Las razones del asesino
Las razones para matar son muchas y variadas, según el interesado en este asunto que nos lo cuente. Aquí van varios ejemplos. Agatha Christie dice que la causa puede ser pasional, el dinero o una idea. Erle Stanley Gardner habla del poder y el dinero, y añade que es inevitable en una sociedad tan competitiva como era Estados Unidos en la época de Perry Mason, en los cincuenta del pasado siglo. Y John Verdon, escritor de este siglo, repite el sexo, el dinero, el poder, la venganza y los delirios o misiones sagradas. Arthur Koestler, filósofo y ensayista, se acerca a algunas de las propuestas más actuales de la neurociencia cuando afirma que matamos por una coordinación insuficiente entre el neocórtex racional y el hipotálamo emocional que nos lleva a ”esa veta única, alucinatoria, asesina, que lo ha impulsado a matar, torturar y hacer la guerra.” Es más, para Peter Morrall, el crimen fascina, intriga y repugna a la vez.
Cayetano Galeote: El honor de un cura
El obispo Narciso Martínez Izquierdo había nacido 1830 en Pineda de la Sierra, Guadalajara. El cura Cayetano Galeote Cotilla había nacido en 1841 en Vélez Málaga. Sus caminos se encontraron el 18 de abril de 1886, Domingo de Ramos, en la escalinata de entrada a la Catedral de San Isidoro de Madrid. De esta manera, una vida disoluta, un obispo estricto, un asunto de política eclesiástica y una cuestión de honor acabaron en un asesinato. En esa fecha y en ese lugar, el cura Galeote disparó tres veces contra el Obispo Martínez Izquierdo que, atendido en el sitio, fue llevado al hospital y falleció al día siguiente.
Narciso Martínez Izquierdo venía de una familia de labradores que, como era habitual en la época, mandaba a uno de sus hijos al seminario pues era la mejor manera de alimentarlo y educarlo sin muchos gastos. Pero el joven Narciso hizo una brillante carrera en la Iglesia y llegó a Obispo de Salamanca en 1874 y a Obispo de Madrid en 1885. Además, participó en política y fue diputado carlista en 1871 y 1873, y senador en 1876 y 1881. Dadas sus opiniones fuertemente conservadoras, se opuso a la libertad de cultos en la Constitución de 1886 y a la instauración del matrimonio civil en los debates en las Cortes en 1881. Era muy estricto en cuanto al comportamiento del clero, lo que no le hizo muy popular entre algunos de sus administrados. Cuenta Benito Pérez Galdós que, nada más ser nombrado Obispo de Madrid, inició una campaña contra la corrupción en el clero y, entre otras cosas, obligó a los sacerdotes a inscribirse en una sola iglesia y, así, terminar con el sistema de misas diarias dobles, triples o cuádruples que seguían muchos curas para aumentar sus ingresos pues se cobraba por misa celebrada. Los que no cumplían veían como el Obispo les retiraba la licencia para celebrar la misa.
Cayetano Galeote Cotilla, natural de Vélez Málaga, provenía también de familia pobre que con dificultad alimentaba a sus seis hijos. El niño Cayetano, con pocos años, enfermó de otitis bilateral y de ello le quedó la sordera de un oído para toda su vida. Al acabar sus estudios de sacerdocio, fue destinado un tiempo en Madrid, luego en Puerto Rico durante cinco años y, además, fue capellán castrense en Fernando Poo. En 1880 regresó a Madrid y se inició el drama que aquí contamos.
El cura Galeote era un sacerdote inestable que cambiaba a menudo de parroquia en busca de mayores ingresos. Era lo que denominaba un “cura suelto, sin oficio ni beneficio”, iba donde más y mejor pagaban una misa. Sordo desde niño, de mal carácter, violento e irascible, fue descrito por un compañero de colegio como “un verdadero epiléptico”. Finalmente, era notorio y público que, en sus numerosos cambios de domicilio le seguía siempre su ama de llaves, su “sobrina”, Doña Tránsito Durdal, de 33 años y natural de Marbella, con quien parece ser vivía amancebado. En el juicio se utilizó, en este sentido, el hecho demostrado de que en la casa del cura sólo había una cama.
Esta mujer es, quizá, la figura misteriosa de este drama. Según Pérez Galdós, “no es una mujer vulgar”. De figura esbelta, fisonomía inteligente y modales corteses, los que la vieron la describen como de unos treinta años, “guapetona, alta, ojos negros, boca grande y conjunto agradable.” Acompañaba al cura Galeote cuando en 1880 regresó a Madrid desde Fernando Poo. Cómo se encontraron e iniciaron su vida en común y de qué tipo de era esa vida, todos son misterios cuya respuesta sólo se vislumbró en el juicio y en las crónicas de la prensa.
Según su declaración, el cura Galeote disparó contra el Obispo como reparación de su honra mancillada y para hacerse justicia. Todo comenzó con una disputa con el cura Vizcaíno, Rector de la Capilla del Cristo de la Salud. Galeote consideró, quisquilloso a más no poder como era, que Vizcaíno le había retirado el saludo y no le trataba con la educación debida. Además, prohibió a Galeote cantar misa en la Capilla, prohibición que Galeote ignoró. La Junta de la Capilla le destituyó y Galeote se sintió insultado, además de perder unos buenos ingresos. Indignado, Galeote se entrevistó o escribió al Obispo, a su secretario, a su confesor, al Nuncio y a algún que otro político. Cada vez más insolente y amenazador, más tarde confesó que había acechado, con el revólver cargado, al cura Vizcaíno y al Obispo. Y el 18 de abril, Domingo de Ramos, cumplió sus amenazas.
En el juicio no se debatió en absoluto sobre la culpabilidad del cura Galeote pues medio Madrid le había visto disparar al Obispo y, además, él mismo se apresuró a confesar el crimen. Lo que se discutió fue su responsabilidad, o sea, si en el momento de los hechos era dueño de sus actos o era un loco rematado y, por lo tanto, irresponsable. Uno de los psiquiatras que le examinó le describe como “un hombre de carácter violento, poco humilde, tenaz, de imaginación excitable, cargante, iracundo, acalorado, pronunciadamente nervioso, receloso, acusador, insultador, raro, extravagante; es decir, un sacerdote imposible y que no atendía a razones.” Y este mismo psiquiatra, partidario de las teorías degeneracionistas del delincuente promovidas por Cesare Lombroso en las que el aspecto físico revela las cualidades mentales, hace una descripción de Galeote realmente impactante: “es un hombre de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, de cráneo chico, cara larga, frente cuadrada, estrecha y oblicua, quijadas pronunciadas, cuyos dientes salen unos hacia el paladar, y otros divergen empujando el belfo lo que le impide cerrar bien los labios, por entre los cuales despide espumarajos de saliva cuando se excita.” Y así sigue el psiquiatra durante varios párrafos de los que aquí nos vamos a librar.
Más sencillo es Pérez Galdós al describir al cura Galeote. Es “de nariz pequeña y corva, la boca muy grande y muy separada de la nariz, los ojos negros y vivos, la frente despejada.”
En resumen, para los psiquiatras de la defensa, Galeote es un paranoide con delirio persecutorio. Realmente, en el juicio tuvo una conducta sorprendente. Uno de los psiquiatras que leyó su informe al tribunal fue un joven médico llamado Jaime Vera, con un trabajo profundo, directo, preciso y, se agradece, comprensible para cualquiera. Según el corresponsal de El Socialista, una vez leyó el informe, Galeote, entusiasmado, “le alzó en sus robustos brazos, como quien alza una pluma, y le paseó triunfalmente alrededor de la sala, en medio de la estupefacción de todos.” En realidad, Galeote no quería que le declarasen loco; aseguraba que su crimen era por su honor, que el Obispo le “trató como a un perro” y que “matose a sí mismo” y, así, su honra quedó reparada.
Cada vez que su abogado defensor hablaba de su locura, el cura protestaba enérgicamente. Pero nadie le hacía caso. Benito Pérez Galdós, que asistió al juicio como periodista y corresponsal, vio en el acusado, como el resto de la prensa, a una persona extraña, enérgica y de rara conducta. Así lo describe: “el reo se ha permitido las mayores extravagancias, ya desconociendo la autoridad del presidente, ya interrumpiendo a cada instante las declaraciones de los testigos; pasando bruscamente del llanto a la ira, siempre agitado y nervioso, sus palabras, sus apóstrofes, ora epigramáticos, ora terribles, han excitado vivamente el interés público”. Galdós, finalmente, se pregunta, “y en resumidas cuentas, ¿está loco o no?”
El cura Galeote fue condenado a muerte el 9 de octubre de 1886. Sin embargo, su rara conducta en la cárcel llevó al tribunal ordenar un nuevo reconocimiento a una comisión formada por seis médicos, que dictaminó delirio persecutorio. Este informe fue ratificado por la Real Academia de Medicina el 3 de diciembre de 1887. El reo fue encerrado en el manicomio de Leganés donde murió en 1922.
Cuando son los asesinos los que hablan de justificación casi siempre comienzan afirmando que no querían matar, pero han matado y, en el fondo, ha sido sin querer, un accidente, no sé cómo ocurrió,… Por el contrario, la mayoría de las personas en nuestra sociedad occidental, en un momento u otro de su vida, querrían matar, pero no lo hacen. Veamos lo que dicen los expertos de las razones para matar. Podemos empezar con lo que Abraham Maslow escribió en 1943 sobre la motivación humana. Se puede suponer que lo que nos motiva en nuestra vida es, también, lo que nos impulsa a matar. La motivación, según Maslow, comienza con la fisiología, es decir, con las necesidades fisiológicas básicas como la comida, la respiración o el descanso. Después, o más arriba en esta pirámide que estamos construyendo, están las necesidades de seguridad que incluyen nuestra protección, la casa o el territorio. Y por encima está la pertenencia a algo o a alguien y el amor, con el afecto, la amistad y el grupo. También necesitamos la autoestima y la confianza en nosotros mismos cuando buscamos el respeto, el éxito y el estatus. Finalmente, queremos la autorrealización con la moralidad y la creatividad.
Para cubrir estas necesidades es por lo que, en las circunstancias adecuadas, nuestra especie mata a un semejante, o a muchos. Philip Zimbardo fue el que ensayó cómo es que personas normales, como usted y como yo, si se me permite personalizar, acaban cometiendo actos crueles y atroces. Es lo que nos enseñó Hannah Arendt cuando asistió en Jerusalén al juicio de Adolf Eichmann, responsable de la organización del exterminio de judíos en la Segunda Guerra Mundial. No era un asesino cruel y sanguinario, era, simplemente, un funcionario obediente y eficaz que cumplía órdenes. Y sus órdenes eran exterminar a los judíos, y millones murieron bajo la responsabilidad del funcionario Eichmann.
August Hirt: Por la ciencia y el nazismo
El 23 de noviembre de 1944, la 2ª División Blindada de la Francia Libre bajo el mando del general Leclerc, adscrita al 2º Ejército de Estados Unidos de George Patton, entró en Estrasburgo, expulsó al ejército alemán y liberó la ciudad. De inmediato y tal como establecía el protocolo habitual, varios grupos del ejército francés entraron en diferentes instituciones de la ciudad en busca de pruebas y testimonios sobre la ocupación. Entre otros, entraron en el Instituto de Anatomía de la Universidad de Estrasburgo y, en el sótano, encontraron decenas de cadáveres, completos o desmembrados, cuidadosamente conservados en alcohol.
No había pasado un mes desde la llegada de Leclerc cuando, el 17 de diciembre, comenzaba sus averiguaciones una comisión de oficiales médicos cuyas órdenes eran investigar posibles crímenes de guerra en relación con los cuerpos humanos encontrados en el sótano del Instituto. Pronto descubrieron que la colección pertenecía a August Hirt, profesor de Anatomía y director del Instituto.
August Hirt había nacido en Mannheim el 28 de abril de 1898. Fue voluntario en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial, herido gravemente en 1916 y condecorado. Inició sus estudios de Medicina en la Universidad de Heidelberg y se doctoró en 1922 con una tesis sobre el sistema nervioso simpático en reptiles. Fue profesor de Anatomía en la Universidad de Greifswald en 1936. En los años siguientes contribuyó con hallazgos significativos al desarrollo de la microscopía de fluorescencia y fue el autor del concepto de epifluorescencia. Tiene, hasta 1940, un buen curriculum de investigación, con 27 artículos publicados sobre el sistema nervioso y la microscopía de fluorescencia . Siguió investigando, a su manera como veremos más adelante, pero a partir de 1940 no volvió a publicar ningún trabajo. Por esta época, se afilia al Partido Nazi y en la Segunda Guerra Mundial alcanza el grado de Obertsturmführer en las SS y, en 1941, el de Sturmbannführer. En 1942 ingresa en la sociedad Ahnenerbe.
También en 1941 es nombrado director del Instituto de Anatomía de la entonces llamada Reichsuniversitat de Estrasburgo. En los años de guerra, Hirt, junto a Wolfram Sievers, de la Ahnenerbe, y Sigmund Rascher, médico en el campo de concentración de Dachau y colaborador de Mengele, y con la coordinación con Adolf Eischmann, planeó y realizó experimentos con los prisioneros del campo de concentración de Struthof-Natzweiler, situado cerca de Estrasburgo. En particular, su labor principal fue organizar la recogida de cuerpos para la colección del Instituto de Anatomía. En el sótano en el que entraron los hombres de Leclerc había 86 cadáveres.
En 1933, la manía de Himmler por las pseudociencias y por las investigaciones raciales le había llevado a fundar Ahnenerbe o “Herencia de los Antepasados” (¿recuerdan las películas de Indiana Jones y lo que buscaban los nazis?) que, desde 1935, se dedicó a estudiar todo lo relacionado con la “raza nórdica indo-germánica”. Da una idea de sus objetivos el nombre completo de la institución: “Herencia de los Antepasados – Sociedad de Estudios para una Prehistoria Espiritual”. Es evidente por qué Hirt solicitaba fondos y prisioneros a través de la Ahnenerbe y de su director, Wolfram Sievers.
Hirt pretendía crear una colección de cuerpos de judíos para las generaciones futuras, cuando aquella raza hubiera sido exterminada por completo. En concreto, y en carta fechada en febrero de 1942, Hirt quiere cráneos de comisarios soviéticos judíos con el “propósito de dedicarlos a investigaciones científicas”, y además solicita fondos para construir un nuevo microscopio con el que hacer observaciones en vivo. La carta llevaba dos notas adjuntas. En la primera, que se ha perdido, detallaba la nueva técnica microscópica, derivada de la que había desarrollado en sus investigaciones antes de la guerra. En la segunda nota, que se conserva, da instrucciones detalladas a la Wehrmacht y a la Policía Militar de cómo localizar, identificar, tomar datos antropólogicos, ejecutar a los comisarios (lo que llama, con cínico eufemismo, “muerte inducida”) , separar su cabeza y enviarla a Estrasburgo en un recipiente con líquido conservante.
Para Hirt, la colección de Estrasburgo estaba bien provista, pero le faltaban judíos y la guerra en el Este le da la oportunidad que buscaba. Considera los cráneos de los comisarios soviéticos judíos como el no va más de la degradación humana, incluso los considera infrahumanos. Su sueño era desarrollar una nueva disciplina, la Anatomía de la Razas. Quiere reunir en su museo muestras de la especie humana y su ausencia total de respeto hacia los hombres que considera inferiores le ofrece, en medio de la guerra, la oportunidad de conseguirlo. Hirt propone y la Ahnenerbe, Sievers y Himmler, con la ayuda de Rascher y la organización de Eichmann, disponen. El fantasma de la ciencia se convierte en cruel realidad.
Además de las instrucciones para conseguir los cráneos de los comisarios, y en coordinación con Rascher y Eichmann, Hirt organizó el traslado de reclusos, elegidos por ser judíos, desde otros campos de concentración hasta el de Struthof-Natzweiler, donde eran ejecutados por el jefe del campo, Josef Kramer. Este, que fue capturado por los aliados, lo cuenta así en los interrogatorios: “A principios de 1943, recibo los 80 internados destinados a ser suprimidos con la ayuda del gas que me había enviado Hirt. Comencé por llevar a la cámara de gas, una tarde hacia las 4, y con la ayuda de una camioneta, un primer grupo de unas 15 mujeres. Les dije que debían pasar por la cámara de desinfección, y les oculté que iban a ser asfixiadas. Ayudado por algunos SS, les hice desnudarse y entrar en la cámara de gas. Cuando cerraba la puerta, comenzaron a gritar… Di la luz del interior de la cámara con un conmutador externo… y observé lo que ocurría en el interior, medio minuto, y después se derrumbaron.”
Los cuerpos se conservaban en Estrasburgo hasta que Hirt procedía a separar la cabeza y obtener el cráneo; siempre ordenaba destruir lo que quedaba de los cadáveres. Es posible que estos cadáveres, o quizá otros ejecutados de la misma manera, fueron los encontrados en el sótano del Instituto de Anatomía. Hirt también ordenaba destruir los tatuajes que identificaban a los prisioneros de los campos de concentración. El único cadáver con tatuaje fue rápidamente identificado por la comisión médica de los aliados como el de Menahem Taffel. El médico francés Henri Henripierre, ayudante a la fuerza de Hirt, fue quien destruyó los tatuajes, pero los memorizó, los apuntó y guardó los datos durante años.
