitable.
Referencias consultadas:
Borgonie, G., García-Moyano, A., Litthauer, D. et al. (2011). Nematoda from the terrestrial deep subsurface of South Afric. Nature, 474, 79-82. DOI: https://doi.org/10.1038/nature09974
Sendra, Alberto & P.S. Reboleira, Ana Sofia (2014). La extensión y los límites de la fauna en los hábitats subterráneos. Boletín asociación española entomología, 38(3-4), 203-224.
Autora: Andrea Gómez Martín (IG @gm_an), alumna del Postgrado de Ilustración Científica de la UPV/EHU – curso 2019/20
Artículo original: Materia microbiana oscura. Juan Ignacio Pérez, Cuaderno de Cultura Científica, 8 de diciembre de 2019.
“Ilustrando ciencia” es uno de los proyectos integrados dentro de la asignatura Comunicación Científica del Postgrado de Ilustración Científica de la Universidad del País Vasco. Tomando como referencia un artículo de divulgación, los ilustradores confeccionan una nueva versión con un eje central, la ilustración.
El artículo Vida sin luz se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Los receptores del gusto, al igual que ocurre con otros receptores sensoriales, cambian a lo largo del tiempo, de generación en generación. Varía, por ejemplo, su sensibilidad para con la concentración de las sustancias que los estimulan. Los cambios ocurren debido a mutaciones ocasionales que producen alteraciones en su estructura y, en ocasiones, también en su función. Además, algunos gustos pueden perderse. Los genes que codifican los receptores del gusto suelen ser grandes, por lo que es fácil que sufran mutaciones, de manera que dejan de funcionar.
Los felinos, por ejemplo, no perciben el sabor dulce. En algún momento, el gen que codifica su receptor dejó de funcionar en el antepasado común de los felinos actuales. Pero al ser carnívoros estrictos, no les ocasionó ningún problema porque, siempre que sean buenos cazando y haya presas, tienen asegurado un suministro suficiente de nutrientes. No necesitan un receptor específico de azúcares que les informe de que la carne que atrapan tiene el contenido energético adecuado. De hecho, el receptor que ofrece esa información a los felinos es el de umami, porque la presencia de glutamato y moléculas similares -que son las que lo estimulan- en su alimento es un indicador excelente de su valor nutricional. A los felinos no les gusta lo dulce. Tampoco les desagrada. Les da igual.
Los felinos no son los únicos depredadores que han perdido el receptor de sabor dulce. Los hay, incluso, que han perdido todos los receptores de sabor, como los delfines, que no perciben ninguno. Les basta con saciarse.
Otros animales, especializados en una dieta diferente, también han modificado su percepción gustativa, pero de otra forma. Los antepasados de los pandas eran omnívoros, como los demás osos. Ahora, sin embargo, los pandas se alimentan casi exclusivamente de bambú. Los osos de los que proceden contaban con receptores de umami, pero los han perdido. Si se les ofrece carne, no la toman. Prefieren su bambú.
Otros pueden, incluso, recuperar un receptor perdido. El ancestro común de reptiles, aves y mamíferos vivió hace 300 millones de años y era capaz de detectar los sabores salado, dulce y umami. El reptil del que proceden las actuales aves, sin embargo, perdió el detector de dulce, de manera que la mayor parte no lo perciben en la actualidad. Aunque algunas sí pueden.
Los colibríes y los vencejos son parientes cercanos. Sus ancestros se alimentaban de insectos, como los vencejos actuales. Y el receptor de umami les servía para valorar su comida. Hace unos 40 millones de años, un grupo de aquellos vencejos antiguos empezó a tomar néctar y otras fuentes de azúcares. Los primeros colibríes eran herederos de ese linaje y, a diferencia de la mayoría de aves, empezaron a detectar también el dulce. Lo más curioso es que ese sabor lo detecta, a la vez que el de glutamato y otros aminoácidos, el receptor de umami. A los colibríes, el néctar les sabe dulce y umami a un tiempo.
Y los colibríes no son los únicos pájaros que se alimentan de comida dulce. Los de la familia Nectariniidae ingieren, sobre todo, néctar, como los picaflores. Y los indicadores comen miel. Lo más probable es que todas esas aves también detecten el sabor dulce, pues para ellas es indicativo de alto valor nutricional.
Los sabores no son rasgos esenciales de la comida, sino propiedades que emergen de la interacción entre ciertas sustancias y sus receptores gustativos. Han sido moldeados a través de generaciones por la relación que ha mantenido con el alimento cada linaje animal. Y son, por lo tanto, un producto de la selección natural.
Fuente: Rob Dunn y Mónica Sanchez (2021). The Evolution of Flavor and How It Made Us Human. Princeton, AEB: Princeton University Press.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo Los sabores tienen historia se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Bizkaia tuvo un enorme desarrollo económico, tecnológico y social en la segunda mitad del siglo el siglo XIX, y alcanzó su máximo esplendor a finales de ese siglo y a principios del siglo XX. Este desarrollo fue consecuencia de la confluencia de varios factores, entre los que se encontraba la existencia de características geológicas muy adecuadas. ¿Cuáles son esas características? En este vídeo se hace un breve repaso a la geología de la Ría de Bilbao y su entorno, que dan la clave: la existencia de hierro. El vídeo forma parte del proyecto «La Ría del Nervión a la vista de las ciencias y las tecnologías».
Edición realizada por César Tomé López
El artículo ¿Por qué hay hierro en Bizkaia? se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Divulgación científica e ingenieros en la España del Regeneracionismo (II): Temas
Jaume Navarro y Javier Sierra de la Torre
¿Por qué la inauguración de un paseo marítimo en Donostia aparece en la portada de una revista de vulgarización científica? ¿Qué tienen que ver un ferrocarril, un transatlántico y un aeroplano con la ciencia? ¿Por qué las revistas de vulgarización científica incluían noticias que para algunos quizás pertenecerían a publicaciones de otra índole?