Unas semanas antes de entrar Leclerc en Estrasburgo, Hirt huyó. Meses después se entregó al alcalde de Schönenbach, cerca de Friburgo, en Alemania. Y el 2 de junio de 1945 volvió a desaparecer; hay quien asegura que se suicidó y otros, en cambio, creen que se esfumó entre los miles de refugiados que entonces recorrían Europa. Como tenía doble nacionalidad, alemana y suiza, en este último país estuvo en busca y captura hasta 1959. En Metz, Francia, fue juzgado en rebeldía en 1953 y condenado a muerte.
Los cargos contra Hirt procedían de tres hallazgos: la carta que he mencionado con las instrucciones para ejecutar comisarios soviéticos judíos; los 86 cadáveres encontrados en el sótano del Instituto de Anatomía; y, en tercer lugar, las preparaciones histológicas encontradas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Estrasburgo, descubiertas también al entrar las tropas de Leclerc en la ciudad. Sobre las 54 preparaciones encontradas, el profesor Christian Champy, uno de los mejores histólogos franceses de la época, hizo un informe que trastornó el mundo de la Medicina, incapaz de creer que hubiera médicos que cometieran semejantes atrocidades.
Tras la liberación, el doctor Reisler, junto con la policía francesa, registró las dependencias a cargo de Hirt en la Facultad de Medicina y encontró una serie de preparaciones de testículo humano así como varios cadáveres en los que faltaba un testículo. El doctor Henry Henrypierre, ayudante de Hirt, contó que le habían ordenado hacer las preparaciones histológicas del testículo izquierdo de los cadáveres. Cuando las preparaciones fueron encontradas estaban hechas hacía poco tiempo y los materiales utilizados todavía estaban frescos. Champy y Reisler redactaron un informe que se leyó en la sesión de la Academia de Medicina celebrada el 1 de mayo de 1945 (el 7 de mayo, Alemania se rindió a los aliados y terminó la guerra en Europa).
Son 54 preparaciones que provienen de, al menos, siete individuos. Las lesiones que se observan indican que son consecuencia de inyecciones en el testículo de sustancias tóxicas o irritantes. Por el estado de las lesiones, las inyecciones se han hecho entre ocho días y varias semanas antes de la muerte del sujeto. En la hipótesis más favorable, es decir, suponiendo que las inyecciones se han puesto con anestesia, las lesiones producidas han tenido que ser muy dolorosas. El resto de los tejidos están en buen estado, lo que implica que la persona fue asesinada para tomar la muestra en el momento que se consideró oportuno. Dos de los testículos provienen de dos adolescentes de entre 13 y 15 años. No se consigue averiguar la finalidad de los experimentos. Otra vez el fantasma de la ciencia se hace cruel realidad.
Para Zimbardo, la línea que separa el bien del mal es muy tenue, tal como explica Antonio Crego en su blog en Investigación y Ciencia. El paso que hay que dar, a menudo suave e imperceptible, depende de circunstancias externas y de factores como el sistema legal, económico, social, político y cultural.
Se da el primer paso sin más, sin pensarlo mucho. Hay que recordar las declaraciones de muchos acusados de corrupción en política cuando explican y tratan de justificar su conducta. Volvamos a Zimbardo.
Una vez dado el primer paso, se impone deshumanizar al contrario, a las futuras víctimas. Así es más sencillo no sentir repugnancia o arrepentimiento por el mal que se hará. Después, es aconsejable perderse en la multitud, no ser un individuo sino alguien entre muchos. Ayudan los uniformes, las máscaras, los grupos, y hasta la música, y así se llega a los linchamientos. Ya hemos difuminado y repartido entre muchos la responsabilidad personal. También es interesante como excusa la obediencia debida, la obediencia ciega, la obediencia de Eichmann; otro lo ordenó y no hubo más remedio que obedecer. Es obvio que el grupo y la obediencia no permiten en absoluto la crítica a los comportamientos violentos. Todo lleva, en último término, a la tolerancia neutra del mal, a la banalidad que definía Hannah Arendt.
Kandido Azpiazu Beristain: Uno de los nuestros
Era el 21 de septiembre de 1962 en Azkoitia, Gipuzkoa, después de comer, hacia las cuatro de la tarde. Una mujer, con un niño de la mano y otro en brazos paseaba. Al chaval se le escapó el balón con el que jugaba y salió a la calle. El niño no lo dudó y salió de inmediato a recogerlo y su madre le siguió. Venía un camión. Un hombre, sentado en una silla a la puerta de una tienda de muebles, cogió al bebé de brazos de su madre mientras esta saltaba a la calzada. Ambos, madre e hijo murieron atropellados por el camión. El hombre que salvó al bebé se llamaba Ramón Baglietto y el niño, de 11 meses, era Kandido Azpiazu Beristain.
Han pasado 18 años. Estamos a 18 de mayo de 1980. En la carretera entre Elgoibar y Azkoitia, un Seat 131 robado, con el conductor y un pasajero, se sitúa en paralelo a un Seat 124 blanco y disparan con una metralleta Steiner y con pistolas Browning. El 124 se sale de la calzada y se estrella contra un árbol. El pasajero del 131 sale del coche, se acerca al 124 y con la pistola le dispara el tiro de gracia. No quiere errores, solo muertos. El militante de ETA se llama Kandido Azpiazu Beristain y el asesinado es Ramón Baglietto.
Ahora pasamos otros 25 años y llegamos al 16 de marzo de 2005. Ese día, un etarra salido de la cárcel 10 años antes, se instala como cristalero en una lonja del número 14 de la calle Ibai Ondo de Azkoitia. En ese portal, dos pisos más arriba, vive la viuda de un asesinado por ETA, ahora concejala del PP en el ayuntamiento de su pueblo por donde se mueve siempre acompañada de sus dos guardaespaldas. La viuda se llama Pilar Elías, su marido era Ramón Baglietto, y el cristalero es Kandido Azpiazu Beristain.
Ramón Baglietto, apodado El Pintor, había nacido en Bilbao en 1936 y, en 1962, cuando el accidente con el camión, tenía una tienda de muebles en Azkoitia y estaba prometido a Pilar Elías, la hija del viejo Elías, propietario de la única gasolinera en la carretera de Elgoibar. Fue teniente de alcalde y militante de UCD. Cuando fue asesinado tenía dos hijos, de 9 y 13 años. Su tienda de muebles estaba en la Avenida de Calvo Sotelo, hoy Xabier Munibe Kalea.
María Pilar Elías era de Azkoitia e hija, como ya he dicho, del dueño de la gasolinera de la carretera de Elgoibar. Nació en 1942 en la casa en que todavía vive, en la calle Ibai Ondo, frente al río Urola. En los bajos está la cristalería de Kandido Azpiazu. Tiene, en 2006, dos hijos y tres nietos. Después del asesinato de su marido, años más tarde, fue concejala del PP en el Ayuntamiento de su pueblo durante mucho tiempo, hasta 2011.
Kandido Azpiazu Beristain, de Azkoitia, donde nació el 20 de octubre de 1961, hijo de José Azpiazu, carpintero, y María Nieves Beristain, sus labores, que murió con su hijo mayor, de dos años, José Manuel, atropellados por un camión. Desde los 14 años, Kandido se movió por ambientes de la izquierda abertzale y a los 16 ya quiso entrar en ETA. Empezó a trabajar de carpintero, como su padre, aunque en otra empresa, pero a los 18 años cometió sus primeros atentados y acabó en la cárcel. Se casó con Milagros y tuvo, por lo menos, una hija. Su padre se volvió a casar y nunca le contó a su hijo que Ramón Baglietto le había salvado la vida cuando era un bebé. No se lo relató pero, después del asesinato, nunca pudo aceptar que su hijo había matado al que le salvó la vida.
Todos vecinos del mismo pueblo, todos se conocen desde niños, todos son uno de los nuestros. Por lo menos, eso parece. Pero Kandido Azpiazu nos aclaró algunas dudas en una entrevista que se publicó en 2001. Por ejemplo,
“-Yo no soy un asesino.
-Pero usted ha matado.
-Porque tenía que hacerse.”
…
“-¿Cómo te convertiste en asesino?
-Yo no soy un asesino.
-Has matado.
-Por necesidad histórica.”
…
“Y era bonita esa sensación de ser vasco. Desde que tengo uso de razón he luchado por la independencia de los vascos.”
…
“-Uno siempre era consciente -dice Azpiazu- de que algún día haríamos lo que después realmente hicimos. Era un largo proceso. Uno no se dice de repente: ‘Hoy me convierto en autor de atentados’, ¿entiendes?, ¿entiendes? Uno madura hasta que…”
…
“-¿Te asustaste?
-Nosotros no sentimos el deseo de matar.
-¿No te pudiste negar?
-No quise.
-Ese momento… Ese momento fue duro.
-¿Tuviste miedo?
-No. Uno estaba preparado para entregar su vida.
-¿Conocías a la persona?
-Sí.”
…
“-Tuvo que ser así.
-¿Por qué?
-Ese hombre formaba parte del aparato opresor, era conocido de Marcelino Oreja, el entonces ministro de Asuntos Exteriores del Estado español.
-¿Y eso bastaba?
-La decisión vino de arriba.”
La decisión vino de Eugenio Etxebeste, Anton, entonces número dos de ETA y además, no hay que olvidarlo, primo del asesinado Ramón Baglietto.
“-¿Cómo le mataste?
-Una acción armada no se hace con globos. Lo que ocurrió fue la acción de un miembro consecuente… Nada más.
-¿Te arrepientes?
-Tuvo que ser así. Uno no se sentía orgulloso de ello, no se sentía ni odio ni alegría.”
O, también, al hábito humano primario, como afirmó Alfred Hitchcock. Para el cineasta, nuestra especie mata porque le da la gana, e, incluso, si no hay costumbre de hacerlo, por la cultura del entorno, para experimentar lo que se siente al matar. O, según Robert Mitchum en “La batalla de Anzio”, “el hombre mata porque le gusta matar”. Es más, como propone Peter Morrall, detrás de muchos crímenes está el Schadenfreude, la alegría que provoca la desgracia ajena.
En fin, a nuestra especie le fascina matar, aunque sea, a veces, una banalidad, como decía Hannah Arendt, y, si no podemos matar, nos fascina cómo lo hacen otros.
Referencias:
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Wechsler, P. 2005 (1991). La Faculté de Medecine de la “Reichsuniversität Strassburg” (1941-1945) à l’heure nationale-socialiste. These Doctorat en Medecine, Université Louis Pasteur Strasbourg.
Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
El artículo Las razones del asesino se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:¿Son las ‘beachrocks’ una prueba del Antropoceno?
Nikole Arrieta, del Departamento de Química Analítica de la UPV/EHU, encabeza el equipo autor de un estudio en el que se analizan las beachrocks, formaciones de arena cementada en las que han quedado atrapados desechos industriales derivados de las actividades metalúrgicas. Estas peculiares rocas atestiguan el impacto del desarrollo industrial y su influencia en el entorno costero.
“El estudio de ciertos fenómenos geológicos ayuda a reconstruir el pasado ambiental y a determinar la influencia que ha tenido el ser humano en el medio, puesto que lo registran todo. Incluso podrán ofrecer información valiosa para afrontar posibles efectos del cambio climático”, afirma Arrieta.
Se trata de formaciones rocosas que se producen en zonas intermareales, normalmente en zonas tropicales y subtropicales. A pesar de ello, también es posible encontrarlas en la costa vizcaína. Las beachrocks estudiados son formaciones recientes situadas en la margen derecha del estuario Nerbioi-Ibaizabal, donde han sufrido una gran influencia de la actividad humana.
“Su presencia en latitudes templadas como la nuestra es rara, hay 8-10 casos en todo el mundo” añade Arrieta. Estas formaciones sedimentarias son derivadas de la precipitación intergranular de cementos carbonatados (CaCO3). “Entre los diferentes sedimentos se ha formado un cemento. Así, la arena, en vez de estar suelta, como en las playas normales, forma estas rocas”, explica Arrieta.
Sin embargo, aunque normalmente los cementos de los que están compuestos las beachrocks son carbonatados, las formaciones geológicas de la costa vasca presentan además cementos ferruginosos. Las escorias atrapadas en los cuerpos cementados han sufrido procesos de disolución por fenómenos de meteorización o atmosféricos, como la lluvia ácida, llegando a reprecipitar en los poros como sales insolubles de hierro.
La investigación se ha centrado en la caracterización de dichos cementos. Por una parte, para estudiar los tipos de cementos se han aplicado innovadoras técnicas espectroscópicas que han permitido analizar exhaustivamente las distintas fases minerales. “A escala microscópica, aparecen distintas capas de cemento, y cada una aporta una información sobre el momento en que han precipitado, las condiciones que había, etc.”.
Por otro lado, han analizado los materiales atrapados en esos cementos, donde “hemos encontrado escorias de fundición de la revolución industrial, incluso residuos con sellos de empresas europeas que al venir con sus barcos echaban sus escorias. Por ello, en las playas encontramos los llamados tecnofósiles o vestigios de la actividad humana, en este caso desechos industriales de empresas internacionales que ayudan a estimar la edad de la beachrock”.
Todo ello constituiría un ejemplo del registro geológico de la época del Antropoceno, actualmente discutida entre especialistas de todo el mundo. Y es que, según los científicos partidarios de esta denominación, la Tierra se encuentra en una nueva época geológica, “la era del ser humano”, ya que la acción humana genera grandes cambios que dejan su huella en los estratos geológicos de la Tierra. Sus detractores, en cambio, argumentan que se trata de una cuestión más política que científica.
Esta edad geológica abarcaría el periodo más reciente del Cuaternario, y actualmente está siendo de gran interés para especialistas de todo el mundo. “Los estratos de Tunelboka, una cala situada en la margen derecha del estuario donde se centra la investigación, han sido discutidos a nivel mundial de cara a ser evidencias del Antropoceno”, señala Arrieta. Y es que, además de haber muy pocos emplazamientos en el mundo en latitudes templadas que presenten este fenómeno, “aún son menos los que presentan las características de los nuestros; la cantidad de escorias que contienen es desorbitada. He colaborado con distintos investigadores de reconocido prestigio de universidades de Estados Unidos y Australia, y todos quedan prendados al ver las fotos o materiales del emplazamiento”.
Según Nikole Arrieta, autora del estudio, “es indispensable mantener activa la investigación de este fenómeno geológico tan especial y único que tenemos en nuestras costas, por el interés geoquímico, ambiental e histórico que tienen estas formaciones, sus aplicaciones en ámbitos de ingeniería y restauración, su importancia para la definición de la reciente época del Antropoceno y por qué no, el interés arqueológico industrial de los materiales que engloban”.
Referencia:
Arrieta, N., Iturregui, A., Martínez-Arkarazo, I., Murelaga, X., Baceta, J.I., de Diego, A., Olazabal, M.A., Madariaga, J.M.. Characterization of ferruginous cements related with weathering of slag in a temperate anthropogenic beachrock. Science of The Total Environment, 581-582, 49-65 (2017). DOI: 10.1016/j.scitotenv.2016.12.132.
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU Komunikazioa
El artículo ¿Son las ‘beachrocks’ una prueba del Antropoceno? se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Moluscos en el Arte
Intercambiar información y comunicar ciencia son los objetivos esenciales de la divulgación científica. Hay que llegar a la ciudadanía y unir ciencia y cultura que, sin remedio, son y han sido siempre lo mismo. Por ello, me parece interesante repasar el arte de épocas pasadas para aprender qué ciencia conocían y cómo la utilizaban en su vida cotidiana. Y encontraremos conchas y, en general, moluscos en la pintura, y nos ayudarán a interpretar lo que eran y significaban en culturas anteriores.
El arte sirve para conocer la historia y, ahora, si unimos arte y ciencia, y como en este texto, arte y moluscos, podemos deducir cómo los utilizaban y, también, su distribución y su ecología. Podemos reconstruir, sea con aproximación, las poblaciones originales de estos animales a partir de las especies representadas en el arte. Y, también, su valor y manipulación como alimentos. Plantearemos hipótesis sobre cómo se relacionaban aquellas culturas con su entorno.
Ya en aquellos siglos era evidente para muchos pintores la unión de ciencia y arte e, incluso, hubo cuadros que los representaron en conjunto pues esa era la idea de algunos de los mecenas que los patrocinaban. Así, Adriaen van Stalbent, pintor holandés del siglo XVII, ofreció una obra con ese título, “Las Ciencias y las Artes”, cuadro que se expone en el Museo del Prado. Representa un gabinete, habitual en esa época, con conchas y otros animales encima de una mesa junto a la que aparecen unos caballeros que las estudian y consultan varios voluminosos libros para ello. Mientras, en el otro lado de la habitación, hay varios cuadros en la pared, y algunos son bodegones con plantas y animales. Es evidente que no hay separación entre ciencia y arte.
Hay muchos ejemplos de moluscos en el arte, desde las cuevas del Paleolítico a los mosaicos romanos, con la Venus de Botticelli en el siglo XV, con la diosa saliendo de una vieira, quizá del bivalvo de la especie Pecten maximus, hasta Murillo en el siglo XVII con los Niños de la concha, de nuevo el Pecten maximus, el Bodegón de peces y tortugas del italiano Giuseppe Recco, con un par de calamares, y pintado a finales del XVII, o, más cercanos en el tiempo, Picasso en 1911 con su bodegón con un plato de ostras, o El caracol, abstracto y polihédrico, de Matisse, de 1953, con La tierra labrada de Joan Miró en 1923, o La Madonna de Port Lligat con su gasterópodo marino bien visible, de Dalí, de 1950.
Fue hace miles de años cuando hemos fechado uno de los usos más antiguos que conocemos de conchas de moluscos como arte. El estudio lo lideró Abdeljalil Bouzouggar, del Instituto Nacional de Ciencias de la Arqueología y del Patrimonio de Rabat, que fechó hace 82000 años las conchas de caracol marino, de Nassarius, que encontró en la Grotte des Pigeons, en Taforalt, Marruecos. Eran 13 conchas en total y las habían utilizado como adorno, con orificios para convertirlas en cuentas de collar. Además, algunas estaban pintadas con un pigmento rojo del tipo de la hematita, con mucho hierro. Y estaban a unos 40 kilómetros del Mediterráneo, a gran distancia del hábitat natural del Nassarius.
En Europa se conoce el uso de conchas como adorno con fechas de hace unos 40000 años y, además, tanto en yacimientos de nuestra especie como en los de neandertales.
Entre los romanos, las imágenes de moluscos en frescos y mosaicos son numerosas y están bien documentadas. Steve Wilkinson relata las que aparecen en las ruinas de Pompeya, ciudad destruida por la erupción del Vesubio en el año 79, y excavada a partir del siglo XVIII. En algunos de los mosaicos hay gasterópodos como el Murex, bivalvos, pulpos y calamares. También aparecen algunos caracoles terrestres como Eobania y Marmorana, especies que todavía se encuentran vivas en los alrededores de las ruinas.
Desde el siglo XII, la concha de vieira es el símbolo de la peregrinación a Santiago de Compostela. Los expertos aseguran que es la concha del bivalvo Pecten maximus, típico del Atlántico, más que el Pecten jacobeus, a pesar de su nombre científico, que es especie del Mediterráneo.
En Holanda, en los siglos XVI al XVIII, los gabinetes naturalistas, todos ellos colecciones privadas, son extraordinarios y con muestras de todo el mundo que llegaban al país a través del puerto de Amsterdam, como hemos visto en la obra de van Stalbent. En algunas de esas colecciones, los moluscos estaban representados con miles de ejemplares.
En otros países europeos ocurrió algo parecido, como en Francia, Italia o España. Llegaban muchos ejemplares de plantas y animales de las exploraciones de América, Asia y África y las colecciones crecían. Años más tarde, algunas de esas colecciones, en principio privadas o de aristócratas y reyes, fueron la base de museos e instituciones públicas.
Y también se basaban en estas colecciones los abundantes cuadros, de los géneros naturaleza muerta y bodegón, que se pintaron en esos países y en la misma época. Por ejemplo, en Holanda, el pintor Adriaen Coorte pintó varias composiciones solo con conchas. O en España, los bodegones de Luis Egidio Meléndez, que están depositados en el Museo del Prado. En Italia, en el siglo XVI, vivió, quizá, uno de los pintores más originales en la representación de bodegones. Era Giuseppe Arcimboldo, con sus reconstrucciones de rostros y cabezas con diferentes, y numerosas, especies de plantas y animales y, entre ellas, cinco especies de moluscos en el cuadro titulado Acqua.
Pero también hay conchas en entornos populares, sobre todo en cuadros de autores holandeses y belgas. Las ostras hasta el siglo XVII habían sido un alimento para pobres pero, a partir de entonces, aparecen en las mesas de los burgueses, de nobles y de ricos, sobre todo en Holanda, y, a la vez, llenaron las despensas de los pudientes y los bodegones que encargaban a sus pintores favoritos.
Autores como David Teniers el Joven, en el siglo XVII, representa cocinas y posadas en las que las conchas de los mejillones, que seguían siendo para pobres, aparecen ya comidos y por el suelo, como en su cuadro La cocina. Todavía los mejillones son plato nacional en la cocina belga. Y es delicioso. Y, además, considero que también es un arte.
Mejillones como los ponen en Bélgica
Ingredientes:
1 kg de mejillones
1-2 cebollas
1-2 tallos de apio
mantequilla, tomillo, laurel, (vino blanco)
patatas para las patatas fritas
Preparación:
Raspar y limpiar los mejillones.
Preparar una cazuelita por comensal.
Pelar tres cebollas grandes y cortarlas en rodajas que ya se soltarán solas durante la cocción.
Cortar en trozos como de centímetro y medio, tres tallos de apio en la parte verde.
Derretir la mantequilla (mejor mucha que poca), calientar un poco para que se funda, aunque no mucho, y vierta las cebollas y el apio y rehogue hasta que la cebolla quede transparente y el apio crujiente.
Añada los mejillones. Revuelva y los mejillones empezarán a soltar líquido.
Después de dos a tres minutos, añada dos o tres vasos de agua o dos o tres vasos de vino, según el líquido que le apetezca y que necesiten. También agregue tres o cuatro ramitas de tomillo y dos hojas de laurel. Sal y pimienta al gusto (yo no le pondría sal).
Revolverlo todo hasta que los mejillones se abran.
Servir con patatas fritas y pan con mantequilla para mojar en el jugo, y, además, cerveza.
Por cierto, las patatas también se deben freír al estilo belga: una primera vez a fuego lento para que se hagan por dentro, sacar y dejar enfriar, y una segunda vez a fuego fuerte para que queden doradas por fuera. Otra delicia para acompañar a los mejillones.
También aparecen caracoles terrestres, aunque con una presencia más escasa, como ocurría en los mosaicos de Pompeya. Por ejemplo, el holandés Abraham Mignon representa a una especie del género Cepaea, nuestro “navarrico” que, por cierto, aparece en varios cuadros de los pintores holandeses de los siglos XVII y XVIII. O nuestro caracol comestible, el Cornu aspersum, que pintó en alguno de sus bodegones el llamado Maestro de Hartford, que algunos expertos sospechan era el alias de Caravaggio cuando era joven. Y el Helix pomatia, el caracol comestible francés, que pintó el italiano Evaristo Baschenis en un cuadro dedicado a la despensa. Allí aparece con el típico opérculo calcáreo que tapa la abertura y que fabrica cuando el entorno no le es propicio.
En muchos de los cuadros, la aparición de una o de otra especie tenía un significado místico, moral o religioso. Así, el caracol terrestre indicaba apego a la tierra y, además, pereza por la lentitud de sus movimientos. La ostra era afrodisiaca y, por tanto, representaba al pecado de la lujuria. Las conchas de gasterópodos marinos, como rarezas que eran en aquellos años, son a menudo símbolos de salud.
Visto lo anterior y demostrada la presencia de abundantes moluscos en el arte, desde las conchas de adorno coloreadas de hace 80000 años hasta los pintores más actuales, nos podemos preguntar, como hacen Brian Wansink y sus colaboradores, de la Universidad Cornell de Ithaca, en Nueva York, si esos moluscos, como alimento o simplemente como arte, son un vistazo a tiempos pasados que nos permitirán captar la relación de aquellas gentes con su entorno.
Algo así hicieron con su estudio sobre la presencia del mero (Epinephelus marginatus) en 23 mosaicos romanos fechados entre los siglos I y V, Paolo Guidetti y Fiorenza Micheli, de las universidades de Salerno, en Italia, y Stanford, en Estados Unidos. Sus resultados describen la presencia, distribución y pesca del mero en el Mediterráneo romano.
Wansink y su equipo analizan 750 cuadros con alimentos y seleccionan 140, fechadoss del siglo XVI a la actualidad, que representan comidas familiares. No utilizan la representación de banquetes ni los bodegones y naturalezas muertas. Su objetivo es estudiar si los alimentos que aparecen en estos cuadros reflejan lo que las familias comían en su vida diaria. Cuantifican los alimentos de las pinturas y comparan los resultados con lo que sabemos por otras fuentes históricas.
Los alimentos más habituales en las comidas diarias de las familias, como el pollo o los huevos, son los menos representados en las pinturas. Los que más aparecen son los alimentos escasos y caros como el marisco, incluso en países con poca costa, o frutas difíciles de encontrar en el norte de Europa como, por ejemplo, los limones en más de la mitad de los cuadros con alimentos de Holanda. Hay casos, como el pan, que aparece un 75% menos de lo esperado, o las manzanas que están tres veces más, y que, sin embargo, son alimentos siempre disponibles en las comidas familiares.
Por cierto, los moluscos aparecen en el 22% de los cuadros estudiados, con el máximo en Holanda con el 57% y Alemania con el 20% y, sobre todo, en las pinturas de los siglos XVI y XVII.
En general, se prefieren representar alimentos que desean las familias, que son estéticamente bellos para los pintores, o que son difíciles de trasladar al lienzo, o, también, como ya hemos visto, que tienen algún significado cultural, religioso o político. Como conclusión, Wansink apunta que los cuadros con comidas familiares no sirven para conocer lo que las familias comían de manera habitual.
Sin embargo y para terminar, también es Brian Wansink nos demuestra que la comida en los cuadros también tiene su utilidad para obtener conclusiones quizá no esperadas. Estudia 52 representaciones pictóricas de la Última Cena y cuantifica el pan que hay sobre la mesa, el tamaño de los platos y la cantidad de comida que hay en cada plato que, por cierto, es pescado, cordero o cerdo. La comida en el plato principal aumenta un 27% desde el año 1000 hasta la actualidad, con el máximo crecimiento en los siglos XVI y XVII. También el pan es un 9% mayor, con el máximo en los últimos cuatro siglos. Y, además, en muy pocos cuadros hay vino.
Referencias:
Alcázar Álvarez, J.L. et al. 1982. Moluscos marinos de los pueblos hispanos. Cuadernos del CRINAS 4: 1-63.
Begossi, A. & R. Caires. 2015. Art, fisheries and ethnobiology. Journal of Ethnobiology and Ethnomedicine 11: 7.
Berger, J. et al. 2000. El bodegón. Fundación Amigos del Museo del Prado. Galaxia Gutenbertg/Círculo de Lectores. Barcelona. 210 pp.
Bouzouggar, A. et al. 2007. 82000-year-old Shell beads from North Africa and implications for the origins of modern human behavior. Proceedings of the National Academy of Sciences USA 104: 9964-9969.
Cheney, L.G. 1987. The oyster in Dutch genre paintings: Moral or erotic symbolism. Artibus et Historiae 15: 135-158.
Dretz, B. 2006. Mobile objects: the space of shells in eighteenth-century France. British Journal of History of Science 39: 363-382.
Grieco, A.J. 1992. Themes in Art: The meal. Scala Books. London. 64 pp.
Grootenboer, H. 2016. Sublime still lifes on Adriaen Coorte, Elias van der Broeck, and the “je ne sais quoi” of painting. Journal of Historians of Netherlandish Art DOI: 10.5092/jhna.2016.8.2.10
Guidetti, P. & F. Micheli. 2011. Ancient art serving marine conservation. Frontiers in Ecology and Environment 9: 374-375.
Nebot, J. 2016. Los caracoles y el hombre. En “Caracoles y babosas de la Península Ibérica y Baleares”, p. 20-24. Ed. por J. Cadevall & A. Orozco. Ed. Omega. Barcelona.
van de Roemer, B. 2004. Neat nature: The relations between nature and art in a Dutch cabinet of curiosities from the early eighteenth century. History of Sciences 13: 47-84.
Speaking, J. 1974. Los animales en el Arte. Ed. Argos. Barcelona. 331 pp.
Veca, A. 1990. La natura morta. Giunti Gruppo. Firenze. 50 pp.
Wansink, B. & C.S. Wansink. 2010. The largest Last Supper: depictions of food portions and plate size increased over the millenium. International Journal of Obesity 34: 943-944.
Wansink, B. et al. 2016. Food art does not reflect reality: A quantitative content analysis of meals in popular paintings. SAGE Open DOI: 10.1177/2158244016654950
Wilkinson, S.e2012. Shell ornaments provide group identity in the Palaeolithic. Mollusc World 14: 3p.
Wilkinson, S. 2012. Molluscs in Roman art: the archeological sites of the Naples área, Italy. Mollusc World 16: 3 p.
Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
El artículo Moluscos en el Arte se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:La ciencia perdida: los curiosos casos de los protocolos de TDAH y de leer.es
¿Son eficaces los programas y sistemas educativos actuales? Durante los últimos años, es cada vez mayor el debate generado en torno a este tema. Muchos expertos argumentan que las teorías y prácticas educativas implementadas en los centros carecen de evidencia científica. El esfuerzo y los medios empleados en estas prácticas de dudosa utilidad obligan, además, a dejar de lado aquellas otras teorías cuya eficacia está probada.
Con el objetivo de abordar esta situación, el Bizkaia Aretoa de Bilbao acogió el pasado 17 de marzo la jornada titulada “Las pruebas de la educación”, donde varios expertos abordaron cuestiones relacionadas con la educación desde un punto de vista científico.
“Las pruebas de la educación” forma parte de una serie de eventos organizados por la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU para abordar cuestiones del día a día como la educación o el arte desde una perspectiva científica. La dirección del seminario corrió a cargo de la doctora en psicología Marta Ferrero.
En esta segunda conferencia el doctor en Educación Juan Cruz Ripoll puso en entredicho los protocolos oficiales para la atención al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) así como las orientaciones presentes en portales de Internet como leer.es, una iniciativa del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte que busca fomentar la lectura. A pesar del respaldo oficial con el que cuentan ambos, Ripoll argumenta que carecen de base científica y relega otras prácticas mejor fundamentadas desde la investigación.
La ciencia perdida: los curiosos casos de los protocolos de TDAHEdición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por eitb.eus
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En la primera conferencia “Estudio de eficacia escolar en el País Vasco”, Beronika Azpillaga y Luis Lizasoain, profesores e investigadores de la UPV/EHU, y colaboradores del Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa, presentaron los resultados de un estudio realizado con el objeto de identificar las buenas prácticas pedagógicas empleadas en las escuelas de alta eficacia del País Vasco.
Estudio de eficacia escolar en el País VascoEdición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por eitb.eus
El artículo Estudio de eficacia escolar en el País Vasco se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Tal y como vimos en el artículo anterior de esta serie, el 13 de agosto de 1831, el matemático George Peacock enviaba una carta a John Stevens Henslow informándole de la posibilidad de embarcar en un viaje alrededor del mundo, patrocinado por el Almirantazgo y capitaneado por Robert Fitzroy. Consciente de la importancia de este proyecto y de que representa una oportunidad única para formarse, Henslow recomienda al joven Charles Darwin para aprovechar ese pasaje en el HMS Beagle.
Carta de John Stevens Henslow a Charles Darwin [24 de agosto de 1831]
“Afirmé que te consideraba como la persona más calificada que conozco y que estuviera en condiciones de emprender una situación de este tipo. Afirmé tal cosa sin dar por sentado que tú fueras un naturalista recibido, sino que simplemente calificabas para recolectar, observar y anotar cualquier cosa que valiera la pena en historia natural. […] El capitán FitzRoy quiere a alguien (según entiendo) más como compañero que como mero recolector y no tomará a nadie por buen naturalista que sea que no se le haya recomendado por lo demás como un caballero”.
De esta carta se extraen diversas conclusiones fundamentales: Darwin sería una especie de acompañante de FitzRoy y no sería el naturalista oficial del Beagle (ese cargo correspondía a Robert McCormick, de quien ya conté su increíble vida de viajes en este artículo), de hecho ni siquiera poseía un salario asignado y tendría que pagar el pasaje en el barco y el resto de gastos de su propio bolsillo, o para ser más exactos del bolsillo de su padre.
El ofrecimiento de Henslow a Darwin para embarcar en este viaje llegaba tras una serie de negativas por parte de otros personajes como Harry Chester, Georges Peacock o Leonard Jennings, quienes rechazaron la posibilidad de embarcarse en el Beagle.
Lo que poca gente sabe es que Charles Darwin también rechazó la invitación.
Henslow en esa misma carta de 24 de agosto animaba a Charles Darwin a embarcarse en el viaje y sobreponerse a las dudas sobre si estaba suficientemente preparado.
“No pongas por delante dudas o temores por modestia acerca de no estar calificado, ya que te aseguro que considero que eres el hombre adecuado que buscan”
Por supuesto la decisión de iniciar un viaje alrededor del mundo, con los peligros que esto conlleva y sin una duración realmente definida, no estaba totalmente en manos de Darwin quien debería consultarlo con su padre, el doctor Robert Waring Darwin.
Al fin y al cabo, el joven apenas tenía veintidós años y no contaba con el dinero necesario para sufragar los gastos de ese viaje; la opinión de su padre era muy importante para Darwin, y resultó que su padre desaconsejaba firmemente aquel proyecto…
Carta de Charles Darwin a John Stevens Henslow [30 de agosto de 1831]
“En cuanto a mí concierne, tal y como lo pienso, desde luego que con gran gusto aceptaría la oportunidad que con tanta generosidad me ofrece. Pero mi padre, aunque no me lo rechazó con absoluta decisión, aconseja con determinación que no vaya, por lo que no me sentiría cómodo si no sigo su consejo”.
La cuestión podría haber quedado zanjada ahí mismo: Un padre que niega a su hijo un caro y caprichoso viaje, y un hijo que se queda en tierra. La historia de Darwin hubiera sido totalmente diferente a la que conocemos y seguramente el joven Charles, sin el viaje que le abrió la mente, no habría pasado de ser un naturalista más de los cientos que poblaban aquellos tiempos.
El giro inesperado llegó gracias a la intervención de su tío Josiah Wedgwood, a quien el doctor Darwin tenía en alta estima y cuyas opiniones influenciaron la decisión original de impedir el viaje de Charles.
Carta del doctor Robert Darwin a Josiah Wedgwood [30 de agosto de 1831]
“Estoy seguro de que Charles te contará la oferta que se le ha hecho de participar en un viaje de descubrimiento por dos años. Yo la objeto firmemente por varias razones, pero no las detallaré porque él podrá tener su opinión imparcial sobre el tema, y si usted piensa distinto de mí, desearía que él siguiera su consejo”
PD [31 agosto]: “Charles ya ha desechado la idea del viaje”.