Algunos historiadores de la ciencia se preguntan qué pensaban de sí mismos y de su trabajo los científicos e ingenieros del pasado. Para conocer esta identidad, podemos atender a los temas que vulgarizaban; es decir, conocer sus intereses y aquellas cosas que consideraban relevantes en la cultura científica. Al leer Ibérica y Madrid Científico, nos sorprendemos al encontrar construcciones como el Paseo Nuevo, buques trasatlánticos, ferrocarriles y tranvías eléctricos, automóviles y aviones que representan un proyecto específico de modernización.
Durante la llamada Edad de Plata (1898-1936) muchos de los ingenieros españoles eran funcionarios del estado. Su profesión se centraba en la administración de la burocracia técnica y trabajaban para ofrecer soluciones a problemas y requerimientos técnicos. La construcción de infraestructuras, de los canales y de los puertos, esenciales para el comercio, corrían a su cargo. La planificación del ferrocarril y el trazado de las carreteras, la electrificación de las ciudades, la repoblación de los montes, la explotación de las minas y el aprovechamiento de las aguas para el riego son algunos de estos problemas con requerimientos técnicos. En el esfuerzo por afrontar estas situaciones los ingenieros generaban conocimientos, construían herramientas, planteaban, ensayaban y modificaban procedimientos, creaban materiales y organizaban recursos. Lo que ellos veían en su trabajo era, a la vez, un proceso de modernización y un proyecto científico.
El aspecto que nos interesa destacar es la manera en la que los ingenieros se representaban a sí mismos como agentes del progreso de la sociedad y de la mejora de las condiciones de vida a través del conocimiento; se podría decir que entendían el progreso a través del desarrollo del conocimiento aplicado. Durante el Regeneracionismo, modernizar significaba, para ellos, saber construir puertos, carreteras, líneas de ferrocarriles, tendidos eléctricos, etc. También la ganadería y la agricultura plantearon problemas constantes para los ingenieros: el riego de los campos de cultivo, la lucha contra las plagas o el desarrollo de los abonos nitrogenados, por ejemplo, están muy presentes en sus revistas de vulgarización.
El ferrocarril es otro de los símbolos de la Revolución Industrial y de la modernidad. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, ingenieros españoles organizaron la construcción de varias líneas y administraron e informaron el régimen legal de varias compañías ferroviarias (la Compañía del Norte, la Compañía Madrid-Zaragoza-Alicante, etc.). Con el tiempo, aumentó el conocimiento de la electricidad, y los ingenieros también buscaron electrificar las líneas de ferrocarril. Además, se invirtió capital en la modernización de las vías de comunicación urbana: el metropolitano y los tranvías de tracción, también eléctrica, se publicitaron reiteradamente en estas revistas.
La aeronáutica fue otro de los temas más vulgarizados por ambas revistas. Los autores mostraron a finales del siglo XIX los muchos ensayos de vuelos aerostáticos en todo el mundo. A partir de la primera década del siglo XX, comunicaron asiduamente el desarrollo de las tecnologías aeronáuticas igual que trataban la construcción de nuevos buques: describían las nuevas hélices propulsoras, los nuevos diseños de alas, los ensayos de aparatos y homenajeaban a los pilotos de prueba y a los fallecidos en accidentes aéreos. El automóvil tuvo también una persistente presencia en estas revistas.
Tras el fracaso de la marina española en la Batalla de Cavite (en Filipinas) y de la masacre de la escuadra del almirante Cervera en Cuba, se hizo evidente el atraso de la marina española para los vulgarizadores de Madrid Científico e Ibérica. Globalmente, la navegación marítima para el transporte de mercancías y de personas no hizo sino crecer con el cambio siglo. Ingenieros navales enrolados en compañías de construcción de buques competían por construir el mayor y más veloz navío posible; el prestigio y éxito modernizador de una nación muchas veces se asociaba en estas revistas al tamaño de las máquinas que construían sus técnicos. Los materiales con los que se construían los trasatlánticos, los blindajes de los buques de guerra y su armamento, los múltiples sistemas de propulsión, y las comodidades de a bordo también se detallaban en estas publicaciones. Y, normalmente, se comunicaba qué conocimiento se usaba en la creación de tal o cual herramienta, tal o cual motor, tal o cual aparato de telegrafía y tal o cual sistema de iluminación. El Canal de Suez, primero, y el Canal de Panamá, después, fueron construidos por ingenieros de todo el mundo en esta época e igualmente enseñados al público en Ibérica y Madrid Científico. Simultáneamente, las normas de seguridad de circulación de buques, y de trenes, tranvías y automóviles fueron desarrollándose a medida que estas nuevas tecnologías se volvían cotidianas.
La instalación de las líneas eléctricas para el transporte de corriente y la comunicación telegráfica, tanto con cables como sin hilos,fueron proyectos gestionados y planteados durante la Edad de Plata. Madrid Científico e Ibérica no solo informaban de la existencia de nuevas instalaciones, sino que vulgarizaron los conocimientos que había detrás de las nuevas herramientas de comunicación. Tras el hundimiento del Titanic, por ejemplo, alabaron la labor del telegrafista que pidió auxilio, y los ingenieros comunicaron la importancia del conocimiento de estas tecnologías. Muchos otros desarrollos tecnológicos eran comunicados por los ingenieros junto con los conocimientos (químicos, físicos, etc.) que usaban los inventores para construirlos, pero también con otros conocimientos no directamente relacionados con las tecnologías que mostraban. Al mismo tiempo que explicaban el proceso de licuefacción industrial de gases, se exponía el conocimiento de los propios gases; presentando un nuevo aparato de medición taquimétrica organizaban secciones sobre óptica y sistemas de medición; y al hablar sobre las diferentes formas de higienización del agua, enseñaban a sus lectores diversos tipos de microbios causantes de enfermedades.