Este 31 de agosto sería una fecha clave en la vida epistolar de Darwin. Aquel día la correspondencia sobre el tema del viaje en el Beagle se cruzó entre los tres máximos implicados: el joven Charles, su padre Robert y su tío Josiah Wedgwood II.
Carta de Charles Darwin a su padre Robert Darwin [31 de agosto de 1831]
“Querido padre: Me temo que voy de nuevo a hacer que se sienta incómodo. Pero considerándolo todo, creo que me perdonará una vez más por dar mis opiniones sobre la oferta del viaje. Tengo una disculpa, y la razón es la forma distinta con la que todos los Wedgwood consideran el tema respecto de la suya y de mis hermanas.
Le proporcioné a mi tío Jos lo que considero de todo corazón como una lista cuidada y completa de sus objeciones, y ha sido tan amable como para darme su opinión sobre ellas. Incluyo la lista y sus respuestas. De todos modos, le pido solo un favor: sería de todo punto una gran amabilidad suya que me enviara una respuesta decidida: sí o no”.
Efectivamente, en esta carta de Darwin se enumeran las ocho objeciones principales que su padre esgrimía para oponerse a su viaje, las cuales serían respondidas una por una por su tío Josiah.
Carta de Charles Darwin a su padre Robert Darwin [31 de agosto de 1831]
Lista de objeciones:
- Poco respetable respecto de mi carácter como clérigo.
- Un plan alocado.
- Que seguramente ofrecieron a mucha otra gente antes que a mí este viaje
- Que si no fue aceptado por todos ellos es que debe haber objeciones serias respecto del barco o de la expedición.
- Que nunca sentaré cabeza ante mi futura vida.
- Que mis alojamientos serían incómodos con toda seguridad.
- Que usted debe considerar que, de nuevo, estoy cambiando de profesión.
- Que será una empresa sin utilidad alguna.
Esta es la lista que el joven realizó resumiendo las razones de su padre. En la misma carta, Charles Darwin incluyó las respuestas de su tío para convencer al doctor.
Carta de Josiah Wedgwood al doctor Robert Darwin [31 de agosto de 1831]
“Querido doctor: Siento gran responsabilidad ante su solicitud acerca de la oferta que se le hizo a Charles, pero como usted deseó que Charles me consultara, no puedo rehusar a darle el resultado de mis reflexiones. Charles me ha dado la lista de lo que cree que son sus principales objeciones, y creo que lo mejor que puedo hacer es afirmar lo que pienso acerca de cada una de ellas:
- No creo que fuera de ninguna manera poco respetable para su carácter como clérigo. Por el contrario, pienso que la oferta lo honra y que la incursión en la historia natural, aunque ciertamente no profesional, es muy conveniente para un clérigo.
- No veo cómo enfrentarme a esta objeción, pero habrá conocimientos bien definidos en los que ocuparse y seguramente adquirirá y reforzará su disciplina de trabajo, y quiero pensar que puede lograrlo tanto de esta manera como quedándose en casa durante los próximos dos años.
- Ante la lectura de las cartas, no veo el problema, y al leerlas de nuevo con el tema en mente no le veo fundamento.
- No puedo concebir que el Almirantazgo mande un barco en malas condiciones para un servicio como éste. En cuanto a objetar la expedición, dependerá del individuo, pero nada puede inferirse en el caso de Charles si se llega a saber que otros han rechazado la oferta.
- Usted es un juez mucho más adecuado acerca del carácter de Charles de lo que puedo serlo yo. Si usted piensa que con toda probabilidad el viaje lo hará inestable e incapaz de establecerse, cuando compare la forma en que transcurrirán estos dos años con la forma en que transcurrirán si no acepta la oferta, desde luego que es una objeción a considerar. No es el caso que los marinos propendan a adquirir costumbres domésticas y tranquilas.
- No puedo dar mi opinión más allá de lo que ya he expresado, pues si la proporciona el Almirantazgo podrá reclamar el mejor acomodo posible según lo permita el barco.
- Si viera a Charles absorbido en sus estudios profesionales, probablemente pensaría que no es aconsejable interrumpirlos, pero no es así, y creo que no será el caso en cuanto a él. Su interés en busca de conocimientos lleva la misma ruta que podrá seguir con la expedición.
- Seguramente que la empresa no concuerda con su profesión, pero si lo consideramos como un hombre que muestra gran curiosidad, ésta es una oportunidad tal de ver gente y otras cosas como a pocos puede dárseles.
Piense usted que tuve poco tiempo para considerar las objeciones, y que usted y Charles son las personas que deben decidir.
Soy, estimado doctor, suyo con afecto: Josiah Wedgwood”.
He querido reproducir íntegramente la carta de Josiah al doctor Robert Darwin porque, probablemente, es el documento que más ha influido en la vida del naturalista. Sin esta lista de argumentos rebatiendo las objeciones de su padre, Darwin jamás hubiera subido al Beagle. La prueba de la influencia de su tío Jos la tenemos en que, al día siguiente, el doctor Robert Darwin contestaba a esta carta del siguiente modo:
Carta del doctor Robert Darwin a Josiah Wedgwood [01 de septiembre de 1831]
“Querido Wedgwood: Charles le agradece grandemente por tomarse tantas molestias, así como por su interés por sus planes. Me decidí a dejar de lado mis objeciones, ya que usted no lo ve con el mismo ángulo que yo. Charles expuso mis objeciones clara y plenamente y si sigue con la misma idea después de informarse con más amplitud, le daré toda la ayuda que esté en mi poder”.
Charles Darwin tenía el visto bueno de su padre para embarcar en el Beagle… pero aún había un obstáculo que superar. Unos días antes el joven había escrito a George Peacock rechando el ofrecimiento, por lo que en estos momentos los responsables de la expedición no contaban con la presencia de Darwin y posiblemente habrían empezado a buscar sustituto.
Raudo y veloz, ese mismo día en que obtuvo el beneplácito de su padre, Charles Darwin se puso en contacto directamente con el Almirantazgo (saltándose a los intermediarios Peacock y Henslow) y escribió esta carta a sir Francis Beaufort.
Carta de Charles Darwin a Francis Beaufort [01 de septiembre de 1831]
“Señor: Me tomo la libertad de escribirle de acuerdo con el deseo del señor Peacock de darle a conocer mi aceptación de la oferta de viajar con el capitán FitzRoy.
Seguramente habrá recibido una carta del señor Peacock anunciándole mi rechazo, lo cual se debió a que mi padre no aprobaba en principio el plan; desde entonces ha reconsiderado el tema y ha dado su consentimiento. Por lo tanto, si no se ha ocupado el puesto, sería un honor para mí aceptarlo”.
El resto de la historia es fácilmente imaginable: El Almirantazgo aceptó finalmente a Charles y el joven pudo embarcarse en el Beagle para dar la vuelta al mundo en la expedición que cambiaría totalmente su vida.
Este post ha sido realizado por Javier Peláez (@irreductible) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
El artículo Las cartas de Darwin: ¿Dejamos que el chaval se vaya de viaje? se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Matteo Colombo
Cuando tenía alrededor de cuatro años formulé a mi madre una de mis primeras preguntas “¿por qué?”: “Mamá, ¿por qué vive Pippo debajo del agua?” Mamá me explicó que Pippo, nuestro pez de colores, era un pez, y que los peces viven debajo del agua. Esta respuesta me dejó insatisfecho, por lo que seguí preguntando: “¿Por qué viven los peces debajo del agua? ¿¿Podemos nosotros vivir debajo del agua?” Mamá respondió que los peces respirar extrayendo oxígeno del agua que los rodea; las personas no pueden vivir debajo del agua. Pregunté entonces algo aparentemente sin relación: “¿De qué está hecho el hielo?””El hielo está hecho de agua, Matteo”. Dos días después se encontró a Pippo en nuestro congelador.
Como la mayoría de los niños de cuatro años, me sorprendía con las cosas que ocurrían a mi alrededor. Tan pronto como comencé a hablar empecé a preguntar por qué suceden las cosas. Esto molestaba a los adultos frecuentemente. Pero cuando querían responder a mis preguntas, sus explicaciones me ayudaban a imaginar qué ocurría si las cosas fuesen diferentes. Mis conclusiones eran completamente erróneas algunas veces (como el pobre Pippo comprobó en carne propia). En cualquier caso, errores y explicaciones guiaron mi descubrimiento del mundo: estaba haciendo ciencia antes de empezar a ir al colegio, y lo estaba disfrutando también.
¿Qué es una buena explicación? ¿Y cómo lo podemos saber? Los filósofos de la ciencia han respondido a estas cuestiones tradicionalmente concentrándose en las normas que rigen la práctica explicativa de los científicos, evaluando estas normas sobre la base de sus intuiciones en una serie de casos que implican supuestas explicaciones.
Comenzando con el trabajo de Carl G Hempel en los años sesenta, los filósofos de la ciencia han desarrollado tres modelos de explicación principales. Según el modelo de cobertura legal de Hempel, las explicaciones son argumentos que demostrarían que lo que se está explicando se sigue lógicamente de una ley general. Por el modelo de cobertura legal si un pregunta “¿Por qué un determinado mástil de bandera arroja una sombra de 10 metros de largo?”, una buena respuesta debería citar las leyes de la óptica, la altura del mástil, y la posición del Sol. Esta explicación es buena porque “demuestra que, dadas las circunstancias concretas y las leyes en cuestión, el que el fenómeno ocurriese era algo esperable”.
Otra aproximación es el modelo unificacionista, que dice que las buenas explicaciones aportan un relato unificado que puede aplicarse exhaustivamente a muchos fenómenos diferentes. La teoría de la gravedad de Newton y la teoría de la evolución de Darwin son explicaciones maravillosas porque poseen un enorme poder unificador. Estas teorías apelan una y otra vez a unos pocos principios básicos que pueden dar cuenta de una gran cantidad de fenómenos. Así, las teorías unificadoras reducen a un mínimo el número de lo que el biólogo Thomas Huxley llamó en 1896 “incomprensibilidades fundamentales”.
El modelo mecánico causal es quizás el más popular entre los filósofos. Dice que las explicaciones buenas ponen de manifiesto piezas componentes y actividades que hacen que las cosas pasen. Si uno pregunta:¿Por qué se rompió la ventana?”, una buena respuesta es: “Porque alguien le tiró una piedra”. O si uno pregunta: “¿Cómo llega la sangre a todas las partes del cuerpo?”, una buena respuesta debería incluir información acerca del corazón, los vasos sanguíneos y el sistema circulatorio y sus funciones.
Estos modelos capturan la forma de muchas buenas explicaciones. Sin embargo, los filósofos no deberían asumir que exista un solo modelo verdadero de explicación y que se deba tomar una decisión sobre qué modelo nos dice qué es realmente una buena explicación. Es decir, muchos asumen que un modelo explicativo “talla única” se ajusta a todas las áreas de investigación. Esta asunción significa que los filósofos han ignorado a menudo la psicología del razonamiento explicativo.
Dar una buena respuesta a una pregunta “¿por qué?” no es solo una abstracción filosófica. Una explicación tinene funciones cognitivas en el mundo real. Fomenta el aprendizaje y el descubrimiento y las buenas teorías explicativas son vitales para navegar por el entorno sin problemas. En este sentido, una explicación es lo que se conoce como un acto de habla, que es una unidad de emisión que realiza una cierta función en la comunicación. Evaluar cuando alguien realiza este acto de habla con éxito debería tener en cuenta la psicología del razonamiento explicativo y su sutil sensibilidad al contexto. Una labor estupenda en la psicología de la explicación demuestra que tanto las leyes, como la unificación y los mecanismos causales tienen un lugar en la psicología humana, trazando distintos conceptos que se activan dependiendo de la audiencia, intereses, creencias previas y el entorno social.
Los resultados de la psicología también ponen de manifiesto una sorprendente similitud entre los razonamientos explicativos de niños y científicos. Tanto niños como científicos observan el mundo intentando encontrar patrones, buscando violaciones sorprendentes de esos patrones e intentando comprenderlas basándose en consideraciones explicativas y probabilísticas. Las prácticas explicativas de los niños sugieren un conocimiento único de la naturaleza de una buena explicación.
Los modelos de explicación deberían calibrarse con datos acerca de la práctica explicativa real desde la psicología, pero también desde la historia y sociología de la ciencia. La misma conclusión aplica a otros temas tradicionales estudiados por los filósofos de la ciencia como la confirmación, los cambios de teorías y el descubrimiento científico, donde demasiado a menudo la especulación filosófica abstracta ofusca los fundamentos cognitivos de la ciencia. Los estudios de base experimental de la explicación nos dicen claramente algo importante acerca de cómo la gente explica, qué encuentra explicativamente valioso, y cómo las prácticas explicativas cambian a lo largo de la vida. Si todo niño es un científico nato los filósofos de la ciencia harían bien en prestar más atención a la psicología de la explicación, y en concreto a las preguntas “¿por qué?” y al razonamiento explicativo de los niños. Conseguirán una comprensión más matizada de qué constituye una buena explicación.
Sobre el autor: Matteo Colombo es profesor ayudante en el Tilburg Center for Logic, Ethics, and Philosophy of Science y en el departamento de filosofía de la Universidad de Tilburg en los Países Bajos.
Texto traducido y adaptado por César Tomé López a partir del original publicado por Aeon el 1 de febrero de 2017 bajo una licencia Creative Commons (CC BY-ND 4.0)
El artículo Por qué los niños preguntan “por qué” y qué constituye una buena explicación se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:La pantalla de tu móvil solo tiene tres colores
De las pantallas de plasma al OLED, la tecnología se adapta a nuestra visión.
Es posible que tu primer móvil fuese el Alcatel One Touch Easy -también conocido como el ‘one tochazo’- uno de los que encabezó las listas de ventas desde 1997 hasta 2000, cuando fue desbancado por el indestructible Nokia 3310. Sus diseños guardan más parecido con una calculadora que con un móvil actual: carcasa de colores y una minúscula pantalla rectangular LCD monocroma.
Actualmente, las pantallas de nuestros móviles, ordenadores y televisores, ya sea a través de LCD o sistemas de plasma, nos permiten ver en color. Si pusiésemos la pantalla de nuestro móvil en blanco y la observásemos ampliada a través de una lente o un microscopio, veríamos lo siguiente:
Cada uno de esos grupos rojo-verde-azul es un píxel. La manera de organizarlos en la pantalla varía entre los dispositivos. Se suelen organizar en líneas verticales, aunque algunas pantallas los organizan en triángulos o diagonales con el fin de optimizar la sensación de movimiento.
En el caso de una pantalla de plasma, ésta está formada por dos cristales que encierran gases (neón y xenón). Entre estos dos cristales hay unas celdas (píxeles) con 3 compartimentos (uno por cada color) que contienen una sustancia fosforescente distinta que reacciona generando luz en alguno de los 3 colores (rojo, azul y verde).
Al aplicar electricidad al gas, éste se transforma en plasma y, a su vez, el plasma provoca que la sustancia fosforescente reaccione y genere luz, iluminando así cada píxel de la pantalla.
Cuando se dejan imágenes estáticas mucho tiempo se llega a perder color en ciertas zonas de la pantalla, ya que se va gastando el material fosforescente. Esta tecnología nunca llegó a utilizarse en teléfonos móviles por dos razones: el tamaño mínimo de las pantallas de plasma es 42 pulgadas y el consumo es tan elevado que sería imposible fabricar una batería ligera que le diese suficiente autonomía.
La tecnología LCD se apoya en una fuente de iluminación que, desde atrás, proyecta luz sobre una pantalla formada por píxeles (cada píxel, a su vez, lleva los 3 colores básicos).
Esta luz pasa por unos filtros polarizados y por unos filtros de color que la tiñen de rojo, verde o azul. Esta luz coloreada pasa por otro filtro polarizado para dejar pasar la luz que finalmente se proyecta sobre la pantalla.
Durante un tiempo se libró una batalla mercantil entre la tecnología LCD y el plasma. La gran ventaja del plasma es que ofrecía negros más intensos que el LCD.
Finalmente, la tecnología LCD triunfó, y uno de los motivos es que ofrecía una mayor vida útil que las pantallas de plasma y, además, un consumo energético mucho menor (consumían hasta un 30% menos y emitiendo mucho menos calor), sobre todo cuando la iluminación de estas pantallas LCD comenzó a hacerse con tecnología LED (diodo emisor de luz). El LED puso fin a la guerra contra el plasma y terminó casi expulsando del mercado a esta tecnología.
Sin embargo, la última revolución que estamos viviendo es, sin duda alguna, la de la tecnología OLED. Más allá del 3D y el 4K, la gran revolución está en la calidad de la imagen y, sobre todo, en lo realista de los colores. Si en el paso de LCD a LED el cambio estaba en el uso de iluminación trasera LED, ahora el gran salto se produce en eliminar la iluminación trasera.
El OLED es un diodo orgánico que genera luz por sí mismo, es decir, que está formado por píxeles que se iluminan de manera autónoma.
Sea cual sea la tecnología de nuestro dispositivo, todos ellos se basan en tres colores. ¿Cómo es posible que veamos muchísimos más?
La respuesta empieza por el método de obtención de colores de la luz: la síntesis aditiva del color. Los colores rojo, verde y azul son los denominados colores primarios luz, ya que a partir de su mezcla podemos obtener cualquier otro color. Si tenemos tres fuentes de luz, de los colores rojo, verde y azul, y las superponemos, observaremos luz blanca. Si superponemos luz roja y luz verde, observaremos luz amarilla; si superponemos verde y azul, observaremos luz cian; si superponemos luz roja y luz azul, observaremos luz magenta.
A esta forma de componer colores en las pantallas de nuestros dispositivos se le llama modelo RGB, por las siglas en inglés de rojo, verde y azul.
Para indicar con qué proporción mezclamos cada color, se asigna un valor a cada uno de los colores primarios, de manera que el valor 0 significa que no interviene en la mezcla y, a medida que ese valor aumenta, se entiende que aporta más intensidad a la mezcla. Aunque el intervalo de valores podría ser cualquiera, es frecuente que la intensidad de cada una de las componentes se mida según una escala que va del 0 al 255. La mayor parte de los dispositivos trabajan de esta manera con lo cual pueden representar aproximadamente 16,6 millones de colores distintos. El color blanco se forma con los tres colores primarios a su máximo nivel (255,255,255). La ausencia de color —lo que conocemos como color negro— se obtiene cuando las tres componentes son 0 (0,0,0).
El modelo de color RGB no define por sí mismo lo que significa exactamente rojo, verde o azul, por lo que los mismos valores RGB pueden mostrar colores notablemente distintos en diferentes dispositivos que usen este modelo. Aunque utilicen un mismo modelo de color, sus espacios de color pueden variar considerablemente, por eso hay tanta diferencia entre el realismo de colores que ofrece un dispositivo y otro (incluso asumiendo que estos estuviesen perfectamente calibrados por el usuario).
Una de las cosas que resultan más interesantes de este modelo RGB es la razón última por la que es un modelo tan eficaz. Esa razón está en nuestros ojos.
Resulta que el modelo RGB está diseñado a semejanza de nuestros ojos. Aunque parezca contraintuitivo, también están limitados a tres colores, es decir, a efectos prácticos los receptores de nuestros ojos también se comportan como píxeles del modelo RGB.
Los ojos tienen sus propios sensores de luz, los bastones y los conos. Los bastones contienen rodopsina y son los responsables de la visión en condiciones de baja luminosidad, presentando un pico de mayor sensibilidad hacia la longitud de onda de 500 nm (luz verde azulada), se saturan en condiciones de mucha luminosidad y no detectan los colores.
Los conos contienen tres tipos diferentes de pigmentos visuales y son los responsables de la visión en color. Cada pigmento visual está formado por una proteína llamada yodopsina y una molécula derivada de la vitamina A, el retinal, que puede adoptar dos formas diferentes que denominamos cis y trans.
Los tres tipos de pigmentos visuales de los conos son: la eritropsina, con mayor sensibilidad para las longitudes de onda largas (luz roja); la cloropsina, que es sensible a las longitudes de onda media (luz verde); y la cianopsina, con mayor sensibilidad a las longitudes de onda cortas (luz azul). Es decir, nuestros ojos son sensibles a los colores del modelo RGB.
La respuesta al color azul es una veinteava parte de la respuesta a los otros dos colores. Este hecho lo aprovechan algunos sistemas de codificación de imagen reduciendo información de la componente azul, ya que el ser humano no percibe esta pérdida.
Que un pigmento visual sea sensible a una longitud de onda quiere decir que cuando la luz de determinado color impacta con el pigmento se produce un cambio en su forma. Este cambio lo sufre el retinal, que pasa de su forma cis a su forma trans. Es como si el impacto de la luz le provocase un cambio de postura. Este cambio de postura es enviado como señal por el nervio óptico hacia el cerebro, quien sí lo interpreta como color.
Nuestra mente es la que ve el rosa, el amarillo, el cian y toda la inmensidad de colores que conocemos, a pesar de que la señal que recibimos y emitimos esté limitada a tres. El color es biológico, es un lugar de encuentro de nuestra mente con el resto del universo.
La ciencia del color debe ser considerada, en esencia, como una ciencia de la mente.
James Clerk Maxwell
Fuentes:
Fundamentos de fisiología. E. Martín Cuenca. Ed. Thomson, 2006.
El ojo desnudo. Antonio Martínez Ron. Ed. Crítica, 2016.
Todo es cuestión de química. Deborah García Bello. Ed. Paidós, 2016.
Especial de Xataka: Inventando el OLED. 2016.
Agradecimientos: Agradezco a Manuel Muñoz Iglesias, apasionado de la tecnología audiovisual, su ayuda en la investigación y revisión de este artículo.
Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica
El artículo La pantalla de tu móvil solo tiene tres colores se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:El helio superfluido y los agujeros negros
En los años setenta los físicos Stephen Hawking y Jacob Bekenstein descubrieron algo extraño en los agujeros negros. Calcularon que, cuando la materia cae en uno de estos agujeros sin fondo espaciales, la cantidad de información que engullen, lo que los científicos llaman entropía, se incrementa en proporción a lo que se incrementa el área del agujero negro, no de su volumen. Dicho de otra manera, si el agujero negro fuese un armario archivador, la cantidad de archivos que puede contener dependería solo y exclusivamente de la superficie de la puerta y no de la profundidad del armario. Esta es una de esas cosas aparentemente absurdas de la física que cuadran bien con las matemáticas y las observaciones, pero poco con el sentido común.
Ahora un grupo de investigadores encabezado por Christopher Herdman, de la Universidad de Waterloo (Canadá), ha encontrado que el mismo tipo de ley aplica a la información cuántica en el helio superfluido. Lo que podría ser solo una coincidencia o un indicio de que existe una relación entre lo muy pequeño y lo muy grande que permitiría ayudar a formular una teoría cuántica de la gravedad.
Los científicos emplearon dos superordenadores para explorar las interacciones de 64 átomos de helio en un superfluido formando una esfera. Encontraron que la cantidad de información cuántica entrelazada compartida entre dos regiones del contenedor (la esfera y el resto) estaba determinada por la superficie de la esfera y no por su volumen. Al igual que ocurre con las holografías, un volumen tridimensional de espacio está completamente codificado en su superficie bidimensional. Como un agujero negro.
Las simulaciones realizadas recogen todos los atributos conocidos del helio, lo que demostraría por primera vez la existencia de una ley del área de la entropía de entrelazamiento en un líquido cuántico real.
De momento, el estudio de la gravedad aún no ha permitido cuadrarla adecuadamente en el marco de la teoría cuántica. Una pieza en el puente entre las dos grandes teorías de la física, la relatividad general y a mecánica cuántica, podría ser la contribución de este estudio al “principio holográfico”: ¿y si todo el universo tridimensional pudiese entenderse como información bidimensional? Daría igual lo que fuese, un agujero negro inimaginablemente enorme o una gota ultramicroscópica de helio líquido, todo se regiría por el mismo principio fundamental.
Referencia:
C.M. Herdman et al (2017) Entanglement area law in superfluid 4He Nature Physics doi: 10.1038/nphys4075
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Este texto es una colaboración del Cuaderno de Cultura Científica con Next
El artículo El helio superfluido y los agujeros negros se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:666, el número de la Bestia (y 2)
En mi anterior entrada de la sección Matemoción del Cuaderno de Cultura Científica, 666, el número de la Bestia (1), estuvimos hablando del origen del número de la Bestia, el 666, que no es otro que el Apocalipsis de San Juan, o Libro de las revelaciones, del Nuevo Testamento (aunque tal vez el verdadero número de la Bestia bíblico fuese el 616 y la creencia en el 666 se deba simplemente a un error al copiar el texto original del Apocalipsis de San Juan, y se mantuviese en las siguientes copias), así como de algunas propiedades matemáticas de este número, el 666.
En dicha entrada vimos 13 sorprendentes relaciones numéricas relacionadas con el 666, algunas bestiales, y en esta entrada empezamos con un par de ellas más, para quienes disfrutaron de aquellas.
14.- La suma de los cubos de los dígitos de 6662 más la suma de los dígitos de 6663, es el número de la Bestia, 666. Veámoslo…
6662 = 443.556; 6663 = 295.408.296;
y entonces,
[43 + 43 + 33 + 53 + 53 + 63]
+ [2 + 9 + 5 + 4 + 0 + 8 + 2 + 9 + 6]
= 666.
15.- El número de la Bestia también se puede relacionar con el número de oro, o divina proporción, Φ, mediante la siguiente relación que implica a las funciones trigonométricas seno y coseno,
Φ = – [ sen (666) + cos (6 × 6 × 6)].
Pero dejemos estas propiedades matemáticas curiosas a un lado y centrémonos en el tema de esta entrada, la numerología relacionada con el número de la Bestia, el 666.
Una de las prácticas numerológicas actuales, pero que tienen un origen antiguo, consiste en asignar a las letras valores numéricos de forma que a cada palabra, nombre o frase se le asocia un valor numérico en función del cual se realizan interpretaciones sobre la palabra o frase en cuestión. Un ejemplo se vio en la entrada anterior, donde se mostraba una cita de la novela Guerra y Paz en la cual se realizaba una determinada asignación de valores numéricos a las letras de nuestro abecedario, a partir de dicha asignación se asociaba al Emperador Napoleón con el valor numérico 666. Pero puesto que el 666 es el número de la Bestia y está relacionado con el diablo o el anticristo, se está echando mano de la numerología para explicar el carácter maléfico de Napoleón.
Esta práctica numerológica es muy antigua y tiene su origen en la existencia de sistemas de numeración alfabéticos en la antigüedad. Nuestro sistema de numeración, que es posicional, utiliza diez cifras básicas para expresar, utilizando la posición, todos los números. Estas diez cifras básicas, 0, 1, 2, …, 9, están “destinadas únicamente para este fin”. Sin embargo, en la antigüedad existían sistemas de numeración que eran alfabéticos, es decir, que las letras del alfabeto, con las que se formaban las palabras, también eran las cifras del alfabeto numérico, con las que se construían, se representaban, los números.
Sistemas de numeración alfabéticos eran, por ejemplo, los sistemas fenicios, armenio, egipcio, hebraico, griego o árabe, entre otros. Para más información sobre estos sistemas de numeración se puede leer el magnífico texto Historia universal de las cifras, de Georges Ifrah. A continuación, mostramos los sistemas de numeración alfabéticos hebraico, árabe y griego.
Al existir sistemas de numeración alfabéticos era normal que se utilizase el doble significado, literal y numérico, de palabras o frases, no solo para cuestiones relacionadas con las creencias, sino también en el contexto social y cultural. Así, uno de los usos de esta doble lectura, que nos comenta el historiador de la ciencia Georges Ifrah, es la composición de “cronogramas”, la expresión de algunas fechas mediante alguna frase escrita que estaba relacionada con el hecho que se quería datar.
Uno de los ejemplos que se muestran en la Historia universal de las cifras es la utilización de “cronogramas” en inscripciones funerarias para expresar la fecha en la que ha fallecido la persona que está enterrada allí. El siguiente ejemplo pertenece a una inscripción funeraria judía de la ciudad de Toledo. Está escrito, en hebreo, “año gota de rocío sobre cinco mil” (véase la imagen más abajo, teniendo en cuenta que la escritura hebrea es de derecha a izquierda), que como frase no tiene mucho sentido, salvo que se tenga en cuenta que la expresión “gota de rocío”, escrita en el alfabeto hebraico, está formada por seis letras cuyo valor como números es 1, 3, 30, 10, 9, 30, y la suma de estos alcanza el valor 83. Por lo tanto, el año en el que murió la persona de la inscripción funeraria era el año 5.083, 83 sobre 5.000, del calendario judío, que se corresponde con el año 1.322-1.323 del calendario actual, el gregoriano.
Mientras que en otra lápida de Toledo se encuentra escrito, de nuevo en hebreo, “año nos hemos quedado sin padre” y la frase, en hebreo, “nos hemos quedado sin padre”, que aparece en la siguiente imagen, tiene el valor 144, por lo que en la inscripción funeraria se refiere al año 5.144, es decir, el año 1.373-1.374 de nuestro calendario.
Otro ejemplo que recoge Ifrah es el “cronograma” que se utilizó para representar el año de la muerte del rey Sher Shah Suri, también conocido como Sher Khan (“Rey Tigre” en pastún), fundador del imperio Suri, en una parte del subcontinente indio, y que murió de una explosión accidental de pólvora en el año 952 de la Hégira (año 1.545 de nuestro calendario). El cronograma, que se ve en la imagen siguiente, dice así “muerto de quemaduras” y su valor numérico es precisamente 952.
O también, la inscripción en un edificio de la Kasba de Tanger que dice “año la luna llena de mi belleza se ha instalado en la habitación de la felicidad”, de donde deducimos que el año en el que se ha construido el edificio es el 1.145, que es el valor numérico de la frase, de la Hégira (año que en el calendario gregoriano empezó el 24 de junio de 1.732).
La asignación de valores numéricos a las letras de un alfabeto ha dado lugar a que se desarrollen diferentes procedimientos para obtener valores numéricos de palabras o frases, y realizar interpretaciones más o menos místicas o esotéricas a partir de esos valores y las relaciones entre ellos. Este procedimiento lo aplicaron los judíos con el nombre de gematría (palabra que significa literalmente “cálculo alfabético” o “cálculo numérico de la palabra”), que es una de las herramientas de la kábala, los griegos con el nombre de isopsefia y los musulmanes con el nombre de “hisab al jumal” (“cálculo de la suma, de la totalidad”).
La kábala es una de las principales corrientes del esoterismo judío, que tiene como base estructural el árbol de la vida y que fundamentalmente es una tradición oral que ayuda a leer, descifrar e interpretar los textos sagrados (la Torah o Pentateuco del Antiguo Testamento), buscando conocer el mundo, el universo, la “verdad”. Y también tiene una parte más práctica, que ayuda a las personas a orientarse, a buscar respuestas, a vivir en armonía con las leyes espirituales del universo, a alcanzar la paz.
La gematría es una de las partes de la Kábala. Es una de las herramientas que utiliza esta para interpretar los textos sagrados [el universo]. A partir de la obtención de los valores numéricos de palabras y textos, se inicia un “movimiento” de relaciones, interpretaciones,… Recogiendo la explicación de uno de los textos sobre la gematría, esta “es el punto de partida para el pensamiento, no es el pensamiento en sí”.
Veamos algunos sencillos, pero ilustrativos, ejemplos. Algunos rabinos relacionan las palabras hebreas yayin (“vino”) y sod (“secreto”), pues se dice que “del vino provendrá el secreto” (Nikhnas Yayin Yatsa Sod, de donde deriva, en latín, “in Vino Veritas”). Estas dos palabras tienen exactamente el mismo valor numérico en el sistema hebraico usual:
También hay quienes relacionan las palabras Ahavah (“Amor”) con Ehad (“Uno”),
que se relaciona con el concepto de Dios-amor que aparece en la Biblia. Por otra parte, la suma de los valores de ambas palabras nos da 26, que es el número asignado al nombre mismo de Yahveh:
Hay quienes se apoyan en la gematría para demostrar que el mundo fue creado cuando comenzó el año civil hebraico (en el equinoccio de otoño), ya que las dos primeras palabras de la Torá (Bereshit Bara “al comienzo [Dios] ha creado”) tienen el mismo valor numérico que Berosh Hashanah Nibrah (“Él ha sido creado al comienzo del año”):
Veamos a continuación tres ejemplos de isopsefia. En estos ejemplos hemos utilizado las letras griegas mayúsculas. Suetonio (Nerón, pag. 39), evocando la muerte de Agripina, relaciona el nombre de Nerón, escrito en griego, con la frase Idian Metera apekteine (“Él mata a su propia madre”). Los dos grupos tienen el mismo valor numérico:
N E P Ω N
(50+5+100+800+50= 1.005)
I Δ I A N M H T E P A A Π E K T E I N E
([10+4+10+1+50] + [40+8+300+5+100+1] + [1+80+5+20+300+5+10+50+5 = 1.005] )
El padre Theófanes Kérameus (s. XII) en una de sus homilías cita la equivalencia numérica de las palabras Theos (“Dios”), Aguios (“Santo”) y Agathos (“Bueno”):
ΘΕΟΣ (9 + 5 + 70 + 200)
ΑΓΙΟΣ (1 + 3 + 10 + 70 + 200)
ΑΓΑΘΟΣ (1 + 3 + 1 + 9 + 70 + 200)
Una forma mística de afirmar la santísima trinidad recurre a la isopsefia. En el Nuevo Testamento (Apocalipsis, Juan, XXII, 13) se dice que Dios es el Alfa y el Omega (esto es, el principio y fin de todas las cosas), además el espíritu santo se manifestó a Jesús bajo la forma de una paloma (peristera), pero
Α y Ω (1 + 800 = 801)
ΠΕΡΙΣΤΕΡΑ (80 + 5 +100 + 10 + 200 + 300 + 5 + 100 + 1 = 801)
Pero dejémonos de ejemplos y vayamos al tema que hemos planteado en la presente entrada del Cuaderno de Cultura Científica, el 666, la numerología del número de la bestia.
Los místicos cristianos se dedicaron a descifrar quién, quiénes o qué era el anticristo, utilizando para ello cualquier sistema numérico que fuera oportuno, viniese o no de un sistema de numeración alfabético, así como cualquier procedimiento que les sirviese para sus fines. Por ejemplo, Nerón, el primer emperador romano que persiguió a los cristianos, fue identificado por algunos intérpretes como la bestia del Apocalipsis, ya que el valor numérico de su nombre al acompañarle del título de “César” es 666 en el sistema hebraico, nos da 666.