Ibérica y Madrid Científico, definidas por sí mismas como revistas de vulgarización de la ciencia, normalmente explicaban y describían los nuevos instrumentos eléctricos, la construcción de centrales hidroeléctricas, los aparatos que permitieron ascender en globo y en aeroplano a los cielos. Cuando comunicaban y comentaban los nuevos conocimientos también exponían su idea de modernidad; idea que tenemos que situar en su momento para entender qué hacían y por qué lo hacían. Lo que el Paseo Nuevo de Donostia pinta en la portada de Ibérica es la representación de un proyecto concreto de progreso y de una imagen del conocimiento necesario para construirlo. Buques, ferrocarriles y líneas eléctricas compartían espacio con los demás conocimientos sobre historia natural, química, física y matemáticas porque el conocimiento y su uso componían el proyecto modernizador de los ingenieros españoles.
Sobre los autores: Jaume Navarro es Ikerbasque Research Professor en el grupo Praxis de la Facultad de Filosofía de la UPV/EHU y dirige el doctorado que Javier Sierra de la Torre está realizando sobre la divulgación científica en España a finales del XIX y principios del XX.
El artículo Divulgación científica e ingenieros en la España del Regeneracionismo (II): Temas se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Las habilidades matemáticas de los bebés

Los humanos somos capaces de estimar ciertas cantidades “a ojo” sin contar, es decir, sin usar símbolos numéricos. Es una habilidad que compartimos con muchas otras especies animales, como los cuervos, los chimpancés o las ratas de laboratorio. Es posible que, en cuestiones de aritmética, tú te creas mucho más listo que cualquiera de estos bichos. “Eh, oiga ¡que yo sé contar!”. Y bien, es cierto. La cultura te ha provisto de un par de truquillos que te permitirían ganar a una rata en un concurso de matemáticas. Pero esos truquillos basados en el lenguaje y los símbolos, como contar, sumar cifras usando los dedos de una mano o, por qué no, hallar el residuo de una función analítica compleja en una singularidad aislada, los has conseguido aprender tras años de formación y muchos más siglos de cultura humana. No venían de serie en tu cerebro de Sapiens.
Esto lo sabemos gracias, entre otras cosas, a experimentos realizados con bebés. Los miembros más jóvenes de nuestra especie tienen unas habilidades matemáticas asombrosas al poco tiempo de nacer. Se ha comprobado que pueden realizar operaciones aritméticas complejas, como sumar uno más uno o distinguir cantidades hasta tres 1 2. Con el cuatro… ya se lían. No es que nadie haya cogido a bebés recién nacidos y los haya puesto delante de una pizarra de números. Tampoco se les ha sometido a clases intensivas de matemáticas ni ningún otro tipo de tortura. Conocemos sus habilidades numéricas gracias a experimentos donde se mide la atención que prestan los humanos más pequeñitos cuando se les presentan distintos tipos de información. Si los bebés perciben algo que no les encaja (algo sorprendente o paradójico), tienden a fijar su mirada durante más tiempo en ello, como si intentasen entender lo sucedido.
La profesora Karen Wynn aprovechó esta reacción observable para estudiar las habilidades aritméticas de bebés de cinco meses de edad. En un estudio publicado en Nature3, describe una metodología que le permite representar sumas y restas con peluches. En uno de los experimentos, por ejemplo, se les enseña a los bebés un peluche, al que luego se añade otro por detrás de una cortina (1 + 1). En esta situación, los bebés esperan que aparezcan dos peluches (1 + 1 = 2). Si, al levantarla, hay solo uno (1 + 1 = 1), ellos se quedan perplejos. Fijan su mirada en la imagen que falla durante un segundo más que si el resultado hubiese sido el esperado.

Estas expectativas numéricas tienen un alcance bastante limitado, eso sí. Como cuenta Dehaene en El cerebro matemático4:
“Las habilidades [de los bebés] para el cálculo exacto no parecen extenderse más allá de los números 1, 2, 3 y tal vez 4. Siempre que los experimentos involucran conjuntos de dos o tres objetos, se descubre que los niños los diferencian. Sin embargo, sólo ocasionalmente se muestra que distinguen cuatro puntos de cinco, o incluso de seis […]. Por lo tanto, el cerebro del recién nacido viene equipado, aparentemente, con detectores numéricos que probablemente son previos a su nacimiento”.
Aunque aún no sepan sostener ni su propia cabeza, los bebés llegan al mundo con intuiciones numéricas. A los pocos meses de edad pueden incluso hacer sumas y restas, aunque solo si los totales no exceden el número 3.
De nuevo, es posible que tú te creas mucho más listo que un bebé. Además de llevar el cuello erguido sobre tus hombros, como mínimo sabes que dos más dos son cuatro (y cuatro y dos son seis). Pero para hacer esos cálculos dependes de los símbolos, de los números. Sin ellos, no eres mejor en matemáticas que un recién nacido.
En 1886, James McKeen Cattell demostró que, cuando se le enseña a un adulto una imagen con varios puntos durante un tiempo lo bastante breve (como en el ejercicio que proponíamos para comenzar la entrada del otro día), este puede enumerarlos de manera precisa siempre que no excedan cantidades francamente pequeñas, como cuatro o cinco. A partir de esas cifras, las respuestas se demoran y los errores empieza a aumentar. Su trabajo sobre la capacidad numérica humana ha sido confirmado repetidamente. En estudios posteriores se ha medido el tiempo que los adultos tardan en enumerar un conjunto de puntos ordenados al azar. En general, cuanto mayor es la cantidad de puntos, más tiempo tardamos en contarlos, lo cual tiene bastante lógica. Contar es una tarea secuencial, así que, necesariamente, se tarda menos en contar seis elementos que siete, simplemente porque el 6 va antes que el 7.
Parece una perogrullada y, sin embargo, no sucede así para todos los números. El tiempo sólo aumenta linealmente a partir del cuatro o el cinco, aproximadamente. En cambio, nuestra percepción de las cantidades uno, dos y tres resulta casi inmediata, como si para distinguirlas no necesitásemos “contar”, sino simplemente echar un vistazo y sacar una foto mental. Este proceso es conocido como subitización (por lo súbitamente que sucede) y, de acuerdo con Stanislas Dehaene, podría estar limitado por nuestra memoria de trabajo 4. Nos cuesta hacer malabares con más de tres elementos en nuestra cabeza. Quizás, por eso nos gustan tanto las instrucciones de tres pasos, las interfaces de tres ofertas, Hollywood y sus incontables trilogías.
Referencias:
1Antell, S. E., & Keating, D. P. (1983). Perception of numerical invariance in neonates. Child Development, 54(3), 695–701. doi: 10.2307/1130057
2Starkey P, Cooper RG Jr. (1980) Perception of numbers by human infants. Science. Nov 28;210(4473):1033-5. doi: 10.1126/science.7434014. PMID: 7434014
3Wynn, K. (1992) Addition and subtraction by human infants. Nature 358, 749–750. doi: 10.1038/358749a0
4Dehaene, Stanislas. El cerebro matemático. Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A., 2016.
Sobre la autora: Almudena M. Castro es pianista, licenciada en bellas artes, graduada en física y divulgadora científica
El artículo Las habilidades matemáticas de los bebés se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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La regla de tres, o las emocionantes aventuras del número tres (III)
Como dice el refranero popular No hay dos sin tres, por lo que la serie de entradas dedicadas al número tres, Las emocionantes aventuras del número tres (primera parte y segunda parte), no podía ser una dilogía, sino que tenía que consistir en una trilogía, como corresponde con el número del que estamos hablando.

En esta entrada vamos a hablar de la “regla del tres” en matemáticas, una regla sencilla, que nos han enseñado a todas las personas en la escuela y que tiene una larga historia, por su utilidad comercial y cotidiana. Veamos un ejemplo sencillo de la regla de tres.
Problema: El mes pasado hicimos una excursión al monte con un grupo de tiempo libre de 9 personas, en la cual se bebieron 15 litros de agua, ¿cuántos litros de agua se necesitarán para la siguiente excursión si en el grupo hay 16 personas?
Resolviendo este problema como yo recuerdo que me lo enseñaron en la escuela (yo soy de la generación de EGB) sería de la siguiente manera. En la imagen siguiente vemos el diagrama que acompaña a la resolución y mientras lo trazo voy diciendo, en alto o en mi mente, “6 es a 15, como 16 es a x” (en una columna, la primera, las cantidades correspondientes a personas y en la otra a litros de agua):
Una vez realizado el diagrama, la esencia de la regla de tres es que se tiene que el mismo resultado en las dos multiplicaciones en aspa.
Por lo tanto, se puede despejar la x obteniendo:
Luego la solución del problema es que se necesitarán unos 40 litros de agua.
La regla de tres es una cuestión de proporciones, como explicaremos más adelante, aunque muchas veces se ha enseñado desde un punto de vista práctico, explicando simplemente cuándo y cómo aplicarla. De hecho, esta es una regla con mucha historia, que aparece en muchos libros antiguos sobre resolución de problemas matemáticos o sobre cuestiones mercantiles, aunque sin dar explicaciones sobre la misma.

El origen de esta regla es muy antiguo. El capítulo 2 del texto chino anónimo del Jiuzhang suanshu (Nueve capítulos del arte matemático, escrito entre el 300 a.n.e. y el 200 n.e.) titulado Mijo y arroz sin cáscara, incluye 46 problemas que se resuelven con la regla de tres. Veamos por ejemplo el primer problema del capítulo Mijo y arroz sin cáscara. Al inicio del capítulo se dan algunas tasas de intercambio, así 50 unidades de mijo se intercambian por 30 unidades de mijo mal cascareado, que nos sirve para nuestro problema.
Problema (Jiuzhang suanshu): Tenemos un dou de mijo y queremos mijo mal cascareado, ¿qué cantidad deben darnos?
(Nota: el dou es una unidad de medida china cuya equivalencia es la siguiente, 1 dou es aproximadamente 2,95 kilogramos. Más aún, 1 dou son 10 sheng)
En este capítulo, Mijo y arroz sin cáscara, se da además la respuesta y la explicación a cada problema.
Respuesta: 6 sheng.
Método de resolución: multiplica uno por tres y divide por cinco.
Efectivamente, como el cambio del mijo es 50 unidades de mijo por 30 unidades de mijo mal cascareado, o lo que es lo mismo, 5 unidades de mijo por 3 de mijo cascareado, el diagrama de la regla de tres quedaría:
Luego la regla de tres nos dice que x = (1 x 3) / 5, como se escribe en el método de resolución “multiplica uno por tres y divide por cinco”. Luego la solución serían 3/5 dou, o lo que es lo mismo 6 sheng (puesto que 1 dou son 10 sheng).

Sin embargo, la regla del tres ya era conocida con anterioridad. Por ejemplo, muchos de los problemas que aparecen en el Papiro de Ahmes, o del Rhind, escrito en el siglo XVI a.n.e. a partir de textos anteriores (unos 300 años), implican el conocimiento de la regla de tres. Por ejemplo, el problema 72 pide calcular el número de hogazas de pan de “fuerza” 45 que son equivalentes a 100 hogazas de “fuerza” 10. Es decir,
Luego, la solución es 100 x 45 / 10 = 450 hogazas. Aunque para lo que nos ocupa no es necesario saber qué es la “fuerza”, vamos a explicarlo. La “fuerza” es el recíproco de la densidad en grano, que es el cociente entre el número de hogazas dividido por la cantidad de grano utilizado.

Sin embargo, un tratamiento más sistemático y extenso de la regla de tres se produce en la matemática de la India. La primera referencia escrita a la regla de tres en la India es el manuscrito Bakhshali, que podría ser el manuscrito más antiguo de la matemática india, puesto que está datado entre el año 224 y el 383. En el mismo se explica:
Si una cierta cantidad (llamada pramana) produce un cierto fruto (o phala), ¿qué fruto producirá otra cierta cantidad (llamada iccha)? La solución la proporciona el producto de phala por iccha, dividido por pramana.