Nun (50) Resh (200) Waw (6) Nun (50)
Qoph (100) Samech (60) Resh (200)
Por otra parte, hubo quienes interpretaron que la bestia era el emperador Diocleciano, cuya política religiosa se acompañó de violentas persecuciones contra los cristianos, para ello consideraron el sistema que consiste en considerar únicamente las letras de su nombre latino que se corresponden con cifras romanas:
D I O C L E S A V G V S T V S
(500 + 1 + 100 + 50) + (5 + 5 + 5) = 666
Para otros el número de la bestia podría ser no una persona sino un grupo de personas. Por ejemplo, en el libro El misterio de las cifras de Marc-Alain Ouaknin, se menciona que el obispo Ireneo de Lyon (siglo II) relaciona el número de la Bestia con el término griego “Lateinos”, que significa latino, y que aludiría a la procedencia del anticristo. Efectivamente,
Λ 30 A 1 T 300 E 5 I 10 N 50 O 70 Σ 200,
suma 666, el número de la Bestia.
Más tarde, en la época de las convulsiones religiosas, un católico de nombre Petrus Bungus, publicó en 1585 un libro titulado “Numerum mysteria” (Los misterios de los números) en el que consideraba el siguiente sistema:
A = 1, B = 2, C = 3, D = 4, E = 5, F = 6,
G = 7, H = 8, I,J = 9, K = 10, L = 20, M = 30,
N = 40, O = 50, P = 60, Q = 70, R = 80, S = 90,
T = 100, U,V = 200, X = 300, Y = 400, Z = 500
e intenta demostrar que el nombre de Martín Lutero sumaba 666, con lo que, en su opinión, demostraba que este era el anticristo. Según I. B. Cohen, si Bungus considera su nombre, es decir, en alemán, se tiene MARTIN (260) y LUTHER (413), luego en total 673. Entonces, lo que hace es latinizar su apellido Luther (Lutera), pero no su nombre Martín, ya que LUTHERA suma 406, y en total sería 666. Otra forma de llegar al deseado 666 con Lutero era considerar la forma hebraica de Lutero, Lultr, y calcula su valor obteniendo de nuevo 666,
לולתר(ר= Raish = 200, ת= Tav = 400, ל= Lamed = 30, ו= Wav = 6, ל= Lamed = 30).
Por su parte, los discípulos de Matin Lutero, que consideraban a la Iglesia romana heredera directa del Imperio Romano, no tardaron en replicar a la provocación. Tomaron las cifras romanas contenidas en la frase VICARIVS FILII DEI (“Vicario del Hijo de Cristo”) que lleva la tiara papal obtuvieron la conclusión que buscaban.
VICARIVS FILII DEI
(5+1+100+1+5) +(1+50+1+1+500+1) = 666
Así a lo largo de la historia ha habido una gran cantidad de interpretaciones del número 666, lo cual no es tan difícil ya que con tantas posibilidades a la hora de elegir el método de numeración y en la elección de las palabras y combinaciones entre ellas, da una infinidad de posibilidades. Un ejemplo literario lo habíamos incluido en la anterior entrada sobre el número de la Bestia, el libro “Guerra y Paz” de Tolstoi, en el que con una nueva interpretación numérica se asociaba el anticristo con Napoleón.
Esta práctica numerológica se ha seguido utilizando con diferentes personajes históricos. Por ejemplo, no podía faltar la asociación de Hitler con el número de la Bestia. Para ello se considera la siguiente relación entre números y letras
A = 100, B = 101, C = 102, D = 103, …
(sin tener en cuenta la Ñ) para la cual se tiene que
H (107) + I (108) + T (119) + L (111) + E (104) + R (117) = 666.
También hay quienes han relacionado a Bill Gates, cofundador de la empresa Microsoft, con el número de la Bestia. Para ello han considerado el código ASCII (American Standard Code for Information Interchange), que vemos en la siguiente imagen.
Si se toman todas las letras del nombre “Bill Gates III”, cuyo nombre completo es William Henry Gates III, incluido el ordinal III para poder sumar el valor 3, y se suman los valores de los números en el código ascii correspondientes con las letras de su nombre, según se ha mostrado en la imagen anterior, se obtiene 666.
B = 66, I = 73, L = 76, L = 76
G = 71, A = 65, T = 84, E = 69, S = 83
I = 1, I = 1, I = 1.
Pero todo vale en la numerología. Por ejemplo, un argumento sencillo relacionaba al presidente de EE.UU. Ronald Wilson Reagan con el anticristo, según algunos miembros de la extrema derecha de su país, que las tres palabras de su nombre tenían 6 letras.
La verdad es que la numerología acaba convirtiéndose en un juego, en el que cada persona puede acabar consiguiendo lo que desea encontrar. Podríamos plantear el siguiente juego/reto: buscar una asignación de valores a las letras del alfabeto para que su nombre, o si se prefiere el mío, esté relacionado con el número de la Bestia.
Terminemos con algunas anécdotas más sobre el número 666, que ha tenido más atención de la que realmente se merece.
a. El primer ordenador de Apple, el Apple 1, fue lanzado al mercado en julio de 1976 con un valor de 666,66 dólares.
b. El “sevendust 666” fue un virus que afectó a los ordenadores Macintosh en 1998. Fue un virus de los más destructivos que han afectado a los ordenadores de Apple anteriores al sistema Mac OS X.
c. El Edificio Tishman, que ahora pertenece a la compañía Kushner Cos, situado en el número 666 de la Quinta Avenida de Manhattan en Nueva York, que tiene 41 plantas y una altura de 147 metros, posee tres grandes seises en su parte superior.
d. El número 666 se escribe en el sistema de numeración binario, en base 2, como 1010011010, pero si ahora se sustituyen los 0s por los 1s, y al revés, y se invierte el orden del resultado, se obtiene de nuevo es número 1010011010, es decir, 666.
Bibliografía
1.- Raúl Ibáñez, Numerología, cábala y otros enigmas, Geometrian barrenako ibilaldia / Un paseo por la geometría 2007/08, UPV-EHU, 2008.
2.- Martin Gardner, Juegos y enigmas de otros mundos, Gedisa, 2000.
3.- Georges Ifrah, Historia universal de las cifras, Ensayo y pensamiento, Espasa, 2002.
4.- Marc-Alain Ouaknin, El misterio de las cifras, Ma Non Troppo, Ediciones Robinbook, 2006.
5.- I. B. Cohen, El triunfo de los números, Alianza Editorial, 2007.
6.- Lamberto García del Cid, Números notables, el 0, el 666 y otras bestias numéricas, RBA, 2010.
Sobre el autor: Raúl Ibáñez es profesor del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaborador de la Cátedra de Cultura Científica
El artículo 666, el número de la Bestia (y 2) se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Historia mínima de la complejidad animal
Los primeros animales eran probablemente formas coloniales muy sencillas y surgieron, quizás, hace algo más de 600 millones de años. Los metazoos actuales más parecidos a esas colonias son seguramente las esponjas, filo Porifera. Tienen la peculiaridad de que carecen de tejidos, por lo que hay muy escasa diferenciación funcional en ellos. Sí hay, sin embargo, diferentes tipos celulares, pero muy pocos: no más de diez. Esa diferenciación de tipos celulares se produce porque empieza a producirse lo que podemos considerar, sin temor a equivocarnos, una verdadera división del trabajo. Cada tipo celular se ocupará a partir de entonces de una o varias tareas especializadas.
Otro filo de animales muy sencillos es Placozoa, cuya única especie Trichoplax adhaerens es como una bolsa cuya cavidad interna se encuentra a cierta presión. Carece de órganos y solo tiene dos tipos celulares. Se asemejan a minúsculas tortas (0,5 mm). Su posición filogenética no está nada clara; y es posible que procedan de animales más complejos, con órganos incluso.
Algo más complejos son los cnidarios, aunque son diblásticos: sólo tienen dos capas celulares. La ectodermis es la capa que da hacia el exterior, y la gastrodermis da hacia el interior o cavidad gastrodérmica (verdadero sistema digestivo de estos animales). Las dos capas pueden ser consideradas como tejidos y desempeñan funciones diferentes. Tienen también muy pocos tipos celulares, pero son ya los primeros animales con células nerviosas (tienen un plexo nervioso circular, ya que son de simetría radial) y cuentan con células receptoras de estímulos. Es por ello el primer grupo animal del que sabemos que realiza una cierta integración nerviosa: a la recepción de señales sigue un procesamiento nervioso muy básico que da lugar a una respuesta motora. Es posible que los cnidarios surgieran hace 600 millones de años o algo menos, junto con la llamada fauna de Ediacara, que es el conjunto de organismos multicelulares complejos más antiguos del que se tiene conocimiento; la mayoría de ellos desapareció antes de la denominada explosión cámbrica.
Los ctenóforos son otro filo de simetría bilateral, también diblásticos y de complejidad algo mayor que la de los cnidarios, aunque se conocen bastantes menos especies de este grupo.
Al surgir los primeros animales de simetría bilateral crece la complejidad estructural y aparece un número significativamente mayor de tipos celulares. A pesar de que el aumento de la complejidad es bastante general, también hay organismos con ese tipo de simetría, como los gusanos planos o platelmintos, que carecen de una cavidad interna (celoma) y de los sistemas circulatorio y respiratorio. Su sistema digestivo es extraordinariamente simple, con un único orificio. La ausencia de un sistema circulatorio que pueda transportar el oxígeno del medio externo a todas las células es el condicionante que determina la estructura plana y el escasísimo grosor de estos gusanos. Solo con un grosor mínimo puede acceder tanto el oxígeno –procedente del exterior-, como los nutrientes –procedentes del tubo digestivo- a todas las células. El oxígeno, en concreto, no penetra más de 1 mm al difundir desde el exterior.
La organización de los animales se hace cada vez más compleja conforme van apareciendo cavidades internas (celoma u otras). Además, la simetría bilateral da lugar a la definición de un eje anteroposterior (según el sentido de la macha) que propicia la progresiva concentración de estructuras sensoriales en la parte anterior del cuerpo y de la consiguiente coalescencia de ganglios nerviosos, como consecuencia de la cual aparecen los primeros cerebros o protocerebros.
A partir de la aparición de la simetría bilateral y una cavidad interna, el modelo corporal básico de la mayoría de los metazoos mantiene esos dos rasgos básicos, aunque hay grupos que posteriormente lo han modificado desarrollando una simetría radial, como los equinodermos, o reduciendo al máximo la cavidad celómica. En los metazoos más complejos varios tipos celulares pueden asociarse en un tejido, varios tejidos en un órgano y varios órganos en un sistema. La organización y funcionamiento sobre la base de órganos y sistemas que funcionan de forma armónica es lo que caracteriza a la gran mayoría de los animales. Y buenos ejemplos de ello son el grupo más exitoso de los metazoos –el de los insectos– y los cordados, el filo de mayor complejidad estructural y funcional.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo Historia mínima de la complejidad animal se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Libavius y el primer libro de texto químico
Andreas Libau (Libavius en latín) fue uno de los críticos más feroces de Paracelso y sus excesos.
Nacido en Halle (Alemania) alrededor de 1560 (posiblemente 1555) era hijo de un tejedor. Asistió al colegio en Halle y, a los 18, entró en la Universidad de Wittenberg, algo extraordinario en la época para el hijo de un obrero manual y que dice mucho de su inteligencia y capacidad de trabajo.
Libavius llegó a la universidad en plena ola post-reformista: ahora que la religión se había convertido más en un fenómeno debatible que en una verdad incontrovertible, apareció la necesidad, tanto entre los protestantes como en los católicos, de formar líderes religiosos serios, con conocimientos, y eficaces. Esta necesidad de encontrar talento donde lo hubiese fue lo que dio un gran impulso a la educación , lo que facilitaba el acceso a los estudios de los hijos de la clase obrera. Consecuencia directa de este movimiento es la creación de la Compañía de Jesús en 1540.
Libavius, un luterano ortodoxo, escribió varios tratados teológicos que, como no podía ser de otra manera, tenían como principal objeto de crítica a los jesuitas.
Entre 1591 y 1616, año de su muerte, Libavius escribió más de 40 libros desde teología y poesía a física, medicina, farmacia y química, además de muchos panfletos polemizando con las posiciones de Paracelso y las prácticas de sus discípulos.
Pero si hay un texto que destaca en la producción de Libavius es su obra maestra, Alchemia (Frankfurt, 1597). Con más de 2.000 páginas de extensión (suplementos incluidos) y más de 200 ilustraciones, se considera el primer libro de texto de química de la historia: es una recopilación muy clara y enormemente sistemática de la química descriptiva contemporánea.
El texto principal de la obra está dividido en cuatro partes: Eacheria, sobre técnicas y equipo de laboratorio (hornos, sublimatorios, destiladores, crisoles, morteros y viales); Chymia, sobre cómo realizar distintos preparados químicos; Ars probandi, dedicada a los métodos de química analítica; y una sección final dedicada a la chrysopoeia, esto es, a la transmutación (Libavius creía en esta posibilidad).
En Chymia, da instrucciones muy claras de cómo fabricar agua regia, ácido sulfúrico, y lo que probablemente sea la primera aparición por escrito de cómo producir ácido clorhídrico calentando salmuera en presencia de arcilla. Libavius puede que también fuese el primero en describir cómo obtener ácido sulfúrico (H2SO4) quemando nitro (nitrato potásico, KNO3) y azufre, demostrando que el ácido obtenido de esta manera era indiscernible del obtenido tradicionalmente destilando vitriolo verde (sulfato férrico hidratado, FeSO4·7H2O) o alumbre (sulfato de aluminio y potasio hidratado, KAl(SO4)2·12H2O ).
Ars probandi se dividía en dos partes: scevasia y ergastia. La primera trataba de técnicas de laboratorio específicas, la simbología empleada y el uso de balanzas. La segunda se centraba en métodos analíticos concretos para metales, minerales y aguas minerales (en el sentido literal del término).
Libavius no podía dejar fuera de su gran enciclopedia química algo tan fundamental como el diseño del laboratorio (un tema que ya apareció en la India un par de siglos antes). Además del laboratorio principal, su “casa química” ideal contenía un almacén químico, un cuarto de preparaciones, un cuarto del ayudante, un cuarto para cristalizaciones, un cuarto para baños de agua y arena, un cuarto de combustibles (leña, carbón, etc.) y una bodega de vinos.
Llama la atención que no hubiese una habitación para las balanzas; y es que hay que recordar que la química aún tendrá que esperar casi 200 años más para convertirse en una ciencia cuantitativa con todas las letras.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
El artículo Libavius y el primer libro de texto químico se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:De cañones, cátedras y espías
A mediados del siglo XVIII la calidad de los cañones que se fabricaban en el reino de España –en las factorías cántabras de Liérganes y La Cavada- era del todo punto insatisfactoria, por lo que el Gobierno se veía obligado a comprarlos en las fábricas de Carron, en Escocia. Pero resultaba insostenible esa dependencia de una potencia con la que a lo largo del S. XVIII se tuvieron roces y hostilidades numerosas. El Gobierno se puso en contacto con el capitán de navío José Vicente de Mazarredo, a quien expuso el problema y sugirió la organización de una misión de espionaje para entrar en Carron y copiar las técnicas utilizadas allí.
Mazarredo defendía que el problema no se circunscribía a las dos fábricas sino que era general a todo el reino, donde las “ciencias útiles” estaban sin desarrollar. Mazarredo recomendó al gobierno se pusiera en contacto con la Sociedad Bascongada de los Amigos del País que tenían el proyecto de crear cátedras de las nuevas disciplinas científicas en el Seminario de Bergara. En el año 1777 se llegó a un acuerdo: El Gobierno correría con los gastos de las cátedras de Química y de Mineralogía y Metalurgia y la Bascongada encontraría a las dos personas idóneas para la misión de espionaje, misión que dirigirían en secreto desde Bergara el Conde de Peñaflorida y el Marqués de Narros. La financiación del plan de la bascongada quedaba garantizado.
El Conde y el Marqués designaron rápidamente al espía “práctico” en la persona de Ignacio de Moltalvo, al que le dieron una serie de instrucciones secretas que tuvo que aprender letra a letra antes de iniciar su viaje. El segundo hombre, el espía “científico” se encontró en la persona de Juan José de Elhuyar que junto con su hermano Fausto se encontraba en París enviado por su padre, un cirujano de origen vasco residente el Logroño. Los primogénitos de Peñaflorida y Narros, que también estudiaban en Paris, informaron que Juan José estaba muy avanzado en el conocimiento de la Química. La Bascongada lo llamó y Juan José aceptó en Bergara participar en la misión secreta. También a él se le dio una serie de instrucciones secretas y otras “ostensibles” para su viaje. Más tarde La Sociedad Bascongada propuso a Fausto hacerse cargo de la cátedra de Mineralogía y Metalurgia del Real Seminario, a lo cual accedió.
Juan José partió de Bergara para París en abril de 1778 donde le esperaba su hermano Fausto. De allí iniciaron el viaje hacia Freiberg, pasando entre otras ciudades por Estrasburgo, Heidelberg, Mannheim, Daarmstadt, Francfurt del Maine, Fulda, Weimar, Leipzig y Dresde. Durante el viaje enviaban detalladas cartas a Bergara, destinadas a Peñaflorida y Narros donde les narraban las instalaciones técnicas y científicas que iban visitando a lo largo de su periplo.
En Freiberg se encontraba la Bergakademie o Academia de Minas, institución famosa por la calidad de sus enseñanzas e investigaciones en mineralogía, minería y geología. Su profesor más conocido era Abraham Gottlob Werner. Los hermanos Elhuyar fueron alumnos del citado centro docente y estuvieron en la ciudad entre 1778 y 1781.