Un ejemplo del manuscrito de aplicación de esta regla es el siguiente problema.
Problema: Un rey tiene dos pajes. Por sus servicios uno obtiene trece sextos de dinares por día y el otro tres medios. El primero debe al segundo diez dinares. Calcula y dime cuándo poseerán cantidades iguales y cuáles serán esas cantidades.
La respuesta a este problema es la siguiente. Como uno de los pajes gana 13/6 de dinares y el otro 3/2, entonces la diferencia entre las ganancias de cada uno es 2/3 de dinar al día. Los dos tendrán la misma cantidad cuando la diferencia entre las ganancias de los dos pajes sea el doble que la deuda (ya que si el primero ha ganado x y el segundo ha ganado y, tendrán la misma cantidad cuando x – 10 = y + 10, ya que el primero le debe al segundo 10 dinares). Como la diferencia de ganancia es 2/3 (pramana) de dinar por 1 (fruto) día, la diferencia de ganancia será de 20 (iccha) dinares, pasados
días.
Ahora para saber cuál es la cantidad de dinares que tendrán, cuando tengan la misma cantidad, podemos calcular cuánto gana el primer paje en esos 30 días. Como gana 13/6 (fruto) de dinares en 1 (pramana) día, entonces en 30 (iccha) días ganará lo siguiente.
Es decir, en 30 días el primer paje ganará 65 dinares (y el segundo ganará 45 dinares), que tras saldar la deuda se quedará en 55 dinares, que es la cantidad de dinares que tendrán los dos trascurridos 30 días.
Entre los grandes matemáticos indios que estudiaron la regla de tres están Brahmagupta (590-670), Mahavira (siglo IX) y Bhaskara Acharya (1114-1185), quienes ya le daban el nombre de “regla de tres”. Brahmagupta en su texto Brāhmasphuṭasiddhānta –Doctrina correctamente establecida de Brahma– (628) escribe:
En la regla de tres, argumento, fruto y requisito son los nombres de los términos. El primero y el último son similares. Requisito multiplicado por fruto y dividido por argumento es el producto.
Si realizamos el diagrama y la regla asociados a la explicación de Brahmagupta tendríamos.
Mahavira en su libro Ganatasarasamgraha – Compendio de la esencia de las matemáticas–, del año 850 ofrece la misma descripción y términos que en el manuscrito Bakhshali.
El matemático y poeta indio Bhaskara Acharya en su libro en verso Lilavati contiene un capítulo sobre la regla de tres, otro dedicado a la regla de tres inversa y otro sobre la regla de tres compuesta directa. El Lilavati, como se explica en la edición en castellano que realizaron Ángel Requena y Jesús Malia para la colección biblioteca de estímulos matemáticos de la editorial SM y la Real Sociedad Matemática Española, “es un manual completo de matemática básica y media que abarca aritmética, álgebra, combinatoria, geometría y trigonometría”. Más aún, en este texto “un padre se dirige con ternura a su hija Lilavati para desentrañarle los secretos de la matemática a través de ejercicios en verso, lleno de evocadoras imágenes”.
Incluimos en esta entrada los primeros versos del capítulo 22, la regla de tres, de la preciosa edición de Ángel Requena y Jesús Malia.
{LXXIX}
Sabiendo tres cantidades obtenemos una cuarta.
Cantidad determinada, fruto de tal cantidad
y cantidad cuyo fruto queremos determinar
son el trío que principia y basta para operar.
El fruto final se obtiene de la siguiente manera:
opera, haz el producto de segunda por tercera
y, para concluir, divide después entre la primera.
{LXXX}
Para obtener cantidad de la que sabes su fruto,
basta con multiplicar por la otra dicho fruto
para después dividir entre el término segundo.
{LXXXI}
Por tres séptimos de niska llevo dos palas y media,
en especia, de azafrán.
Dime, hábil negociante, si te diera nueve niskas,
cuánto azafrán me darías.
{LXXXII}
Si con ciento cuatro niskas se compran en el mercado
sesenta y tres olorosas palas de puro alcanfor,
dime, mi niña querida, cuánto me toca pagar
por doce palas y cuatro.

El nombre de regla de tres continuó con la difusión de la misma de los indios a los europeos, a través de los árabes, siguiendo el mismo camino que nuestro sistema de numeración posicional en base 10 y las cifras básicas del mismo (0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9), que se derivan de las indias (véase el libro Los secretos de la multiplicación, de los babilonios a los ordenadores).
Desde su origen, la regla de tres fue una herramienta fundamental para los comerciantes, que formaba parte de todos los tratados sobre “aritmética comercial”. Por este motivo, la regla de tres también se conoció con los nombres de “regla de los comerciantes” o “la llave de los comerciantes”.
El matemático galés Robert Recorde (1510-1558), quien introdujo el signo = en su libro de álgebra The Whetstone of Witte (1557), como explicamos en la entrada El origen de los signos matemáticos, escribió sobre la regla de tres: “la regla de las proporciones, la cual por su excelencia es conocida como regla de oro,…”. Y este nombre, la regla de oro, sería utilizado tanto por matemáticos, como por comerciantes.

Pero expliquemos que realmente la regla de tres es una regla que nos permite resolver cuestiones relacionadas con las proporciones. Es una aplicación de la multiplicación en cruz para las proporciones o fracciones.
Dadas dos fracciones, o proporciones, a / b y c / d, estas son iguales si se verifica la multiplicación en cruz, es decir, si al multiplicar los términos en cruz el resultado es el mismo, ad = bc (a multiplicado por d es igual a b multiplicado por c).
Demostrar que dos fracciones son iguales si, y sólo si, el resultado de la multiplicación en cruz es el mismo, es sencillo, basta con multiplicar a las dos fracciones por el producto de los dos denominadores, en este caso, por bd.
La regla de tres es realmente una relación de proporcionalidad. La idea que subyace cuando utilizamos la regla de tres es que las cantidades que aparecen en la misma están relacionadas por una regla de proporcionalidad. Así, tenemos que
Luego, utilizando la multiplicación en cruz se tiene que ax = cb y despejando la incógnita se obtiene la regla de tres:
Volviendo al primer problema planteado en esta entrada –que decía así: “El mes pasado hicimos una excursión al monte con un grupo de tiempo libre de 9 personas, en la cual se bebieron 15 litros de agua, ¿cuántos litros de agua se necesitarán para la siguiente excursión si en el grupo hay 16 personas?”– estamos asumiendo que la proporción de agua bebida por cada persona es la misma, por lo tanto, 15 / 6 = x / 9. Lo mismo para el resto de problemas.
Y terminemos esta trilogía sobre el número tres con un refrán:
Los números nones son los mejores, y el número tres el mejor (de todos) es.
Bibliografía
1.- Josep Pla i Carrera, Liu Hui, Nueve capítulos de la matemática china, Nivola, 2009.
2.- George Gheverghese Joseph, La cresta del pavo real, las matemáticas y sus raíces no europeas, Pirámide, 1996.
3.- Carl B. Boyer, Historia de la matemática, Alianza Editorial, 1986.
4.- Ricardo Moreno Castillo, Aryabhata, Brahmagupta y Bhaskara, tres matemáticos de la India, Nivola, 2011.
5.- Bhaskara Acharya (versión adaptada y ampliada por Ángel Requena y Jesús Malia), Lilavati, Matemática en verso del siglo XII, SM-Real Sociedad Matemática Española, 2015.
6.- Raúl Ibáñez, Los secretos de la multiplicación, de los babilonios a los ordenadores, Catarata, 2019.
Sobre el autor: Raúl Ibáñez es profesor del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaborador de la Cátedra de Cultura Científica
El artículo La regla de tres, o las emocionantes aventuras del número tres (III) se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Antes del bronce
Se puede clasificar el desarrollo humano de acuerdo con la cultura material, las instituciones sociales y políticas, la sofisticación del pensamiento y la cultura o el nivel de desarrollo tecnológico. Este último es la forma tradicional que se ha usado para describir los orígenes de la civilización en Europa, Asia, África y otros lugares. Desde este punto de vista, las sociedades se dividen en dos grandes grupos: las que no tienen metalurgia y las que sí. Las primeras poseían [1] herramientas y armas muy limitadas y muy básicas.

Las gentes del Paleolítico (“piedra antigua”) dependían de la piedra, la madera, el hueso y el marfil como materiales con los que fabricar herramientas y armas; los metales, si se usaban, eran con fines decorativos. Algunos aspectos de la cultura premetalúrgica eran de todo menos primitivos, esto es una confusión frecuente. El arte y la escultura de la Europa paleolítica, por ejemplo, muestra que estas personas teran buenas observadoras de la naturaleza, concibieron y retrataron dioses y diosas, e incluso comenzaron a realizar retratos de otros humanos. La organización social permitía cacerías, una rudimentaria jerarquía social, y rituales y tabúes básicos mediante los cuales se establecieron reglas que señalaban lo que se consideraba un comportamiento correcto.
Las herramientas paleolíticas eran a menudo asombrosamente hermosas y muy efectivas. Algunos antropólogos han definido a la humanidad como la especie usuaria [2] de herramientas, lo que de hecho se ajusta a la habilidad y el éxito para adaptarse al entorno natural de los pueblos del Paleolítico.
El Neolítico (“piedra nueva”) se diferencia de épocas anteriores en que los humanos hicieron avances revolucionarios en el pensamiento, la organización social y la adaptación al entorno.
Uno de los mayores descubrimientos científicos en la historia de la humanidad ocurrió en un momento desconocido por personas desconocidas. Alguna persona o grupo de personas, que habitaba en o cerca de los valles de los ríos Tigris y Éufrates en Asia (un lugar posteriormente conocido por los griegos como Mesopotamia) alrededor del año 10.000 a.e.c., utilizó la observación y la formulación de hipótesis para realizar un experimento. Es posible que se fijase en lugares donde la tierra, en la que antes no se encontraba nada nutritivo, de repente, durante la primavera, producía cebada o avena silvestres, lo que llevó a reflexionar sobre cómo era posible que sucediese esto. Habría sido obvio para esas personas que los animales dan a luz a sus crías en la primavera, que los árboles rejuvenecen y florecen en la primavera, que las bayas son abundantes en las enredaderas y arbustos cuando los días se alargan y el sol parece que da más calor.
¿Cómo surge la planta del suelo, aparece el huevo en el nido, la mujer queda embarazada de una nueva vida? Parecían ser preguntas vinculadas por un milagro común de novedad, de nacimiento, de crecimiento. Los antiguos cultos a la fertilidad dedicados a la abundancia de alimentos, la procreación animal y la fertilidad humana revelan que mucho antes de la civilización metalúrgica los seres humanos habían descubierto la idea de la fertilidad, la de proporcionar un entorno adecuado para el crecimiento, de la relación del macho y la hembra con la concepción, el embarazo y el nacimiento. ¿Existiría una conexión entre el semen del macho que se implanta en una hembra sana y fértil y una semilla de una planta que se planta en un suelo rico?
La agricultura, aunque rudimentaria y azarosa al principio, implicaba un proceso científico [3] de planificación, implementación, control y producción de resultados. A medida que las cosechas se volvieron abundantes y se produjeron y almacenaron excedentes de alimentos, los humanos neolíticos adquirieron un conocimiento básico y experimentaron un control general sobre su entorno, que es la esencia de la ciencia.
El excedente de alimentos permitió dedicar tiempo a algo distinto de la supervivencia diaria; permitió concebir el futuro como realidad, ya que era necesario planificar y tener en cuenta los alimentos necesarios para el próximo invierno o período de sequía. Con más comida ya no hubo necesidad de migraciones anuales para buscarla. Los pueblos neolíticos ya no eran nómadas como sus antepasados.