A finales del invierno de 1781 salieron los Elhuyar de Freiberg con destino a Viena, que se convirtió durante unos meses en su centro de operaciones. Desde Viena realizaron viajes de estudio y reconocimiento a diferentes zonas de Hungría, a Bratislaba, a Presburgo etc. Estando en Viena, en el verano de 1781 Peñaflorida pidió por carta a Fausto de Elhuyar que pusiera término a sus viajes de estudio y regresara cuanto antes a Bergara para hacerse cargo efectivo de su cátedra de Mineralogía y Metalurgia y diera inicio a sus lecciones.
Fausto y Juan José debieron separarse a finales de Agosto. A comienzos de octubre de 1781 el primero ya se encontraba en Bergara preparando las lecciones propias de su cátedra. Juan José envió una carta a los regentes de la Bascongada pidiéndoles permiso para pasar a Suecia. Argumentaba por un lado que los cañones suecos eran tan buenos o mejores que los de Carron, y por otra las dificultades que entrañaba entrar en Gran Bretaña a causa de la guerra (Guerra de Independencia de los EEUU; 1775-1783).
En 1782 tenemos a Juan José en Uppsala, donde conoció a Torbern Olof Bergman. Quedó tan impresionado de su sabiduría que decidió cursar bajo su docencia durante seis meses el Curso de Alta Química en la universidad de aquella localidad. Durante sus estudios y siempre bajo la supervisión de Bergman, Juan José de Elhuyar realizó trabajos de análisis del mineral llamado “Tungsten”. La experiencia sueca debió ser ciertamente enriquecedora para Juan José, así como la visita que por espacio de dos días realizó al químico C. W. Scheele en la ciudad de Köping, tal y como lo reconocerá en cartas datadas posteriormente.
Mientras todo esto ocurría, en las fábricas santanderinas de La Cavada y Liérganes se llevaron a cabo toda una serie de experimentos técnicos que dieron como resultado la fabricación de cañones de mayor calidad que la obtenida hasta entonces. Este hecho llenó de optimismo al gobierno y –según él- los escasos logros de los dos enviados en misión secreta hicieron que a comienzos de 1783 quedara suspendida tal misión y dada la orden de vuelta de los dos enviados. La Bascongada replicó con un amplio informe aduciendo que Montalvo había completado plenamente su misión al haber conseguido, efectivamente, penetrar en las fabricas escocesas de Carron y que el viaje de Juan José había servido para que éste se hiciera con un bagaje técnico-científico de primera magnitud que más pronto que tarde daría sus frutos en el reino.
Juan José llegó a Bergara en julio de 1783 y retomando todo lo aprendido, fundamentalmente en Uppsala, se puso a trabaja con su hermano Fausto en el laboratorio de química del Real Seminario. El resultado fue el descubrimiento de un nuevo elemento químico: el wolframio (tungsteno).
Respecto a los dos espías, el Gobierno decidió que Moltalvo fuera destinado a la fábrica de municiones de la Jimena en Cádiz y que Juan José de Elhuyar pasara a América con el cargo de Director de Minas del Virreinato de Nueva Granada.
A partir de 1785 las Cátedras siguieron funcionando. Fausto continuó con la de Mineralogía y Metalurgia, pero según parece, la asistencia del alumnado era escasa, por lo que en 1785 decidió renunciar irrevocablemente a ella. Hubo serios intentos de suprimirla pero al final se decidió contratar al sueco A. N. Thumborg para ocupar dicho puesto. Por su parte la cátedra de química pasó a manos del profesor Gerónimo Más. Las cátedras decayeron con la Guerra contra la Convención francesa (1793-1795).
Autor: Equipo técnico del museo Laboratorium
Museo Laboratorium. Palacio Errekalde, Juan Irazabal s/n, 20570 Bergara
Contacto: 943 769 003;laboratorium@bergara.eus.
El artículo De cañones, cátedras y espías se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Una puerta cuántica robusta y ultrarrápida
El grupo teórico dirigido por Gonzalo Muga, del Departamento de Química-Física de la UPV/EHU, ha formado equipo con un grupo experimental de la Universidad de Colorado-Boulder, EEUU, liderado por el premio Nobel de Física en 2012 David Wineland, para diseñar con dos iones una puerta cuántica robusta y ultrarrápida, capaz de funcionar en menos de un microsegundo.
Esta investigación teórica explora lo que podría lograrse más allá de las limitaciones tecnológicas actuales para guiar el trabajo experimental posterior. Las puertas lógicas cuánticas son, junto con los qubits (la versión cuántica del bit 0/1), las piezas elementales con las que construir, como en un juego de bloques, un ordenador cuántico. Es importante que sean rápidas no solo para acelerar los cálculos, sino también para minimizar las interacciones perjudiciales debidas al ruido ambiental.
A principios de los 80, Richard Feynman propuso simular la naturaleza reproduciendo mediante un sistema análogo el comportamiento de los sistemas físicos, en este caso, mediante “ordenadores cuánticos” que superaran a los ordinarios, al menos en algunas tareas, explotando propiedades cuánticas como la posibilidad de explorar en paralelo varios caminos a la vez. Más de treinta años después sigue siendo difícil realizar este sueño, porque el comportamiento útil “cuántico” de los átomos es muy frágil, y desaparece fácilmente debido al ruido de los sistemas de control y a interacciones aleatorias.
Sin embargo, se ha progresado a lo largo de varias rutas o “arquitecturas” que intentan controlar diferentes sistemas físicos para que se comporten correctamente. Una de las arquitecturas más avanzadas utiliza iones atrapados, que se pueden aislar y manipular con gran precisión mediante láseres y electrodos para realizar qubits y puertas cuánticas.
Las puertas de dos qubits, como la examinada en el estudio, pueden ser útiles para otras aplicaciones de la tecnología cuántica como las comunicaciones seguras. Son, por tanto, puertas particularmente valiosas, pero diseñarlas y fabricarlas constituye un reto formidable. Alcanzar una alta precisión y velocidad es crucial para poder efectuar en el futuro cálculos complejos.
Según Gonzalo Muga, este trabajo “es un paso más, de los muchos que hay que dar todavía”, hacia la consecución del ordenador cuántico, un ordenador mucho “más potente” que el tradicional y “capaz de realizar cálculos tan complejos que un ordenador tradicional no puede abordar”.
Referencia:
M. Palmero, S. Martínez-Garaot, D. Leibfried, D. J. Wineland, and J. G. Muga. Fast phase gates with trapped ions. Physical Review A 95, 022328 (2017). doi: 10.1103/PhysRevA.95.022328.
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU Komunikazioa
El artículo Una puerta cuántica robusta y ultrarrápida se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Las mentiras allanan su propio camino
En la novela The Taylor of Panama (El sastre de Panamá), de John Le Carré, el protagonista Harry Pendel, sastre de nacionalidad británica afincado en Panamá, acepta colaborar con el espía del MI6 Andy Osnard y proporcionarle información acerca de las élites panameñas, incluyendo al propio presidente del país. Pero lo cierto es que Pendel no se encuentra en condiciones de proporcionar información digna de tal nombre, por lo que se ve impelido a inventar historias falsas, haciéndolas cada vez más inverosímiles hasta que el mismo Osnard se percata de que el sastre le proporciona invenciones, no verdadera información.
Tramas similares a la de Le Carré son la base de historias en las que el protagonista o algún personaje clave se va liando en una maraña de mentiras de dimensión y complejidad creciente. La historia suele comenzar con una mentira no demasiado grave, pero a partir de esa primera, el mentiroso debe inventar una segunda algo mayor que la anterior para dar cobertura a aquélla, y así sucesivamente. Por esa razón se ha pensado que cuando alguien se adentra por un camino de falsedades sigue esa secuencia, formada por mentiras cada vez mayores, cada vez más inverosímiles.
Una investigación publicada hace unos meses en la revista Nature Neuroscience ha puesto en cuestión esa visión de las cosas. En el estudio se permitía a los sujetos experimentales que engañasen a otros supuestos participantes, resultando beneficiados los primeros como consecuencia de la mentira. La particularidad de este trabajo es que los participantes podían practicar el engaño una y otra vez, sin que la secuencia de mentiras estuviese basada en falsedades cada vez mayores consecuencia de una mentirijilla inicial. No, en este caso las mentiras no se hacían para dar cobertura a las anteriores, sino que cada una de ellas estaba motivada por el beneficio que reportaba por sí misma.
A una parte de quienes participaron se les analizó la actividad encefálica mediante resonancia magnética funcional, con objeto de estudiar qué parte de su encéfalo desarrollaba, en cada caso, mayor actividad. Y resultó que la amígdala fue el área con mayor actividad cuando los participantes mentían por primera vez, pero que conforme lo hacían en sucesivas ocasiones, la actividad se iba reduciendo. En otras palabras, conforme se mentía más veces, la amígdala encefálica se “insensibilizaba”. Los investigadores llegaron a la conclusión de que la respuesta de la amígdala se asemeja a la de muchos sistemas sensoriales, que pierden sensibilidad cuando son expuestos a estímulos en repetidas ocasiones.
La amígdala forma parte del sistema límbico, cuya función principal es la de procesar respuestas emocionales. De acuerdo con la interpretación de los autores del trabajo, la primera respuesta de la amígdala, su activación, es consecuencia de un conflicto emocional entre dos bienes contrapuestos: el económico que se deriva de la ganancia que proporciona la mentira, por una parte, y el ético asociado al comportamiento honrado, por la otra. Sin embargo, la insensibilización de la amígdala hace que ese conflicto sea cada vez menor y que, por ello, la mentira resulte progresivamente más fácil. Por esa razón, una vez se empieza a mentir, la resistencia a la falsedad disminuye, pues la barrera emocional está cada vez a menor altura.
No parece, pues, que una serie de mentiras haya de ser consecuencia de la necesidad de ir cubriendo mentiras anteriores, sino que obedece al hecho de que van allanando el camino a las que las seguirán. En suma, la tolerancia a las mentiras, propias y ajenas, por pequeñas que estas sean, puede acabar siendo una autopista que conduce a grandes falsedades.
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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
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Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 6 de noviembre de 2016.
El artículo Las mentiras allanan su propio camino se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:#Naukas16 ¿Por qué vuela un avión? (y el método científico)
Joaquín Sevilla explica cómo vuela un avión y cómo se llega a esa conclusión, empezando por el principio: comprobando experimentalmente que vuelan los aviones.
Joaquín Sevilla: ''¿Por qué vuela un avión? ( y el método científico)''Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por eitb.eus
El artículo #Naukas16 ¿Por qué vuela un avión? (y el método científico) se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:La Cátedra se va de máster
La Cátedra de Cultura Científica se va a embarcar en una nueva aventura. Y esa aventura tiene nombre de máster: “Filosofía, Ciencia y Valores”, máster que se imparte en el campus de Gipuzkoa de la Universidad del País Vasco desde hace ya varios años.
Muchos de quienes cursan un máster prolongan su periodo de formación y otros retornan a las aulas universitarias como estudiantes para adquirir conocimientos especializados en las materias que le son propias. En el caso que nos ocupa, esas materias incluyen temas de filosofía e historia de la ciencia (o de las ciencias, como prefieren algunos). Pero también filosofía de la biología, de la física y la matemática, filosofía del lenguaje y de la lógica, éticas aplicadas y bioética, filosofía política y de la cultura, estudios de ciencia y tecnología, etc. Como puede comprobarse hay diversidad disciplinar, pero es una diversidad articulada en torno a un cuerpo común de conocimientos, un cuerpo en el que las ciencias, el conocimiento, son el objeto de estudio, reflexión e investigación, y la filosofía, en varias de sus especialidades (epistemología, lógica, ética, política), constituye la aproximación o, si se quiere, la mirada con la que las ciencias son analizadas.
Quienes cursan este máster adquieren una formación especializada, como se ha dicho, y como ocurre con otros másteres, también pueden, si así lo desean, iniciar una carrera investigadora. El Trabajo de Fin de Máster (TFM) con el que se completa la formación supone, de hecho, hacer una primera incursión de cierto alcance en la práctica investigadora. Aunque después sea o no el germen (una primera versión condensada) de una tesis doctoral o pueda convertirse, por ejemplo, en un capítulo de la misma, el simple hecho de concebir un trabajo de mayor envergadura y complejidad que los acometidos en los estudios de grado constituye por sí mismo un inmejorable adiestramiento para la investigación. La capacidad de plantear las hipótesis a explorar, de estructurar su contenido y de planificar el modo de desarrollarlo para que conduzca a unos resultados o conclusiones bien fundados en el propio trabajo son destrezas que se adquieren y perfeccionan con la práctica y por ello el TFM es un óptimo banco de pruebas.
Tras completar el Máster de Filosofía, Ciencia y Valores, el o la estudiante tiene garantizado, si así lo desea, el acceso a un doctorado, pero eso no es lo más importante. Lo que al final cuenta es haber adquirido herramientas de trabajo para profundizar e intervenir en algunos de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo.
Como señalábamos al principio, la Cátedra de Cultura Científica se ha embarcado en una aventura en relación con este máster. Es una aventura pequeña pero significativa, un primer paso, ante todo. Y nuestra colaboración se desarrollará en el contexto de actividades discentes de carácter práctico en las que los materiales publicados en el Cuaderno de Cultura Científica y en Zientzia Kaiera, serán fuentes documentales, así como material de referencia de las actividades de difusión social de la ciencia en internet. Igualmente, la Cátedra proporcionará la necesaria orientación para navegar en el proceloso mar de la divulgación científica. Confiamos en que este sea, como ya se ha indicado, un primer paso y que en el futuro podamos intensificar esta colaboración.
Adenda:
El máster en Filosofía, Ciencia y Valores está organizado por la UPV/EHU en colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México. El alumnado es interdisciplinar: además de Filosofía, se puede acceder desde grados de Humanidades, Ciencias Sociales, Ingeniería, Ciencias Experimentales, Bellas Artes y Ciencias de la Salud. El profesorado es internacional e incluye investigadores e investigadoras de prestigio (Ikerbasque, UNAM, UPV/EHU). Las personas interesadas en el máster pueden acudir a sesiones informativas los días 21, 22 y 23 en Vitoria-Gasteiz, Donostia y Bilbao.
El artículo La Cátedra se va de máster se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:Sobre la predisposición genética a padecer enfermedades
Recientemente se publicaba un estudio en Nature en el que se anunciaba la identificación de 83 variaciones del genoma relacionadas con la altura de las personas que las portaban. Es decir, los individuos con algunas de estas variaciones en su ADN tendían a ser más altos que los que no las poseían. Este estudio, llevado a cabo con unas 700 000 personas, también permitió conocer mejor cómo interaccionan los distintos mecanismos celulares relacionados con el crecimiento y, por tanto, ayudaría a comprender las enfermedades del desarrollo. Este tipo de análisis que buscan variantes genéticas que pueden estar relacionadas con alguna enfermedad son cada vez más comunes, pero ¿cómo se llevan a cabo?
Los genomas de los seres humanos, aunque prácticamente idénticos entre sí, presentan pequeñas diferencias que son observables en los fenotipos (lo cual hace que podamos distinguirnos unos de otros, por ejemplo) y, en algunas ocasiones, pueden aumentar la predisposición a sufrir enfermedades complejas. Es bastante habitual que estas diferencias se presenten en una posición concreta de la cadena de ADN implicando a un único nucleótido, lo que se conoce como polimorfismo de un solo nucleótido (SNP, single nucleotide polymorphism). Recuerda bien estas siglas porque las utilizaremos con frecuencia a lo largo de este texto. En la siguiente imagen se representa un SNP con un nucleótido diferente en tres individuos.
Por ejemplo, los SNPs situados a 13 910 y 22 018 bases del gen que codifica la lactasa son responsables de la intolerancia a la lactosa en adultos, en concreto las variantes con los nucleótidos citosina (C) y guanina (G) en ambos alelos, respectivamente.
Cabe destacar la diferencia entre SNP y mutación genética: para que una mutación concreta sea considerada SNP debe aparecer en al menos un 1% de la población. Se calcula que hay unos diez millones de SNPs en nuestro genoma. La mayor parte de estas variantes no se encuentra en las regiones codificantes de los genes (las que incluyen la información para, por ejemplo, fabricar proteínas), por lo que, en caso de afectar a algún rasgo fenotípico, lo harían probablemente a través de la expresión génica, es decir, al control de qué genes se activan en cada célula y en qué medida.
Con los avances en genotipado y secuenciación de ADN, el crecimiento de las bases de datos de genomas y las nuevas técnicas bioinformáticas, es posible realizar estudios a gran escala para analizar cómo influyen en determinadas enfermedades las diferencias concretas entre genomas de distintos individuos. Con chips de ADN de genotipado (SNP-chips) se puede averiguar rápidamente qué nucleótidos ocupan varios cientos de miles de posiciones concretas del genoma de una persona, justamente las posiciones asociadas a algunos de los SNPs conocidos.
En un estudio de asociación del genoma completo (GWAS, Genome-wide association study) se busca relacionar variaciones en el genoma (en concreto, uno o varios SNPs) con rasgos fenotípicos concretos. En particular, estos estudios buscan la predisposición genética a sufrir un determinado trastorno complejo. Deja que lo explique mejor: aunque una variante genética no sea directamente responsable de una enfermedad puede influir en nuestra predisposición a padecerla.
Para llevar a cabo estos estudios se selecciona a un grupo de personas con la enfermedad o trastorno a estudiar y un grupo (control) de individuos que no sufran esta patología. Se toma una muestra de ADN de todos los participantes del estudio y se analizan las variantes de cientos de miles de SNPs. En el caso de que se localice una variante concreta de uno o varios SNPs que sea mucho más abundante en el grupo de enfermos que en el grupo de control, se dice que es una variante asociada a la enfermedad. Veámoslo en un ejemplo sencillo.