Los pueblos neolíticos surgieron en áreas especialmente productivas. Los primeros aparecieron en un área que se conoce Creciente Fértil. Estos pequeños pueblos, como Jericó, tenían una población de más de mil personas, que vivían en casas de adobe [4] que daban a estrechas avenidas que se entrecruzaban en ángulos rectos. Muros también de adobe rodeaban la ciudad.

La gente que vivía en estos pueblo desarrolló el sentimiento de tener cosas en común, un sentido de comunidad, lo que también implicaba el desarrollo de un sentido de lo extraño, lo extranjero. Las restricciones, la exclusividad, el control de la propiedad, la lucha por más territorio y los inicios del comercio eran características de la sociedad neolítica.
Notas:
[1] En puridad habría que hablar en presente. Algunas sociedades aisladas aún son premetalúrgicas.
[2] Habría que ser más preciso y decir usuarios “avanzados” de herramientas, ya que hay animales no humanos que usan herramientas muy eficazmente.
[3] La ciencia no son sus métodos, sino las actitudes de las personas que la hacen. Véase, por ejemplo, a este respecto Las teorías científicas no son falsables u Onus probandi y la definición de ciencia, y un ejemplo ilustrativo en El Rey León, la falsabilidad y los cuasicristales.
[4] Ladrillos hechos a partir de una mezcla de barro y paja y secados al sol.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
El artículo Antes del bronce se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Los idiomas que te hacen escuchar mejor

En español, es muy común cambiar de tono al hablar para transmitir emociones o hacer preguntas. ¿Pero sabías que, en algunos idiomas, la entonación con la que se pronuncian las sílabas influye sobre el significado mismo de las palabras? El mandarín, el cantonés o el vietnamita son ejemplos de estas lengua llamadas tonales.
En mandarín, por ejemplo, la palabra “ma” se puede pronunciar con cuatro tonos diferentes. Mírate este pequeño video para entenderlo. Descubrirás también como estos cambios de entonación pueden ayudar a los hablantes de un idioma tonal a “escuchar mejor”.
https://culturacientifica.com/app/uploads/2021/07/oido-absoluto-y-lenguas-tonales.movVídeo: El oído absoluto y las lenguas tonales. (Animación: Morgane Goyens)
La mayoría de las personas es capaz de identificar multitud de pasajes musicales. Sin embargo, el oído absoluto, la capacidad de identificar una nota sin ninguna referencia, es rarísima. En Europa y Estados Unidos tan solo una persona de cada diez mil posee esa capacidad.
Fueron investigadores de la Universidad de California en San Diego los que establecieron la relación entre la prevalencia del oído absoluto en los hablantes de un idioma tonal. Realizaron una prueba en la que se pedía que se identificasen notas emitidas en orden aleatorio. Las personas que hablaban con fluidez el mandarín, cantonés o vietnamita, identificaban más del 90% de las notas si habían empezado a estudiar música antes de los cinco años y algo menos del 90% si lo habían hecho entre los cinco y los nueve años. Por contra, los hablantes de inglés, que no es una lengua tonal, tan solo identificaban el 25% y el 12% en cada caso.
Hablar un idioma tonal, sin que importe el origen del hablante, proporciona una ventaja muy significativa para aprender la música. Pero la explicación de su origen no está clara. La hipótesis del aprendizaje temprano sostiene que la prevalencia es mayor entre los niños que han recibido una educación musical precoz. Un grupo de científicos de la Universidad de California en San Francisco hicieron un estudio con 600 estudiantes de un colegio de música y encontraron que el 40% de los que habían empezado su aprendizaje musical antes de los cuatro años tenían oído absoluto, frente a solo el 3% entre los que habían empezado después de los 9 años. La segunda hipótesis es la del origen genético. De los que poseían el oído absoluto en el estudio anterior, el 48% tenían un familiar en primer grado que lo poseía también, mientras que entre los que no tenían esta capacidad esto ocurría solo en el 14% de los casos. Es posible que las dos teorías se complementen y que la aparición del oído absoluto sea una interacción entre factores genéticos y ambientales.
Referencias consultadas:
Baharloo, S., Johnston, P., Service, S., et al. (1998). Absolute pitch: An approach for identification of genetic and nongenetic components. American Journal of Human Genetics, 62(2), 224–231. DOI: 10.1086/301704
Zatorre, R. I. (2003). Absolute pitch: a model for understanding the influence of genes and development on neural and cognitive function. Nature Neuroscience, 6(5), 692–695. DOI: 10.1038/nn1085
Autora: Morgane Goyens (IG @mo.goyens), alumna del Postgrado de Ilustración Científica de la UPV/EHU – curso 2019/20
Artículo original: El oído absoluto y las lenguas tonales. Juan Ignacio Pérez, Cuaderno de Cultura Científica, 31 de julio de 2017.
“Ilustrando ciencia” es uno de los proyectos integrados dentro de la asignatura Comunicación Científica del Postgrado de Ilustración Científica de la Universidad del País Vasco. Tomando como referencia un artículo de divulgación, los ilustradores confeccionan una nueva versión con un eje central, la ilustración.
El artículo Los idiomas que te hacen escuchar mejor se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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¿Son nuestras decisiones realmente nuestras?
Aarón Fernández Del Olmo

Imagine que acaba de salir de un bar y se encuentra en el suelo un billete de 50 euros. ¿Lo dejaría donde está? ¿Lo cogería disimuladamente, se lo guardaría y se lo quedaría? ¿De qué cree que dependería la elección?
Todos coincidiremos en que tanto nuestra historia previa como el momento actual influirán en la decisión. No sería la misma en un mes en el que anduviésemos “algo apretados”, si viésemos que alguien estaba cerca o si hubiésemos tenido una experiencia previa similar en la que nuestra reacción fuese errónea.
Son unos pocos segundos. Se agacha y lo coge. Levanta la cabeza. ¿Qué hará? Es muy posible que lo que cree no fuese exactamente lo que terminase haciendo. En su cerebro están pasando muchísimas cosas en ese momento. Se están cruzando gran cantidad informaciones. Y lo más interesante: no todas apuntan a una misma conclusión.
Lluvia de información previa a la toma de decisiones
Desde que nacemos estamos procesando información y aprendiendo del entorno. Nuestro cerebro se modifica en función de las experiencias y esto se convierte en un punto de partida para otras nuevas. En definitiva, nos permite predecir.
Ante determinadas situaciones (la del inicio, por ejemplo) se activan zonas muy distintas del cerebro. Estas aportan información cualitativamente diferente: el componente emocional; la memoria, tanto de nuestras experiencias (autobiográfica) como de nuestro conocimiento (semántica); el análisis de las consecuencias; ventajas y desventajas… Muchas veces de forma automática.
Incluso la información del cuerpo sobre sus propias sensaciones. Todos esos aspectos aportan datos para facilitar la decisión final. ¿Cómo? Reduciendo las opciones disponibles (que, de primeras, son muchas) a un conjunto más pequeño y fácil de manejar.
Tal vez esto le choque. ¿Acaso pensaba que toda decisión es reflexiva y racional, en función del análisis de todos los pros y contras? La mayoría de veces no.
¿Razón contra emoción?
El trabajo realizado por Antonio Damasio, mencionado en varios libros, como El error de Descartes o Y el cerebro creó al hombre, señala una hipótesis fundamental para entender cómo decidimos: el marcador somático.
Se suele pensar que lo racional, “las decisiones en frío”, es lo que se debe tener en cuenta para tomar una decisión adecuada, sin errores. Sin embargo, lo que muestran Damasio y su equipo tras estudiar a pacientes con daño cerebral es que la razón sin emoción conduce precisamente a decisiones menos acertadas. Pacientes, por cierto, con una lesión en el córtex prefrontal orbitario, estructura fundamental para integrar la información emocional en la toma de decisiones.
Lo que resulta más interesante es que, según Damasio, las emociones que surgen del propio cuerpo (y se graban en él) deben acompañar a ese punto racional y frío para que haya una adecuada respuesta a lo que demanda el entorno. Un requisito para que nuestra decisión sea la adecuada y se modifique según vamos recibiendo feedback.
Pero, entre tantos sistemas que parecen actuar solos, ¿no le da la impresión de que al final no decide nada? ¿Manda su cerebro por usted?
Libre albedrío
Así relatado, parece que uno se sienta a esperar que su cerebro debata y decida la forma más apropiada de actuar. Que sencillamente nos va a susurrar que la ejecutemos, con la dulce sensación de que somos nosotros quienes decidimos. Una perspectiva nada divertida sobre lo que somos, ¿no?: De todo menos libres.
Esta idea es la que reflejan los estudios del neurólogo Benjamin Libet en los años 70. Varias de sus investigaciones demostraron que la forma en la que funciona el cerebro parece dejar poco margen a nuestra libertad.
Muchas veces, antes de tomar una decisión (mejor dicho, de decidir qué vamos a hacer), se activan zonas del cerebro relacionadas con la acción. Por tanto, la decisión estaría tomada antes de que, subjetivamente, la consideremos como “escogida” por nosotros.
De esta lucha de contrarios (de sistemas que procesan diferente información) surgiría una respuesta adaptada. “Nosotros” simplemente la ejecutaríamos. Esto, sin embargo, supondría una importante incoherencia: si su cerebro decide por usted, ¿quién decide por su cerebro? Una regresión infinita, al parecer.
Tal vez la perspectiva pueda ser otra, según se plantea hoy en día. El cerebro tiene muchos procesos automáticos y todos ellos aportan informaciones diferentes. Según la situación o nuestra experiencia, reducen las opciones para facilitar la respuesta.
Además, lo hace en un bucle continuo para poder adaptarnos según se suceden los acontecimientos. Ahora bien, tampoco la forma en la que se nos reducen las opciones es tan intuitiva como creemos. Y el aporte de la memoria es un ejemplo de ello.
El papel de la memoria
Según un estudio de la Berkeley Hass School of Business de la Universidad de California (Estados Unidos), a la hora de tomar decisiones no elegimos aquello que más nos gusta, sino lo que recordamos más reciente.
Algo contraintuitivo de primeras, pero que tiene cierta lógica cuando lo ponemos en contexto. El aporte de la memoria al proceso de toma de decisiones se centraría simplemente en señalar lo reciente, lo más disponible.
Lo interesante de la memoria es que no es un sistema que reproduzca perfectamente los hechos, sino una continua reconstrucción que da lugar a sucesos inverosímiles. Por ejemplo, falsas memorias (cosas que no ocurrieron pero creemos que sí), modificaciones o eliminaciones de sucesos (distorsiones) o situaciones que se quedan grabadas con mayor claridad (en general, los recuerdos de destello o muy importantes emocionalmente).
Nuestra memoria, imperfecta, también colabora en esa toma de decisiones. Incluso el hecho de pensar en el futuro para ver las posibles consecuencias.
Por eso, cuando estamos cogiendo el dinero del suelo, muchos datos, sensaciones y emociones están delimitando las alternativas válidas para ese momento y billete. Variarán con cada nuevo dato del entorno (alguien paseando cerca, la cara de nuestro acompañante si lo hubiera…).
Si pensamos en nuestra propia experiencia, probablemente recordemos haber encontrado un billete sin dueño en numerosas ocasiones, pero no haber actuado de la misma forma. ¿La razón? Nuestro cerebro y nuestro cuerpo marcaron diferentes caminos entre los que elegir.
Puede que incluso leer este artículo también influya en su decisión la próxima vez que se encuentre un billete. Algo que dependerá también de su memoria, entre otras cosas.
Sobre el autor: Aarón Fernández Del Olmo es doctor en psicología, neuropsicólogo clínico en el Hospital San Juan de Dios de Sevilla y profesor asociado en la Universidad Loyola Andalucía
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Artículo original.
El artículo ¿Son nuestras decisiones realmente nuestras? se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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