En la imagen anterior tendríamos un ejemplo de cómo se lleva a cabo un estudio de asociación genómica. Se toma un grupo de enfermos diagnosticados con una patología o trastorno y se obtienen sus SNPs. Se repite el procedimiento con un grupo de control (no diagnosticados) y se comparan las variantes de SNPs en el grupo control y de enfermos. En la figura se observa, por ejemplo (y a falta de hacer un análisis estadístico adecuado), que en el SNP1 hay una preponderancia de timinas en el grupo de enfermos respecto al grupo control, lo cual hace pensar que la presencia de una T en esta posición estaría asociada a la enfermedad bajo estudio.
Pero incluso aunque tal asociación exista, la realidad es más compleja. En el ejemplo anterior se observa que en el grupo de control hay un gran número de individuos que lleva una timina en el SNP1 pero no presenta la enfermedad. Y personas en el grupo de enfermos que no tienen timina en el SNP1. Esto ocurre porque puede que haya más SNPs implicados, mutaciones poco frecuentes no consideradas o que influyan factores ambientales.
En resumen, si se descubre que una variante genética concreta de la población está correlacionada con un rasgo o patología se dice que ambos están asociados (aun cuando esta asociación no implique causalidad). Por ejemplo, con uno de los primeros GWAS se descubrió que los individuos que poseían una de entre cinco variaciones concretas de tipo SNP aumentaban entre dos y tres veces la predisposición a padecer degeneración macular asociada a la edad.
Los resultados de los GWAS se suelen mostrar con un diagrama de Manhattan, en el que se representa, agrupada por posiciones en cromosomas, la relevancia estadística de cada SNP: valores más altos indican una mayor asociación de la posición en el genoma con el riesgo de padecer la enfermedad bajo estudio. Por ejemplo, este es el diagrama de Manhattan de un estudio en el que se buscaban SNPs asociados a problemas de microcirculación descritos en base al calibre vascular de los vasos de la retina. En él se observa como hay cinco SNPs (los que superan un determinado umbral estadístico indicado con una línea punteada) que podrían estar asociados a esta patología.
Que encontremos SNPs asociados a enfermedades no implica que sepamos cuáles son los mecanismos que desencadenan el problema. Para ello hay que analizar con más detalle la zona del genoma donde se encuentra el SNP y así detectar a qué gen puede afectar, o tratar de relacionarlo con cambios epigenéticos o de expresión génica, y esto no siempre es fácil. Pero de algunos de los GWAS realizados sí que se han obtenido resultados útiles para tratar algunas enfermedades. Por ejemplo, en el caso antes citado de la degeneración macular asociada a la edad se encontraron algunos SNPs asociados a la enfermedad que sugirieron que esta podría estar relacionada con un proceso inflamatorio, por lo que actualmente se están explorando tratamientos antiinflamatorios para esta patología.
Desde este primer estudio se han encontrado asociaciones de SNPs con varias patologías como la diabetes de tipo 2, enfermedades coronarias, Crohn y varios tipos de cáncer como los de esófago, pulmón y páncreas, entre otras. En la fecha de publicación de este artículo se habían realizado cerca de 3 000 GWAS y encontrado asociaciones de enfermedades con más de 30 000 SNPs. En el siguiente diagrama (que puedes encontrar completo y ampliable aquí) se representan las asociaciones más relevantes de enfermedades con SNPs de algunos cromosomas.
Una de las aplicaciones de los GWAS a patologías y trastornos concretos es la evolución a una medicina personalizada en la que se tengan en cuenta los mecanismos específicos que provocan la enfermedad para proporcionar un tratamiento adecuado a las características particulares de un paciente. Actualmente ya existen compañías que permiten obtener las variantes SNP concretas de un individuo. Por ejemplo, la empresa 23andme ofrece el análisis de unos 600.000 SNPs mediante una muestra de saliva desde tan solo 99 dólares, aunque de todos estas variantes únicamente unas 25.000 están actualmente asociadas a rasgos específicos. En España no está accesible este servicio, aunque la empresa valenciana tellmeGen ofrece un producto similar (pese a que no informa del número de SNPs analizados).
Sin embargo, y a pesar del interés de los estudios de asociación de variaciones genéticas a rasgos observables, existen muchas dudas de su utilidad a la hora de predecir futuras enfermedades. Salvo algunas excepciones notables, los SNPs asociados a rasgos concretos presentan efectos muy pequeños en la predisposición a padecer una enfermedad, por lo que su utilidad en el pronóstico es limitada. Por ejemplo, menos de la cuarta parte de la variabilidad genética de la enfermedad de Crohn se debe a los SNPs asociados más relevantes, por lo que debe haber otros efectos que se nos escapan, como variantes genéticas tan poco frecuentes que no se consideran como SNPs.
Además, aunque se han identificado muchas variaciones genómicas asociadas a enfermedades, los mecanismos de acción subyacentes de la inmensa mayoría siguen siendo desconocidos y esto limita la utilidad de estos análisis de asociación. Sólo un 10% de los SNPs asociados a rasgos se encuentran en secuencias de ADN que codifican proteínas. Casi la mitad de las asociaciones encontradas se encuentran fuera de los genes, por lo que su papel en la enfermedad se debería a su relación con la expresión génica. Una vía para comprender cuál es la influencia de los SNPs en los rasgos asociados pasa por analizar cómo afectan a la expresión génica en tejidos concretos mediante estudios de interrelación con el transcriptoma y epigenoma. Este tipo de estudios ya han empezado a realizarse y nos podrían ofrecer una visión más exacta de por qué estamos más o menos predispuestos a padecer algunas enfermedades.
Este post ha sido realizado por Guillermo Peris (@Waltzing_piglet) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Referencias- Genomewide Association Studies and Assessment of the Risk of Disease. Manolio, T. A. (2010). N Engl J Med 363:166-176. doi: 10.1056/NEJMra0905980
- Finding Genes for Common Diseases Using GWAS. Bowcock, A. M. (2015). Nature Education 8(5):5.
- Rare and low-frequency coding variants alter human adult height. Marouli, E. et al (2017). Nature 542(7640):186-190. doi: 10.1038/nature21039.
El artículo Sobre la predisposición genética a padecer enfermedades se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Angela Grant
A lo largo de los últimos años puede que te hayas dado cuenta de una plétora de artículos que tratan la investigación actual sobre el bilingüismo. Algunos de ellos sugieren que agudiza la mente, mientras que otros tienen claramente la intención de provocar más dudas que confianza, como el de Maria Konnikova en The New Yorker “Is Bilingualism Really an Advantage?” (2015). La oscilación del péndulo del ciclo de noticias refleja un debate real en la literatura de la ciencia cognitiva, en el que algunos grupos han observado efectos del bilingüismo en habilidades, capacidades y funciones no lingüísticas, y otros han sido incapaces de replicar estos hallazgos. A pesar de todo el alboroto a cuenta de la “ventaja bilingüe”, la mayoría de los investigadores han dejado atrás el debate simplista “hay una ventaja o no”. En vez de preguntarse si el bilingüismo per se proporciona una ventaja cognitiva, los investigadores ahora toman una aproximación más matizada al explorar los distintos aspectos del bilingüismo para comprender mejor sus efectos individuales.
Para dar una idea de los matices de los que hablo, ten en cuenta esto: hay más de un tipo de bilingüismo. Un “bilingüe simultáneo” aprende dos lenguas desde que nace; un “bilingüe consecutivo temprano” podría hablar una lengua en casa pero aprender a hablar la lengua de la comunidad en el colegio; y un “bilingüe consecutivo tardío” podría crecer con una lengua y mudarse a otro país que habla otra. Las diferencias entre estos tres tipos no son triviales; a menudo llevan a diferentes niveles de competencia y fluidez en múltiples aspectos de la lengua, desde la pronunciación a la comprensión lectora.
En un estudio reciente Patricia Kuhl, de la Universidad de Washington, y sus colegas estudiaron los efectos de las dos formas en las que se usa una segunda lengua: comprensión y expresión orales. Emplearon una técnica llamada imágenes con tensor de difusión (DTI, por sus siglas en inglés), que sigue el flujo del agua en el encéfalo, para medir las diferencias en materia blanca entre bilingües español-inglés y monolingües inglés viviendo actualmente en los Estados Unidos. Los investigadores usaron esos datos en combinación con las medidas proporcionadas por los propios bilingües de comprensión y expresión orales en su segunda lengua, para analizar el efecto de cada una de estas experiencias en la materia blanca del encéfalo.
¿Por qué la materia blanca? El estudio de la materia blanca (que está compuesta fundamentalmente de axones, largos proyectiles finos que transmiten las señales en una célula nerviosa) es una forma de medir la conectividad entre regiones encefálicas. Si pensamos en el encéfalo humano como agua en una taza (siendo la taza el cráneo), entonces la materia blanca es como una paja dentro de esa taza: constriñe el flujo de agua en la dirección en la que están los axones. Una medida DTI habitual, la anisotropía fraccional (FA, por sus siglas en inglés), traza la forma general del flujo de agua en el encéfalo. Otra medida más específica, la difusividad radial (RD, por sus siglas en inglés), ayuda a los investigadores a señalar puntos débiles en el lateral de la paja, puntos por donde el agua podría “filtrarse”. En un encéfalo sano, mantienen los investigadores desde hace mucho, la materia blanca mostrará alto FA (flujo en una sola dirección) y bajo RD (pérdida de agua en otras direcciones).
Sin embargo Kuhl y sus colegas encontraron que los monolingües de su estudio tenían una FA más alta y una RD más baja en múltiples tractos de materia blanca que los bilingües; una aparente desventaja para los bilingües. Pero el cuadro no era tan simple. Cuando examinaron el efecto de la experiencia bilingüe concreta, o la cantidad estimada de tiempo empleado escuchando o hablando la segunda lengua, encontraron que a más experiencia bilingüe disminuían las diferencias entre bilingües y monolingües.
En concreto, más tiempo escuchando a la segunda lengua se asociaba con una RD más baja en las regiones asociadas con la producción del lenguaje (la parte anterior del fascículo fronto-occipital inferior). Más tiempo hablando la segunda lengua se asociaba con una mayor FA en las regiones del encéfalo asociadas con la comprensión del lenguaje.
De hecho, cuando los investigadores realizaron un análisis de seguimiento comparando bilingües más o menos experimentados con monolingües encontraron que los bilingúes con al menos cuatro años de inmersión en los Estados Unidos tenían niveles de materia blanca similares a los de los monolingües. Eran solo los bilingües con dos años o menos de inmersión en los Estados Unidos los que mostraban unos patrones significativamente diferentes de los monolingües.
Los resultados de este estudio deberían recordarnos que el bilingüismo es solo uno de los muchos factores que pueden afectar a nuestro encéfalo. En este estudio el factor no mencionado es que casi todos los bilingües eran inmigrantes, mientras que ninguno de los monolingües lo era. Debería haber todo un abanico de factores que difieren entre países que afecten a la línea base de los niveles de materia blanca, como la nutrición temprana y el estrés. Por consiguiente la comparación que hacen los autores entre bilingües inmigrantes y monolingües no inmigrantes no es ideal, y debemos interpretar con precaución la diferencia general entre monolingües y bilingües en este estudio. Creo que la aportación crítica aquí es no la diferencia general entre monolingües y bilingües, sino el efecto de la experiencia bilingüe: una en la que el uso activo de tu segunda lengua lleva a una materia blanca más sana.
El estudio nos recuerda lo importante que es considerar la experiencia de ser bilingüe; no es demasiado constructivo juntar todos los estudios bilingües y hacer evaluaciones generalizadas. Si de verdad quieres juntarlos, merece la pena recordar que independientemente de las ventajas anatómicas o cognitivas anunciadas, los bilingües tienen el doble de comunidades con las que interactuar, culturas que experimentar y periódicos que leer. Y si eso no es una ventaja, ¿qué lo es? Millones de personas estudian inglés como segunda lengua cada año precisamente por estas razones (de hecho, aproximadamente el número de hablantes no nativos de inglés triplica al de nativos)
Incluso como hablante nativa de inglés, si nunca hubiese estudiado español no estaría probablemente escribiendo este texto ahora: mis experiencias como estudiante de una lengua condujeron directamente a mis intereses en el lenguaje y la ciencia cognitiva. Por tanto, reescribamos la narración en los medios. El bilingüismo es una ventaja. Cómo afecta al encéfalo, bueno, esa es una cuestión en la que aún estamos trabajando.
Referencias:
P.K. Kuhl et al (2016) Neuroimaging of the bilingual brain: Structural brain correlates of listening and speaking in a second language Brain and Language doi: 10.1016/j.bandl.2016.07.004
K.R. Paap (2015) Bilingual advantages in executive functioning either do not exist or are restricted to very specific and undetermined circumstances Cortex doi: 10.1016/j.cortex.2015.04.014
B.R. Howell et al (2013) Brain white matter microstructure alterations in adolescent rhesus monkeys exposed to early life stress: associations with high cortisol during infancy Biology of Mood & Anxiety Disorders doi: 10.1186/2045-5380-3-21
E. Bialystok et al (2012) Bilingualism: consequences for mind and brain. Trends Cogn Sci. doi: 10.1016/j.tics.2012.03.001
E.B. Isaacs et al (2010) Impact of Breast Milk on Intelligence Quotient, Brain Size, and White Matter Development Pediatric Research doi:10.1203/PDR.0b013e3181d026da
Sobre la autora: Angela Grant recibió su doctorado en psicología y ciencia del lenguaje por la Universidad Estatal de Pensilvania
Texto traducido y adaptado por César Tomé López a partir del original publicado por Aeon el 13 de marzo de 2007 bajo una licencia Creative Commons (CC BY-ND 4.0)
El artículo El encéfalo bilingüe: por qué no existe un modelo único se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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Johann Georg Locher era un astrónomo alemán del siglo XVII que ha pasado a la historia como un despistado y fanático partidario de la desacreditada teoría geocéntrica del Sistema Solar; un defensor a ultranza de la interpretación del astrónomo clásico Ptolomeo que encajaba a la perfección con las enseñanzas religiosas de la época. Como tal el alemán criticó las interpretaciones copernicanas de Galileo, que a su vez ridiculizó sus ideas en su clásica obra ‘Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo’; como consecuencia Locher pasó a la historia como un reaccionario apegado al pensamiento escolástico y religioso en contra de la cosmología avanzada y moderna de Galileo: un ejemplo más de teorías acientíficas superadas por la fría luz de la ciencia basada en datos, un cuento moral sobre la superioridad de la razón sobre la fe. Pero la interpretación es falsa, y sesgada, y nos permite sacar interesantes conclusiones sobre cómo avanza la ciencia en realidad.
Las objeciones de Locher a las interpretaciones de Galileo no sólo eran respetuosas con el trabajo del italiano y con sus observaciones, sino que estaban basadas en datos científicos: la teoría copernicana no permitía explicar algunos fenómenos observados en la época. Uno era el diferente tamaño aparente de las estrellas que implicaban conceptos impensables como soles mucho mayores que el nuestro situados a distancias inimaginablemente grandes. Pero también las detalladas observaciones de las lunas de Júpiter encajaban a la perfección en los epiciclos ptolemaicos; Locher fue tan lejos como para admitir que era posible que algunos de los planetas (como Venus) orbitasen alrededor del sol, que a su vez rotaría alrededor de una Tierra inmóvil. Con los datos y observaciones de la época las críticas del alemán eran perfectamente justificadas, como demuestra la académica saña con las que las despachó Galileo, sin citar siguiera al crítico por su nombre.
Hoy mitificamos la historia de Galileo como una avance basado en datos desplazando una teoría cimentada en textos religiosos, y sabemos que Locher estaba equivocado. Pero lo cierto es que entonces los datos que apuntalaban a Copérnico podían ser interpretados de varias formas, y que algunos fenómenos no se podían explicar; el aparente distinto tamaño de las estrellas resultó ser una ilusión óptica, y las distancias que separan estrellas y planetas son en verdad enormes. La cuestión es que la aceptación de la teoría heliocéntrica no fue un simple reemplazo de una idea errónea gracias al poder de datos superiores: racionalmente Locher tenía razón en sus críticas. A menudo las nuevas teorías carecen del poder de explicar todo lo que las viejas teorías que reemplazan eran capaces de explicar.
Al final los científicos son seres humanos, y como todos nosotros desarrollan apego por sus teorías y tienen intereses más allá de la pura contemplación objetiva del cosmos como carreras profesionales y vidas privadas. El reemplazo de una teoría por otra conlleva avances y retrocesos profesionales, reputaciones que suben y que bajan, ganadores y perdedores; por eso a menudo no es un proceso limpio y elegante. Las nuevas teorías a veces conllevan un cierto componente de fe, en el sentido de que son apoyadas incluso cuando aún no son capaces de explicar todos los datos; y las viejas teorías a veces se defienden con la ferocidad y falta de compasión de quienes tienen mucho que perder. En el reemplazo de una teoría por otra no sólo cuentan los datos: también las escuelas y los egos. Una de las mejores características de la ciencia como empeño común es precisamente que las personas y las carreras pueden retrasar, pero nunca evitar la adopción de nuevas ideas cuando éstas explican mejor la realidad, incluso cuando en su etapa de inmadurez resultan frágiles. El avance del conocimiento no es una sucesión de heroicas luchas entre paladines armados de datos y fieros dragones de la ignorancia, sino algo mucho más complejo y en el fondo humano.
Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y da clases de periodismo digital.
El artículo De los héroes de la ciencia y sus frágiles teorías se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
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